Samuel Clavijo

Guardianes del territorio. Los partidos también ejercen

Ser guardián del territorio no es solo una responsabilidad legal, cívica o política, es, ante todo, un compromiso ético, cultural y de vida. A lo largo del tiempo, los pueblos, las comunidades rurales y quienes viven en contacto directo con la tierra han comprendido que el territorio es un ser vivo que lo conecta todo. Para ellos, ese concepto equivale a cuidar la memoria, la identidad y garantizar la  supervivencia.

Esta tarea no recae únicamente en las comunidades que habitan el territorio, pues ser guardianes nos corresponde a todos. Cada persona, institución y gobierno tienen el deber de proteger los ecosistemas y promover un equilibrio entre el desarrollo humano y la conservación ambiental.

Los guardianes del territorio son quienes defienden el agua, el buen uso de los suelos, las montañas, la flora y la fauna; quienes resisten ante las amenazas de la explotación desmedida y de la contaminación. Pero también lo son quienes educan, investigan, informan y toman decisiones conscientes para preservar la naturaleza.

Puede que muchos, aún sin consciencia de ello, seamos guardianes del territorio, y sin percibir sueldo por ello. Los agricultores, los que mantienen limpio el espacio en que viven y preservan el patrimonio heredado los son; los hijos comprometidos de esta isla que transmiten valores en el seno de las aulas o a sus convecinos.

Todos los que estamos vigilantes merecemos el reconocimiento que no nos brindan nuestras administraciones. La Fundación César Manrique, pongo por caso, representa aquellos valores y difunde cultura e información útil para nuestra vida y toma de decisiones. También es guardiana y custodia.

Por otra parte, la observación me indica que hay formas de sentirse guardián, en la medida en que percibimos a quienes se apropian del territorio y lo reservan para sí  y los suyos, que es una formula interesada y perversa. Esa misma experiencia me viene señalando que, por los gestos que muestran, los partidos con la responsabilidad de gobernar en los ayuntamientos, el Cabildo y el Gobierno de Canarias, antes y ahora, vienen dirigiendo su mirada escrutadora sobre nuestro territorio.

El Ayuntamiento de San Bartolomé entra en nuestra lista porque usa suelo del municipio para llenarlo de trastos escultóricos con las que insultar nuestra sensibilidad e inteligencia, en una carrera que ha emprendido por miedo al vacío que creen que es el territorio si no se llena de cosas. Desconocen la oportunidad de la contención, la belleza de lo simple, los valores naturales y aquellos otros, los culturales, que hemos heredado. Desconocen los elementales conceptos de calidad, de oportunidad, de necesidad, o de servicio a la ciudadanía. Aquí, casi podríamos meter a seis ayuntamientos  más.

El Ayuntamiento de Teguise no parece guardián. No lo es por abandono de lo que corresponde, y no lo es por ignorar la máxima que es “preguntar por lo que no se sabe”, como sucede con el conjunto histórico de La Villa al que no guarda  porque no sabe cómo hacerlo. Por eso, el Conjunto se guarda solo.

Siento que desde esta doble insularidad, que es la de ser isla y la de que nos perciban como isla no capitalina y menor a la que explotar, quieren obtener rédito o, directamente saquearla desde una posición supremacista. Pretenden convencernos de que sus iniciativas nos favorecen, aunque sólo sea un asalto a nuestros recursos más frágiles que son nuestro suelo y nuestro mar. Se apartaron, por mor de la Ley, los administradores del Estado, y, ahora, “los nuestros” quieren que sólo sean los partidos “de aquí” los que tomen las decisiones basadas en sus preceptos: el negocio y el engaño. Eso sí, con las más falsas y elevadas palabras sobre el sentido de lo canario y la ausencia de voluntad de reconocimiento de nuestra madurez para regir nuestro destino sin esas perversas tutelas. Lo afirman en alta voz y no se lo creen ni ellos. Sólo han sustituido a todos aquellos que antes pretendieron lo mismo.

Al amparo del latrocino que representaban los de fuera, aprendieron los de dentro y superaron al maestro. Ahora se adueñan del territorio a golpe de decretos de normas y de leyes, y han decidido dónde hacer una autovía que llene sus bolsillos, dónde un parque fotovoltaico que nutra sus cuentas o la de los suyos. Proponen planes generales para agradecer los favores otorgando privilegios a los leales, o redactan planes especiales para, nuevamente pagar favores y, en algún caso, ajustar sus cuentas con los infieles. Cuando el descaro es máximo apelan al “interés general” que tanto sirve para expropiar, como para apropiarse o ceder a terceros.

También son guardianes quienes, a su manera, hacen lo que pueden o hacen lo que conviene a sus jefes, así sea guardando silencio.

Pues sí, ya lo dije, y añado que, a la vista del despropósito que representan estos, y algunos otros que les han precedido, prefiero una mala tutela del Estado que esta fórmula de expolio a la que nos quieren acostumbrar. Y si protestamos, “errores, sólo son errores”, dicen. Algún otro, ni tan siquiera se molestaba en declarar eso, simplemente seguía adelante sin contemplaciones poniendo al volante de una retroexcavadora a aquel consejero de infausto recuerdo que era Sebastián Franquis. Hoy, el primero, es ministro sin pasado y con mala memoria, aunque la sombra de sus iniciativas siga persiguiéndonos en forma de autovía que quedó pendiente y que sus oponentes políticos, ahora en el gobierno, ya han hecho suya visto el negocio que parece ser.

Las zorras cuidando el corral. Es a lo que se reduce todo.

Comentarios

El golferio político de la isla está empeñado en arruinar el presente ( ya malo) y el futuro del territorio.

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