Desde las primeras representaciones urbanas del núcleo portuario de Arrecife, a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, aparece la configuración de una avenida marítima, más o menos esbozada, que servía como importante vía de comunicación y de tránsito de mercancías, vehículos, personas y animales entre los puertos del Arrecife y de Naos, desde donde partían los diferentes caminos hacia las localidades del interior, sur y norte de la Isla; siendo la popular “Boca del Muelle” el punto de arranque de esta centenaria red insular de comunicaciones.

Esta Avenida Marítima, conforme creció la ciudad de Arrecife a lo largo de los siglos XIX y XX, no sólo marcó el trazado de estas vías de comunicación, sino que definió el perfil frontal de muchas de las viviendas y edificios principales, así como la forma de relacionarse de la nueva sociedad comercial y portuaria de la capital lanzaroteña. La Avenida, por tanto, desde siempre ha sido no sólo lugar de tránsito y comunicaciones, sino también uno de los puntos socioculturales y económicos de referencia de la impronta urbana de Arrecife. Desde allí no sólo se exportaban los productos agrícolas, se desembarcaban las mercancías que llegaban de fuera y se realizaban las transacciones económico-comerciales, así como la salida y entrada de pasajeros, sino que también en esa misma avenida se organizaban la mayoría de los festejos, eventos religiosos y los actos socioculturales más importantes de la capital. Hoy, sólo nos quedan esos recuerdos en forma de documentos gráficos y audiovisuales, así como algunas referencias literarias y de la cultura popular. Antes, por tanto, todas esas dimensiones urbanas convivían en armonía. La Avenida y la Calle Real eran, en ese sentido, el verdadero pulmón social, cultural, comercial y político-administrativo de Lanzarote. Hoy, definitivamente, ya no lo son.

A mi juicio, torpes, desafortunadas y “acampurriadas” decisiones acordadas a lo largo de nuestra historia local reciente, siguiendo una política institucional que cuando no sabe qué hacer con un espacio urbano decide peatonalizarlo o desplazar sus usos a otros lugares lejanos,  han ido provocando que la Avenida haya ido perdiendo protagonismo en el tejido vivo de la ciudad, convirtiéndola en un área desolada, deshumanizada y sin sentido urbano alguno. Convirtiendo en un hecho irrefutable el dicho que dice que “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Desterrar las fiestas de San Ginés o los Carnavales al extrarradio de Arrecife, no reponer los árboles enfermos o no ajardinar decentemente los parterres ni plantar nuevas palmeras o árboles con copa amplia que aporten sombra y conviertan a esa zona en un área agradable y confortable, son acciones que han ocasionado que nadie quiera ya transitar esa zona, convirtiéndola en un territorio indefinido, desapacible y extraño no sólo para los propios residentes, sino para cualquier foráneo que no encuentra explicación del desafortunado destino de una avenida y de un parque que podrían ser extraordinarios, junto a la maravillosa marina que ya posee.

En agosto de 2015, con la disculpa de llevar a cabo una obra de rehabilitación de dicha zona y, de paso, proponer su peatonalización, la Avenida de La Marina de Arrecife se cerró al tráfico rodado en el tramo comprendido entre la Boca del Muelle y la rotonda del Casino Club Náutico. ¿Qué sentido tiene peatonalizar una calzada si junto a ella ya hay un hermoso parque, amplias aceras y un largo paseo junto a la muralla que delimita la marina que pueden usar los peatones? Ninguno.

Hasta donde sé, nadie (que yo sepa, insisto) había pedido al Ayuntamiento ni a las instituciones colaboradoras que emprendieran la obra de la peatonalización de la avenida. Tanto los anteriores responsables gubernamentales como los actuales se empeñaron en llevarla a cabo y la anunciaron como la gran intervención pública que dotaría a ese tramo no sólo de un área verde de sombra con más de una veintena de especies vegetales sino que convertirían a esta franja de la avenida en una moderna y dinámica área de ocio, como la ciudad se merecía.

