El pequeño comercio busca su identidad
Tarde soleada de noviembre. Una excavadora orquesta música de derribo en la calle Quiroga, vía histórica de una capital que pierde con los años su identidad y sabor patrimonial. Es un problema crónico de Arrecife y afecta al comercio. La tarde empieza con olor a café y a despedida: se marchan los tres palos del velero-escuela noruego Christian Radich.
“Ya está bien de tanto lamento”, clava la propietaria de una histórica tienda de complementos ubicada en la calle Real. Es consciente de que el dinero no se mueve, pero también de que la actitud es lo único que les queda. “Si no se puede comprar una cartera de 30 euros, no se la compre, señora. Pero no me diga que tengo que rebajar los precios”, se queja. El regateo ha llegado a las boutiques.
En la conversación aparece una referencia histórica a la también quejosa actitud del sector: cuando la calle Real se cerró al tráfico hace años, los comerciantes capitalinos pusieron el grito en el cielo. “La gente es reacia al cambio”, afirma el propietario de Muebles Zerolo, un negocio familiar con más de 40 años de vida. Afectado directamente por la parálisis de la construcción, ve en la Muestra Comercial de Arrecife de este fin de semana una oportunidad para que la gente salga a la calle. “Los descuentos ya los teníamos aplicados desde hace tiempo, pero lo que hace falta es ambiente, gente que se acerque”.
Dicen que los centros comerciales siguen ganando la partida al pequeño comercio al aire libre, por apatía urbanística y falta de dinamización; y no tanto por problemas de aparcamiento. “No hay espacios donde los niños jueguen tranquilos. En la zona comercial de Triana parece que las cosas están funcionando bien, pero aquí no”. En las Cuatro Esquinas, el rótulo ‘vintage’ del comercio Alfa (inmueble protegido) y la afligida fachada de la residencia Alespa conviven con zapaterías antiguas y modernas. El alquiler de un local de 100 metros cuadrados, contiguo a su tienda, cuesta 600 euros mensuales. Hace dos años, se ofrecía por mil.
Amanece un miércoles de crucero. Eso significa la llegada de potenciales clientes que buscan recuerdos mientras intentan visitar lugares cerrados sin ninguna explicación. Son una inyección de vida para las tiendas tradicionales de un centro histórico, que los mapas y los técnicos turísticos han circunscrito sólo a la calle Real. De esa centralización se lamenta, entre otros, la propietaria de La Bola, una coqueta tienda de abalorios, collares y pulseras artesanas que abrió sus puertas el pasado mes de febrero en la calle Coronel Bens: “Ahora animan más a los turistas a que callejeen, porque Arrecife no se termina en la calle Real”, dice. “Iniciativas como el Stockazo están muy bien pero no deberían ser puntuales. Arrecife necesita actividad en la calle todos los días”.
‘Hay que animar a los turistas, que Arrecife no termina en la calle Real’
La Bola es la apuesta comercial de una trabajadora en paro que solicitó la capitalización del desempleo (el pago único) para emprender su negocio. Pero para poder pagar su hipoteca, necesita trabajar también por cuenta ajena. Lo hace los fines de semana en Costa Teguise, renunciando a su descanso semanal. Usa las redes sociales para potenciar su negocio y ha comenzado a ofrecer en su tienda ropa de segunda mano en perfecto estado. La pequeña empresa privada no se puede permitir los errores de la pública.
Comentarios
1 Flaneur Sáb, 09/11/2013 - 12:26
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