
El anciano que huyó de la residencia
"Un anciano nunca debe ser forzado a perder su dignidad ni su arraigo, ni su casa, porque son indisociables del hecho de estar vivo" (Anónimo)
Por cómo pinta, debe haber poca reflexión sobre las cosas esenciales. Los dirigentes públicos no parecen ponerse en la piel de aquellos para los que toman decisiones. Si hablamos de personas mayores, lejos de empatizar, lo hacen enfrentados y en el lado contrario, por lo que si hay que organizar cómo será la vida de una persona mayor, en lugar de pensar viéndose como mayor, deciden como un joven que toma decisiones a la ligera para los mayores y al que el asunto les coge a trasmano, tanto, como al hijo que quiere quitarse de encima a sus progenitores. Eso es lo que parece, porque, de haber sido de otra manera, habríamos visto circular encuestas por edades, pongo por caso, que preguntaran de manera inteligente cómo querrías que fuera tu vida cuando hayas cumplido muchos años y demandas determinada atención; si quieres que te encierren en una casa, Dios sabe dónde, o si optarías por mantener tus rutinas, tus hábitos, y, en lo posible, tu modo de vida. No sólo no ha circulado tal encuesta antes de que tres con poder se sentaran en una mesa para imponernos una residencia lejos de los lugares habitados, sino que ni se han visualizado como los potenciales usuarios. Como si no fuera con ellos, o, lo que es peor, creyendo que lo están haciendo de primera.
Por tan poquita cabeza deberían haberlos mandado tres meses de invierno a la residencia de mayores de Tahiche, sin móvil, sin visitas, sin hora en la pelu -y lo digo por él- y sin la posibilidad de ir a la Calle Real o a la plaza del pueblo. Eso tendría que haberles pasado antes de ponerse a hablar de construir residencias para mayores. Seguro que tras la experiencia, otras habrían sido las decisiones.
Pónganse en lugar de las personas longevas -porque en la radio a alguien se le encendió la luz y propuso que dejáramos de hablar de viejos, con lo que tiene de terrible la sola mención de la palabra, y que lo hagamos de las personas longevas- .Total y oportuno, pues más difícil es lo de los términos que no invisibilicen a la mujer y algunos han acabado en lo de "compañeros y compañeras" y todo el agotador lenguaje de parecido tono.
Se cumplen años, se jubilan y empiezan -empezamos- a molestar. De casa de uno a casa de la otra, y en ninguna te quieren. Te ponen una cama plegable en el cuarto de pila y de allí no te mueves.
Finalmente, entre lo que recibes de pensión y un poco más, te mandan a una residencia en el campo, lugar que nos toca las narices porque yo lo que quiero es mi centro sociocultural, mi Torrelavega, Democracia o Casino, donde socializar, donde seguir socializando. Y mis paseos por la vía del colesterol o alrededor de mi casa. Se trata de que una partida de desagradecidos ha estimado que los viejos son un coñazo, y los políticos, que creen que nunca llegarán a la senectud, se dedican a promover las residencias lejos de cualquier atisbo de vida, justo allí donde Cristo perdió los clavos.
Después del momento cuarto de pila, dejas de contar en la comida familiar y ni ves a tus nietos, y cuando te plantan en la residencia, el primer mes se turnan para que uno vaya cada domingo. Luego, un domingo al mes, -porque tengo cosas que hacer-. A continuación, ya ni van sino para que firmes algo que le conviene a esa partida de cabrones que tienes como hijos. Si al menos estuviera en el entorno en que hice mi vida, podré ir a donde se me antoje, pero en este llano de aulagas, ¿adónde voy? Hasta que llega la muerte, que suele adelantarse, trágicamente, por infelicidad.
Otros son más originales y, en un acto de valor, rebelión y lucidez, se fugan y se esconden, hasta que un despliegue de fuerzas sociales y policiales no sólo no lo rescatan, sino que lo detienen porque estaba en búsqueda aunque no quería ser localizado ni había cometido falta alguna, y lo devuelven a su lugar previo paso por el hospital para detectar, digo yo, algún rastro de demencia. Seguro que el buen señor es el más cuerdo de todos los que participaron en la caza del hombre, y en este momento desconozco qué dijo de su fuga aunque lo puedo imaginar: que lo encerraron lejos de casa contra su voluntad.
No puedo apearme del calificativo utilizado para algunas residencias, porque eso es lo que son, putas residencias en medio de la nada, por muy caras que sean y con estupendas instalaciones. Es mi particular Auschwitz, donde no me gasean porque no es lo políticamente correcto. Por tanto, mierda de Cabildo y mierda de sociedad que nos mata poco a poco, a fuerza de desgaste por aburrimiento, soledad y abandono en medio del paraíso que han decidido que son esos lugares en la nada. Todo, porque somos viejos, no personas con una larga vida. Y no hay dinero para una parcela donde construir una residencia en medio de la ciudad para todos los que esperamos ser longevos, pero sí hay tres millones para no sé qué cosa del turismo. "¡Váyanse al infierno, que si llego al 27, les va a votar su puta madre!", me parece escuchar a lo lejos. O no. Igual es el viento que silba por las rendijas de la residencia.
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