Palmeras: dejar pasar o mirar a otro lado
El Cabildo de Lanzarote anuncia la celebración de un curso de especialización en el trabajo con palmeras, que, en el contexto insular, a la vista del estado de salud de las especies radicadas en la isla, sería como si sanidad organizara un curso de primeros auxilios para tratar pacientes que están en la UCI.
Los problemas no desaparecen porque hayamos decidido que no nos importen. Un presidente de Cabildo o un alcalde, desgraciadamente, tampoco desaparecen cuando dejamos de respetarlos por su baja representatividad o por su deficiente ejercicio público, como no desaparecen los técnicos ineficientes. Pensemos que las palmeras de cada municipio son competencia municipal, con excepción de Haría, que corresponden al Cabildo. Luego están las de las cunetas de las carreteras, de las que nadie debe querer semejante tutela, pero que atiende puntualmente el Cabildo.
El ciclo de vida de una palmera canaria en condiciones de salud puede rebasar muy sobradamente un periodo de cien años. El ciclo del poder en una democracia va de cuatro en cuatro, y algunos partidos encadenan mandatos sin que ni a unos ni a otros les dé tiempo para atender lo que les debe parecer una incomodidad. Tras décadas de conocer la existencia de varias plagas que merman nuestro parque vegetal insular, todos han decidido mirar a otro lado, mandato tras mandato.
En el anterior periodo, presidido por Corujo, el Cabildo pagó un estudio para que nos dijeran lo que ya sabíamos, y ahí quedó todo. El nuevo gobierno insular y los equipos municipales, que han ignorado el problema, el de Tías, el de San Bartolomé, el de Arrecife... no parecen mostrar preocupación alguna. Palmaria es la evidencia gráfica que se muestra con estas líneas.
Que estos ejemplares están tocados, es una constatación, y lo están desde décadas atrás, cuando gobernaron o cogobernaron PSOE, CC, PP, PODEMOS, NC.…
De los últimos periodos del Cabildo, San Ginés, Corujo y ahora, Betancort, ninguno parece haber tenido tiempo ni ganas de destinar recursos para los tratamientos, por aquello de que son bienes protegidos y contribuyen a conformar el paisaje, también el urbano. Tampoco recuerdo que se haya convocado una mesa insular con los siete ayuntamientos por tal asunto, ni que haya estado en la agenda de la Reserva de la Biosfera.
Desde luego, responsables hay, y no deben ser los bichitos. Los técnicos de las administraciones del ámbito de la isla saben de esta realidad, como no lo ignoran los técnicos de medioambiente. Ninguno parece tener la voluntad de actuar, a pesar de la normativa publicada y de los protocolos existentes que sistemáticamente se incumplen.
Desde todos los rincones se alzó la voz cuando unos descerebrados talaron una palmera singular, pero muy pocas voces, pocas y anónimas, son las que lamentan la inacción del Cabildo y de los ayuntamientos para atajar la continua desaparición de ejemplares de esta especie. La manifestación de su enfermedad es patente cuando sus hojas se secan de forma anormal, siendo éste un indicador infalible para actuar. Con esa pinta, las hay hasta junto al Cabildo y a lo largo de la Rambla Medular, pero nadie se siente concernido, ni los técnicos, ni la policía municipal, ni los ecologistas, los naturalistas, el empresariado que las tiene ante sus fachadas… Nadie lo hace, y, en el caso de Arrecife, ante cada palmera que muere y es talada, no hay concejal de ningún área que vierta manifestación alguna, ni vecinos, ni la empresa de jardines. Al nuevo alcalde no le voy a preguntar si sabe de palmeras, pero sí puedo interesarme por lo instruidos que son los técnicos que heredó y que mandato tras mandato viven en una realidad paralela, agotando la jornada de trabajo con la acumulación de tareas nunca realizadas. Como no hay instrucciones políticas, los concejales esperan a que el día a día les lleve en volandas hasta una mueva convocatoria electoral.
Se clama por el paisaje desde ámbitos sociales y políticos, como si el paisaje, natural o cultural, fuera una abstracción y lo que en él se encuentra fuera otra cosa.
En el paisaje confluyen varios aspectos: el propio territorio, la percepción que tenemos de él, así como su carácter, eso que lo distingue de otros paisajes, que lo hace único o singular. Este último aspecto es el que parece comprometido en la medida en que quienes intervienen no están queriendo considerar que estamos en una resta continua. En el caso de las palmeras, como parte de la flora de la isla, estamos hablando de un componente biótico del paisaje. Se escucha el lamento por el paisaje perdido pero, en igual medida que no nos ocupamos de la flora, tampoco se menciona su ocupación masiva por edificios irreverentes, viviendas de mal gusto, esculturas demenciales o rotondas insoportablemente decoradas. De todo este repertorio, el único acuerdo que parece suscitar cierta unanimidad es que sólo parece afear el paisaje las torres de alta tensión que nos van a colocar. Como si toda esa basura que la gestión pública tolera no formara parte también del catálogo de daños al paisaje.
Comentarios
1 Anónimo Vie, 24/11/2023 - 13:33
2 Deculosinfreno Vie, 24/11/2023 - 21:45
3 Al 2 Sáb, 25/11/2023 - 18:14
4 al 2 Lun, 27/11/2023 - 16:01
5 Kusko Mié, 29/11/2023 - 19:05
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