La obra, después de incontables tropiezos ambientales, patrimoniales y administrativos (como era de esperar), está lista para ser inaugurada. Eso es, al menos, lo que dicen las notas de prensa del Consistorio capitalino. Y el resultado, al menos a mí me lo parece, deja mucho que desear.

En este largo año de esperas los vecinos y visitantes de Arrecife (no hablemos, por favor, de la vergüenza ajena pasada con los turistas) han sido testigos de dos hechos irrefutables: la “anunciada” muerte social y comercial del tramo de la Avenida de la Marina (y, por extensión, de la zona centro de la capital), así como el sustancial y vergonzoso empeoramiento del tráfico rodado en la ciudad, soportándose situaciones diarias de incomodidades, caos, desconciertos e improvisaciones hasta convertir el simple hecho de circular por Arrecife en una verdadera tortura, circunstancia que se ha agudizado con la eliminación de zonas para el estacionamiento.

Si finalmente el cierre del tráfico rodado por la Avenida Marítima se lleva a cabo, ocasionará que no sólo la ya sobredimensionada Vía Medular siga incrementado su nivel de saturación de vehículos, sino que también se obligue de nuevo a reorganizar el ya disparatado tráfico interno, amén de perder definitivamente el alivio que suponía tener este paso transversal marítimo para cruzar la ciudad. Sólo por un capricho institucional, del que nadie parece responsabilizarse.

Ante ello, cabe preguntarse si realmente el Ayuntamiento de Arrecife tiene un Informe o Memoria Técnica que preceptivamente no sólo advierta de los flujos, del volumen y de la intensidad del tráfico rodado en la ciudad, sino que también justifique si un tramo dado, como el de la Avenida de La Marina, puede cerrarse o no. En el hipotético caso de no tenerlo, ¿podría el Ayuntamiento autorizar su cierre sin esa valoración técnica? No lo sé.

Cerrar el tráfico rodado de la Avenida, a mi juicio, es crear un problema completamente innecesario. Que la Avenida pueda estar abierta al tráfico rodado no sólo debe entenderse como una ventaja urbana o una vía de desahogo al tráfico interno de Arrecife, sino también como una oportunidad estratégica para cruzar la ciudad o poder facilitar el acceso a su zona comercial, histórica y administrativa del centro, así como poder disfrutar de uno de los paseos en coche más interesantes que turísticamente puedan hacerse por Arrecife. Pensemos en los frentes marítimos de otras ciudades canarias portuarias ¿Alguien se imagina no poder circular ni disfrutar de los valores paisajísticos desde un coche o una guagua en las avenidas marítimas de Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Puerto del Rosario o Santa Cruz de La Palma? No, pero en Arrecife, sí. Arrecife se lo carga.

Auguro (aunque espero equivocarme) que toda esa amplia zona peatonal y parque se convertirá en un largo paseo muerto al que sólo acudirán a pie las personas que vayan a Correos, a la Casa de la Cultura, a la Delegación del Gobierno o a la UNED… Sospecho que todo este enorme espacio urbano, sin tráfico rodado, fagocitará hasta convertirse en un área solitaria, abandonada y desnuda, más de lo que ya está.

Creo que Arrecife no está para más experimentos urbanos de este tipo. Se acometen acciones en el trazado viario que nadie necesita ni reclama como este cierre, mientras su ceniciento, destartalado y abandonado casco urbano histórico está pidiendo “a gritos” un plan integral de intervención estructural que lo salve de su pésimo estado de conservación, del debilitado impulso económico-comercial de la Calle Real y sus aledaños o de la falta de zonas de árboles y espacios verdes, entre otras demandas urbanas.

Eso no preocupa. La cuestión es cerrar al tráfico la Avenida de La Marina para peatonalizarla y ser más modernos que nadie.