Cajeras
Llevaba tiempo queriendo escribir acerca de las cajeras de supermercado, digo cajeras porque se trata de un oficio desempeñado fundamentalmente por mujeres. Aunque es verdad que todo está cambiando. De hecho, una de las últimas veces que he ido a un súper, de las cinco personas al frente de las cajas, cuatro eran hombres.
Las razones que me llevan a escribir sobre esta profesión son varias, siendo una de ellas analizar nuestro comportamiento en un supermercado a la hora de pagar. Haber leído "Mira las luces, amor mío" de la escritora francesa Annie Ernaux, ha sido fundamental para percatarme de lo que ahora escribo.
Apunta Ernaux que de los 7 millones de trabajadores pobres que tiene Francia, una buena parte son cajeras, pero lo que me sorprendió es la productividad exigida a esta profesión, es decir, el número de artículos que deben escanear, unos 3.000 por hora.
Como si de un medio de transportes se tratara, las cajeras más valoradas allí, aquí y en Pekín son aquellas que mueven velozmente las muñecas y dedos para coger el producto, encontrar el código de barras y acercarlo al lector. Lo deplorable es que muchas veces lo hacen bajo la mirada escrutadora de las personas alineadas en la cola para pagar, porque en esta sociedad de la prisa, en la que ya no hay tiempo para una sonrisa, un ¡buenos días!, o un ¡adiós, gracias!, lo que importa es hacer la compra y elegir bien en qué fila te pones.
El cultivo de la prisa empieza a ser tan irracional que, hasta la desesperación se huele, a veces, en las colas de los supermercados. Si las mentes hablaran en alto, oiríamos barbaridades, y seguro que la frase más amable pronunciada sería "Qué lenta, por Dios". Pero ellas no son lentas, somos nosotros que estamos enfermos, enfermos de progreso.
Es tal la gravedad de nuestro trastorno, que en nuestra breve estancia en el súper, además de evaluar a la cajera, evaluamos los carros y el número de productos contenidos, si el volumen obedece a cajas de leche y garrafas de agua, si en la cola hay personas mayores, el número de carros que hay en cada caja, etc. Todo un máster en cálculo matemático para acertar con la fila y ahorrarnos dos o cinco minutos. Y todo eso lo hacemos ante la mirada resignada de nuestras heroínas de la pandemia, aguantadoras de nuestra irritación, sabedoras de nuestra impaciencia. Ahora que por fin ya hemos llegado a la caja, da igual si el que espera desespera porque tardas en colocar la compra en las bolsas o en sacar la tarjeta de crédito. Tu tiempo me importa un... Es la plusvalía del progreso.
Para conseguir un puesto de cajera te exigen: buen trato al público, habilidades comunicativas, orientación al cliente, disponibilidad de turnos rotativos y partidos, incluidos fines de semana... En ese buen trato al público está el ser víctimas de la prisas ajenas. Y para el buen desesperado o buena desesperada, incluso hay consejos en internet a la hora de hacer cola: elegir mujeres cajeras mejor que hombres, evitar las filas donde hay ancianas, optar por la fila de la izquierda porque los diestros, que somos más, tendemos instintivamente a elegir las filas de la derecha...
En fin, que mucho hemos cambiado. Cuando yo era pequeña, el empleado de la tienda de comestibles venía a casa en bicicleta. En una pequeña libreta, mi madre apuntaba lo que necesitaba y se la entregaba. A lo largo de la mañana, Norberto, así se llamaba el empleado, regresaba con la compra. Y si íbamos a la tienda, mejor, podía caer un chicle o un caramelo mientras esperabas entretenida escuchando la conversación de los mayores. Una tarde escuché que un vecino nuestro tenía en el banco un cuarto de millón de pesetas. Era toda una fortuna. Yo no salía de mi asombro.
Hoy no sabemos cómo se llaman las cajeras que nos cobran, y resulta imposible quedarse con sus caras porque, entre otras cosas, no hay estabilidad laboral. El salario promedio de una cajera en España ronda, según fuentes consultadas, los 17.000 euros al año, 8,72 euros por hora. Nuestras heroínas de la pandemia, por poner un ejemplo, tendrían que trabajar unas diez horas para pagar la consulta de un traumatológico privado, y es que la tendinitis, el mal del túnel carpiano, los problemas cervicales, la lumbalgia... son dolencias propias de esta profesión.
He tenido la suerte de contagiarme por COVID teniendo tres dosis de vacuna en el cuerpo, y aun así lo he pasado mal. Me las imagino angustiadas en tiempos de pandemia, cuando ni se sabía bien, ni la vacuna existía. Y me las imagino ahora, preocupadas ante una sociedad en la que la desaparición de las cajeras progresa por la irrupción de las tecnologías del progreso y cajas de cobro automático. Toda una paradoja. A ellas y a ellos quisiera trasladar mi gratitud y consideración.
Comentarios
1 Ramón Ventura Lun, 11/07/2022 - 10:51
2 Esther Lun, 11/07/2022 - 15:54
3 Ana Sofía González Lun, 11/07/2022 - 16:56
4 Manu2179 Lun, 11/07/2022 - 17:49
5 Hola Jue, 14/07/2022 - 13:38
6 Parece Jue, 14/07/2022 - 17:45
7 mujer Vie, 15/07/2022 - 00:20
8 Cajeras Vie, 15/07/2022 - 15:03
9 Amina Sáb, 16/07/2022 - 17:17
10 Ana Carrasco Mar, 19/07/2022 - 16:17
11 Ana Carrasco Mié, 20/07/2022 - 16:06
12 Anónimo Mar, 26/07/2022 - 11:39
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