Irma Ferrer

El nene de la mochila

El Gobierno de Canarias se declara en guerra contra los menores que llegan en pateras a las islas. El nene de la mochila señala como enemigo al niño o adolescente que llega vivo y solo a las islas tras cruzar la ruta migratoria más mortífera de Europa.

El nene de la mochila quiere hacernos creer a todos que el chivo expiatorio de los males que padece la sociedad canaria son los seis mil, o cinco mil niños que buscan mejorar sus condiciones de vida. No hay que ser muy tonto para asumir semejante patraña, hay que ser mala persona.

El problema que tenemos en Canarias no es tener que sufrir a incompetentes o imbéciles al mando de las instituciones que nos gobiernan. El problema es mucho más grave que la estulticia partidista generalizada. La realidad no admite bromas, frivolidades, ni insultos facilones, porque no son tontos, no son idiotas, no es una broma, son malas personas gobernando nuestra vida, promocionando la maldad y banalizando la crueldad en pro del interés superior del partido.

Para hacer carrera política durante años y ostentar un cargo de representación pública, con el único objetivo posible de obtener un interés partidista, es necesario desarrollar una maldad intrínseca que obvie cualquier prejucio moral o ético. La trayectoria partidista implica necesariamente adaptarse constantemente a los mandatos de la secta sin cuestionar nada, y obedecer sistemáticamente hasta convertirte en un mandado que ejecuta las órdenes en beneficio del partido, enterrando para ello toda capacidad de raciocinio, eliminando todo filtro crítico, sin tener el más mínimo criterio moral o ético. El camino del éxito partidista te convierte necesariamente en mala persona. Cuando tocas el poder y te mantienes en la cúspide, la maldad es parte de tu ADN. La historia de la humanidad ha dado muestras infinitas de la íntima relación entre la maldad y el poder. Desgraciadamente la mayor parte de la población no ha atendido a las señales de alerta, se dejan gobernar por psicópatas y la historia se escribe con baños de sangre. La misma sangre que baña nuestras costas.

Cuando el Presidente del Gobierno de Canarias obvia deliberadamente los datos que contradicen la veracidad de sus afirmaciones, y convierte la falsedad en mensaje gubernamental, se convierte en un peligro para la sociedad que lo padece. No hay ética alguna que legitime la estrategia partidista de señalar a los más débiles, y exponerlos a la violencia y al odio de la comunidad. Hay perversión cuando esa estrategia se calcula minuciosamente con el objetivo de tapar la falta de planificación y la improvisación de sucesivos gobiernos que, tras 30 años de la llegada de la primera patera, nunca se han preocupado por poner los medios necesarios para atender de forma digna a las personas que huyen de guerras, hambre y sed, y que están en tránsito en las islas. La política de promocionar el odio en la sociedad de los que tienen la responsabilidad de gobernar, es propia de los déspotas.

El nene de la mochila ha decidido usar a los menores migrantes para tapar el ruido de la crisis ambiental, social y económica de la islas, esa que nos coloca en el primer puesto en el ranking de la desigualdad social y de la pobreza. Somos una comunidad vulnerable atravesando lo que se ha llamado por organismos internacionales como la tormenta perfecta, o el colapso civilizatorio. Se anuncia la crisis del capitalismo y vivimos en unas islas dependientes del turismo. Necesitamos liderazgos lúcidos y comprometidos con la humanidad, que dirijan las políticas públicas hacia el objetivo de anticiparse a los difíciles retos de un futuro incierto, que detecte nuestras debilidades y fortalezca nuestros recursos, con el objetivo de la supervivencia del primero al último de nuestros conciudadanos. Sin embargo, quien nos gobierna es un nene con mochila subido en el trono de la depravación política promocionando el rechazo al más vulnerable. Lo hace de forma consciente y deliberada. Pobres contra pobres, la sed contra el hambre. Es la vieja política de la confrontación. Hay que ser mala persona, muy mala persona.

En el siglo de la información y de la educación pública y generalizada, en el Estado del bienestar en el que vivimos, en un país democrático y en un estado de derecho que vive en paz desde hace más de 40 años, el ignorante lo es por elección. El nene obvia el conocimiento y opta por la crueldad como campaña gubernamental. No duden que conoce perfectamente la historia de las migraciones en Canarias, sabe del sentimiento solidario y acogedor de este pueblo abusado y sometido. Y quiere eliminar lo que nos queda de solidaridad y humanidad. Quiere que los más vulnerables sufran el rechazo de los que habitamos la tierra media, y que los de la tierra media suframos la explotación de la cúspide, mientras aplastamos la cabeza del más vulnerable. Nos convida, con dinero público, a pelearnos entre nosotros para que no miremos hacia arriba, a las alturas, donde se ubica el trono del depravado poder. Desde las alturas del trono, el nene de la mochila no adolece del conocimiento, adolece del sentimiento. Sabe lo que hace, y sabe las consecuencias de lo que hace. Se trata de algo tan antiguo como la crueldad humana. De esa con la que se escriben los episodios más oscuros de la humanidad.

Echedey es el soldado raso de esa necropolítica ejecutada con conciencia y cargada de maldad. Ni tonto, ni ignorante. Solo es el resultado de una obediencia ciega al partidismo que banaliza el mal. Uno más que tiene la necesidad de abusar para sentir el poder del cargo político.

Cuando tienes hijos deseas que en sus vidas no sufran la crueldad del abusador. Yo no tengo miedo de que mis hijas coincidan en su trayectoria vital con niños de otras razas. No tengo miedo de que compartan sus experiencias vitales con personas de otras culturas, religiones, idiomas, condición sexual o género. Al contrario, lo han hecho desde pequeñas y son mujeres fuertes, solidarias y conscientes del mundo que habitan. Mi preocupación como madre siempre ha sido que topen con malas personas que les hagan daño y disfruten haciéndolo.

Los verdaderos monstruos tienen aspecto de seres humanos.

 

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