Mariem Díaz Fadel

Digámoslo de otra manera

Las mujeres occidentales, en igualdad de condiciones que sus compañeros varones, han decidido priorizar su desarrollo personal y apostar por dedicar más tiempo a logro de sus metas; al desarrollo profesional; al ocio y al cuidado de su imagen... Formar una familia con hijos se percibe  como una carga, y son mayoría las que andan desprovistas, según manifiestan muchas de ellas, de eso que llaman instinto maternal. Criar un hijo sigue siendo, de forma mayoritaria, tarea de ellas, y eso supone, en el mejor de los casos, interrumpir su ascenso profesional y el logro de algunas otras metas. Al hombre, cuando es padre  no le sucede nada de esto.

Cada vez más, muchas mujeres, si no renuncian, posponen la maternidad, aún a sabiendas de que con más de 40 años es extraordinariamente complicado engendrar un hijo. No digamos dos o tres. El hombre, no tiene esa dificultad, y, de tenerla, será de fácil solución.

Si la mujer occidental tiene menos hijos, y apenas hay medidas estatales para estimular la maternidad sin perder el tren de su realización personal y profesional, da igual lo fértiles que sean los hombres. No hay relevo, al menos  no lo hay aquí, y, por el momento, sólo nosotras podemos parir. Ya tocaría dejar de demonizar a las mujeres que se ofrecen a engendrar para terceros, que, total, están prestando un servicio a sí mismas, están disponiendo libremente de su cuerpo, y visto lo visto, a la comunidad o  a un padre o madre ajenos, o ambas cosas. Dejemos de ser hipócritas y de apelar a la libertad de la mujer porque cuando decide engendrar para otro, decidimos que los límites de su libertad los establece una como Irene Montero o la panda de progresistas del PSOE.

Los trabajos que no deseamos hacer, son para los inmigrantes, pues son estos los que cuidan a nuestros mayores, los que penan en las cocinas industriales, recogen nuestra basura y limpian nuestros hospitales. Sus hijos, plenamente acomodados a nuestro modo de vida, no querrán estas tareas y accederán a las oportunidades de formación que el país de acogida les brinda, titularán, y accederán a puestos de responsabilidad con menos competencia que ahora. Seguirá habiendo necesidad de trabajadores poco cualificados y para aquellas tareas que no queremos realizar seguirán viniendo de fuera.

La mujer occidental no quiere hijos, pero la mujer de países con menos avances se cargan de ellos y buscan fuera de sus fronteras mayores índices de bienestar, cuando no la paz de la que carecen en sus países.

Por tanto, ya podemos aventurar que el relevo a la ciudadanía que dejamos de tener, porque muchas de ellas han establecido otras prioridades antes que la maternidad, sin que las dos cosas parezcan compatibles,  el relevo, decía, vendrá en patera. Sus hijos serán nuestra ciudadanía. Es lo que hay, suene como suene y le moleste a quien le moleste.

 

Comentarios

Cual es el relevo en los países de origen de esos migrantes que llegan en patera? Esa actitud es neocolonialismo.
La autora no parece opinar sobre lo que debe ser ni adopta ninguna posición. Constata lo que hay, y si es neo colonialismo, es justo a la inversa de cómo fue antes. En el XIX íbamos a robarles sus riquezas. Ahora vienen ellos a mejorar su vida.

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