Mariem Díaz Fadel

¿Hombres, gais, y cosificados?

Pensaba en cómo acometer este artículo sin meterme en un jardín, con el temor puesto en no herir susceptibilidades. No se me ocurre otra cosa que manifestarme con libertad y con el respeto debido, que es a lo que deberíamos estar obligados siempre. También sé que no resulta políticamente correcto elevar opinión alguna fuera de los estándares autorizados a nada de lo que rodea a los denominados como colectivos LGTBYQ+ o con determinado feminismo, pues no resulta fácil discrepar, mantener posiciones diferentes, ni apuntar matices. Verdaderamente, resultan universos poco permeables a la discrepancia. 

La sociedad suele mirar con bastante indulgencia y mayor diversión a los hombres que se visten de mujer, pero lo condicionan a que el marco de tal acto, ya sea de travestismo o de transformismo, sea lúdico, y como muestra existe alguna con notorio éxito que hasta ex-presidentes de Cabildo se presentan. El carnaval es el que siempre dio juego para aquellos tiarrones despendolados con media de rejilla y tetas de plástico, también para aquellos otros que, simplemente, adoraban vestirse de tía o que deseaban ser mujer. A todos ellos la fiesta otorgó, incluso, la posibilidad de ser quienes quisieran ser. En una cultura con tanta antigüedad como prejuicios, la normalidad de que cada cual sea lo que quiera ser, sigue no siendo tan bien vista. Aún así, la feminización del varón provoca una tolerancia mayor que si el caso fuera al contrario. Resulta más fácil de asumir, incluso para nosotras, aquello de que todo hombre lleva una mujer dentro que lo de que una mujer lleve un porcentaje de varón en su ser. Todo lo anteriormente expresado, así, sin mayor análisis y sin reflexiones sesudas, y con la certeza de que la sociedad  sigue sin querer admitir que la condición del ser humano está muy lejos de ser uniforme. 

Que los hombres se travistan y se transformen es, de tan viejo, hasta aburrido. Cíclicamente, la sociedad pasa momentos de intolerancia cuando esa misma sociedad elige a determinados representantes, o estos se erigen en sus gobernantes, que luego legislan para someter al pueblo a los dictados de sus fobias y a sus persecuciones.

Travestismo y condición sexual nunca han ido exactamente de la mano, pues este acto suele tener un componente fetichista. Tampoco el transformismo, aunque generalmente vaya asociado a varones gais. Es más, parece que existen infinidad de supuestos, como el placer de vestirse de mujer y hasta de erotizarse con ello sin que al señor de turno le ponga lo más mínimo que se lo tire otro varón. Parte de la historia de vestirse de mujer ha tenido tintes marginales, tránsitos difíciles, y, muchas veces, finales dramáticos.

Cuando hablamos de espectáculos de hombres disfrazados o caracterizados de mujer, de transformismo, sabemos que son réplica de la tradición de los certámenes de mises -aunque hoy casi nadie los define con ese término- y también existen los que proceden a la elección del tío más guapo. No conozco, al menos no se publicita con la misma alegría, ningún certamen de la mujer más macha,  la que una vez caracterizada llegue a dar el pego de súper tío. Lo curioso es que se han ido abandonando los certámenes femeninos por aquello de la cosificación de la mujer pero nadie dice nada de la aparición de certámenes transformistas que no sean un acto cómico, aunque los haya,  pues a los que hago referencia son tan rigurosos como los de mises. Nadie habla en estos casos de la cosificación de la persona.

He necesitado hacer esta introducción para referirme a lo que se anuncia para las próximas fechas,  no como un acto reivindicativo ni cómico, sino del certamen Gay Diosa Canaria a celebrar en Tías. Y es que es el título lo que me parece mal cogido, y explico por qué. Si la sociedad parece tener un problema de aceptación con según qué cosas, no creo que una de ellas sea con este tipo de certámenes, ni con espectáculos similares, pero parece que asociar transformismo a varones gais podría prestarse a alguna  lectura poco favorable para un montón de personas que coinciden con que la palabra“gay”en el título del evento es un flaco favor a lo que podríamos denominar como la causa gay y a su proceso de normalización. Como de las mujeres gais no toca, pues pasamos de puntillas señalando sólo que es como si ser mujer homosexual fuera asociado exclusivamente a mujer masculinizada. La evidencia de mujeres salidas del armario nos señala que, tirando sólo de aspectos estéticos, hay de todo, muchas, de rompe y rasga según los parámetros universales de belleza y mujer cañón. De hombres fuera del armario, tal que lo mismo, es decir, de todo. Tan “de todo” como en el resto de la población. Imaginemos ahora que el certamen lo organiza un colectivo de mujeres homosexuales y le llaman Mujer Gay Dios Canario. Creo que haría idéntico flaco favor a la conquista del espacio que corresponde a la mujer homosexual en la sociedad como ser humano sin ser estigmatizada por lo que se interpreta como una etiqueta para todas las personas homosexuales: mariquitas unos y machonas las otras. Y todo por el uso de tal condición en su presentación.

