Ana Carrasco

Cruzo los dedos

"Podemos sufrir pero no debemos sucumbir. Si sobrevivimos, si salimos indemnes a este tiempo, cuerpo y alma, pero sobre todo alma, sin amargura, sin odio, entonces tendremos el derecho a decir: nuestra guerra ha acabado".

— Diario de Etty Hillesum, profesora judía neerlandesa asesinada en Auschwitz a los 29 años.

"Si muero, será de indignación ante la tontería humana, que es infinita, como dice Flaubert".

— María Bashkirtseff, pintora y escritora.

 

El último libro de Pino Aprile, "Nuevo elogio del imbécil", resulta provocador al defender que "estamos asistiendo al ocaso de la inteligencia humana". El periodista sugiere que, una vez garantizada nuestra supervivencia como especie, esa cualidad —fruto del proceso evolutivo y esencial para resolver problemas cuando éramos pocos y vulnerables— ha dejado de ser necesaria. Somos miles de millones; será difícil que nos extingamos. Y, al igual que desapareció el pelo que cubría todo nuestro cuerpo, nos estamos desprendiendo de la inteligencia. Su conclusión es que predominará la imbecilidad.

Científicamente, su tesis no está demostrada, pero su análisis sobre el comportamiento humano es perspicaz e invita a la reflexión. Pino Aprile considera que el Homo sapiens lleva tiempo creando sistemas sociales que, llegado un punto, exterminan a las mentes más lúcidas. Expone varios ejemplos, entre ellos, la persecución y muerte de los judíos y la Santa Inquisición, que en España se prolongó durante trescientos años.

Tras la lectura, uno concluye lo que ya todos sabemos: que los regímenes políticos dictatoriales, tarde o temprano, terminan reprimiendo la inteligencia. Y sus obedientes máquinas de poder, persiguiendo y asesinando mentes brillantes o a quienes no se callan. Un buen catálogo de personas ejemplares que no se callaron es "Grita" de Roberto Saviano.

"Gobernar es fácil cuando el pensar se inmoviliza", afirma Chantal Maillard. La filósofa se refiere a cuando, en una democracia, una mayoría no piensa con razones, sino a partir de meras adhesiones. Quizás esta sea una de las razones por las que Aprile piensa que la imbecilidad humana es epidémica, se propaga con aceleración y no tiene límites.

No tuvo límites el jefe de la propaganda nazi, Goebbels, capaz de vanagloriarse de su poderío para matar. La poeta judía Gertrud Kolmar, asesinada por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz, decía de Goebbels que era "el Nerón que se hacía aplaudir en la arena por un pueblo vociferante". La propaganda y los discursos de los nazis incendiaron el ambiente. De alguna manera, la ciudadanía alemana, "seducida" por teorías racistas, se contagió de odio y abrió la llave del gas asesino con sus aplausos.

Otro caso de hostigamiento que me viene a la cabeza es el de Stalin contra los genetistas soviéticos: el botánico Nikolái Vavílov fue el blanco principal de la imbecilidad del dictador. Vavílov, uno de los biólogos más admirados del mundo, fue arrestado bajo la acusación de espionaje y sabotaje. Murió en un gulag. Él, que quería sacar al pueblo de las hambrunas, murió hambriento.

Por desgracia, muchos dirigentes del presente son ejemplos de la inquisición y la estulticia del siglo XXI. Cuando Donald Trump asumió de nuevo la presidencia de EE. UU. en enero de 2025, una de las primeras medidas que tomó fue eliminar las políticas de ahorro de agua, entre ellas, las restricciones a la presión de los grifos y cabezales de ducha. "Quiero cuidar mi precioso pelo", argumentaba. Pero lo que hay debajo de ese pelo dorado es una mente tirana y caprichosa que se mofa de la ciencia y del cambio climático en aras del enriquecimiento personal.

Hace meses vi una película estadounidense de Delmer Daves (1959) titulada "El árbol del ahorcado". Se trata de un filme que escenifica cómo todo un pueblo, excitado por el descubrimiento de oro y por la arenga de un imbécil, casi termina ahorcando al único médico del lugar.

Saramago advirtió que llegaría el día en que la inteligencia sería despreciada y la estupidez adorada. Creo que ese día llegó, y no por ser innecesaria la inteligencia, sino porque, entre otras causas, el uso masivo e ilimitado de dispositivos está atrofiando nuestras habilidades cognitivas. Lo explica estupendamente Lola López Mondéjar en "Sin relato". A Mondéjar le preocupa la pasión por la ignorancia.

En fin, no creo que la inteligencia humana llegue a desaparecer, como cree Aprile. Cruzo los dedos. La necesitamos más que nunca para hacer frente a la imbecilidad de pretender ahorcar al único planeta donde nuestra vida es posible.

 

P. D. Un atributo más de la estupidez humana es la querencia por el crecimiento infinito.

Comentarios

La inteligencia no desaparece, ni aunque te la atribuyas...resurge de la última ceniza, de esa que no conseguiste apagar, de eso se trata, de volver, de levantarse, de volver a seducir... Hay una palabra primera que le falta a este texto, honesto, hoy y siempre toca ser honesto... Hoy y siempre es el ejemplo que dejamos a los que nos suceden ... Xq es eso

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