Sin emergencia, pero…
El anuncio de esta semana del Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud no nos ha tomado por sorpresa o al menos no ha supuesto grandes aspavientos, porque aunque la pandemia ya no es una emergencia pública, con el covid todavía entre nosotros, hace rato estamos tranquilos y relajados.
Sigue siendo una amenaza para la salud pública, cómo no, si dejó 7 millones de muertes en el mundo, en cifras oficiales, con una estimación real de más de 20 millones de fallecidos. Ahora que echamos la mirada atrás, fue un suceso terrible que dañó la salud y destruyó la economía. Y tampoco fue hace mucho, todavía estamos jodidos.
La emergencia comenzó el 30 de enero de 2020 y las autoridades sanitarias lo tienen tan presente que recordaban esta misma semana que hace mil doscientos veintiún días, la OMS supo de montón de casos de neumonía de causa desconocida en China, en ese lugar llamado Wuhan, que a partir de entonces, en boca de toda la prensa, comenzó a ser muy familiar.
La declaración de emergencia pública es el nivel más alto de alarma en virtud del derecho internacional, no obstante, por comportamientos insolidarios y falta de sentido común parece que ahora tenemos una peor sociedad, mucha peor sociedad.
“El covid-19 ha dejado al descubierto y ha exacerbado las divisiones políticas dentro de las naciones y entre ellas. Ha erosionado la confianza entre las personas, los gobiernos y las instituciones, alimentado por un torrente de desinformación. Y ha dejado al descubierto las desigualdades más acuciantes de nuestro mundo, siendo las comunidades más pobres y vulnerables las más afectadas, y las últimas en recibir acceso a vacunas y otras herramientas”, resume Tedros Adhanom Gebreyesus, director de la agencia de la ONU para la salud.
Me queda la sensación que este batacazo nos ha servido de poco, solo hace falta ver el espectáculo repugnante de políticos y políticas diciendo estupideces a la ciudadanía e insultándose entre ellos y ellas sin sonrojarse, más bien orgullosos y orgullosas de las barbaridades que dicen y hacen.
Se olvidan las lumbreras de la crisis sanitaria, de la crisis económica y de la insoportable inflación, del cúmulo de trastornos sociales, de las millones de personas que quedaron en la física miseria, que no han podido levantar cabeza, de los millones de seres humanos que continúan sumidos en el aislamiento con cuadros de ansiedad y depresión.
¡Qué va!, eso importa poco o nada. Las lumbreras a lo suyo. Esta semana asistimos al rifirrafe sin sentido entre la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, y el Gobierno de España, liderado por el PSOE, por la representación de este último en un acto cívico militar organizado por Madrid en la Puerta del Sol, o de la Oscuridad.
Esta semana las lumbreras de VOX salieron espantados del Congreso de los Diputados cuando el hemiciclo aplaudía al presidente de Colombia Gustavo Petro, escenificando un hecho grotesco y una falta de respeto absoluta al representante de un país, elegido democráticamente, que mantiene y ha mantenido relaciones históricas con España. Es el talante de la derecha ultra y el ejemplo de racionalidad que dan a los ciudadanos y ciudadanas.
Sigue habiendo covid, pero ya sin emergencia pública mundial, sigue habiendo política, por supuesto, pero con políticos y políticas de pena que siguen siendo una amenaza para la salud de la democracia de la que tanto alardean y pisotean, también.
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