4 COMENTARIOS 25/03/2024 - 08:28

Si después de una lectura atenta del proyecto, no logra saber usted en qué consiste, no se preocupe. No es que esté mal explicado o que haya perdido comprensión lectora: lo ha entendido bien: nadie sabe en qué consiste.

La última gran ocurrencia es el Laboratorio EMOTURLab, “una iniciativa promovida por el Instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible (TIDEs) con la que se investigará el comportamiento de los turistas a través de la neurociencia”. Explican que “se investigará a partir de experiencias como el llamado eye tracking, electroencefalogramas, realidad virtual y aumentada, entre otras, que ayudarán a mejorar y personalizar la experiencia del turista”.

Si no fuera porque no hace falta remontarse muy atrás para encontrar otras tomaduras de pelo aún mayores, lo del uso de la neurociencia pasaría directamente el primer puesto. Entre otras cosas, porque la experiencia parece indicar que más que personalizar la experiencia del turista, el camino es el de intentar evitar que el turista personalice su experiencia.

No se sabe en qué momento se ha dado por bueno que podemos orientar el futuro del turismo en base al conocimiento del turista que visita la Isla, como si el resto de variables, principalmente las económicas, no fueran las más determinantes en su comportamiento. En algún momento habrá que tomarse las cosas en serio.

En 2018, los CACT contrataron el proyecto Smart island. Iba a posicionar a la islas “como ejemplo internacional de buenas prácticas en materia de experiencia del cliente”. Pues menos mal. Consistía en una plataforma que iba a costar tres millones de euros para logar un “mecanismo de coordinación y colaboración entre los agentes del ecosistema turístico insular al objeto de promover el desarrollo de la comunidad dentro del necesario equilibrio entre lo económico, lo social y lo medioambiental”. La frase es de premio.

Después vino el famoso informe de los tres economistas (Lacalle, Díez y Sebastián) que nos iban a alumbrar el camino de la postpandemia. Sobre ese informe, se dijo: “Este informe se enclava en una acción conjunta del destino, reorientando multitud de variables que nos aporten información valiosa para la toma de decisiones estratégicas”. ¿El resultado? Que había que atraer nómadas digitales. Escribieron una de las obras cumbres de la nada más absoluta: propusieron una “smart mobility, una smart social city, un smart social rural y un smart social campus Lanzarote, “todos ellos desarrollados en un futuro SK Center Lanzarote”. “La isla debe apostar por convertirse en una plataforma interoperable creando una plataforma base en la que insertar las diferentes plataformas parciales de la digitalización”. Traducción: 138.000 euros a la basura.

Y en el fondo da igual. Por muy inteligente que sea el proyecto, por muchos datos que recopile, por muy sostenible que sea la propuesta, después se tiene que poner marcha entre empresarios, funcionarios y políticos, la santísima trinidad de la inteligencia insular.

 

Comentarios

desternillante! enhorabuena!
Bien dicho y tristemente tan cierto
Bien Saúl
Bien dicho

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