Puede que la organización del evento descarte varones heterosexuales en este tipo de certámenes, aunque esto esté superado en las galas drag de carnaval en las que hasta se presentan mujeres. Puede también que no le interese convocar una gala masculina para festejar un dios canario en lugar de una diosa, porque lo que parece destacar es la esencia gay-transformista del espectáculo.

En estos días, un diario tan serio como El Mundo, publicaba su lista anual actualizada de destacadas personalidades homosexuales con dimensión pública. Se trata de recordar que la condición sexual de los protagonistas de la lista en nada afecta al inmenso talento desperdigado por todo el ancho mundo; que la naturaleza adorna algunos aspectos de tu ser sin criterio alguno, y sin que esa circunstancia inhabilite a nadie para estar en el podio de la investigación, la ciencia, las finanzas, el arte, la política, el deporte, la cultura... Y puede que a alguna de esas personas le encante travestirse, pero no se visibilizan por tal situación. También circulan por ahí, y son mayoría, personas que no salen en lista alguna, gente con vidas sencillas que sólo desea ser feliz y que no las señalen. El logro de la perfección de nuestra sociedad estaría en publicar la lista de mujeres y hombres talentosos sin mención al “con quién se lo hace”. Entretanto, se va conquistando la normalización con listas como esas.

El asunto de esta gala me interesa lo justo, más bien poco. Las personas, sí, esas son las que dan sentido a que me esté ocupando de algo tan banal como un certamen de belleza, de los que sé que ya no están demasiado bien vistos; de los que algunos colectivos consideran como cosificación de la mujer, pero no leo ni escucho a nadie opinar sobre este tipo de certámenes transformistas para gais,   por lo que me concedo una licencia para opinar de una gala gay de diosas donde los candidatos hasta son denominados como “candidatas”. Y no es carnaval, no, ni tiene que ver con un acto de divertimento relacionado con el día del orgullo gay. Si, además, el ayuntamiento de Tías, por muy PSOE, transgresor y adalid de las libertades que sea, promociona el asunto, debería de haber  pensado en la población gay a la que no interesa este tipo de eventos ni desea que se tenga una imagen tan monocolor de la población homosexual. Hablamos de que si desean seguir adelante, lo hagan eliminando del título la palabra “gay”. ¿Que tal Trans (de transformismo) Diosa Canaria? También habrá quien opine que un ayuntamiento no está ni para esto ni para mises. No me mojo sobre cómo gasta lo público el PSOE de Tías, aunque sí sobre su falta de reflexión. Si fuera un certamen de mujeres transexuales, en la línea de lo poco edificante de estas concurrencias, creo que tendría el mismo componente. 

La isla es difícil, como todo pueblo pequeño, y no podemos dar por normalizada la convivencia, tanto es así que dudo que nadie conozca cuántos políticos, representantes de entidades, financieras, abogados o médicos son homosexuales. Claro, a nadie debería importarle tal asunto, pero es que, si para quien considere que está dentro del armario, se le puede pasar por la cabeza salir de él, esos certámenes de transformismo malamente denominados como gais, no ayudan, y me consta que a un grueso de señores gais les sienta como una patada en la espinilla. Lo visible será que los  hombres gais tienen un certamen transformista anunciado y, posteriormente, otro con carácter nacional.

Aunque todo esto es la vida y cada cual hace con ella lo que quiere, las madres y los padres de niños gais, y muchos hombres gais no creo que estén muy felices con el uso tan partidario del término “gay” asociado sólo al transformismo, en comparación con ese otro armario de dos puertas que El Mundo nos abre para gloria de la normalidad, poniendo su formación y talento como cartel bien visible, frente a aquel del certamen mencionado que podría tener un no sé qué de estigmatización.

Si cosificar a la mujer implica degradarla a mero objeto sexual, el certamen al que hago referencia no sólo cosifica al hombre gay que sabemos que está como tal bajo un atuendo femenino, sino que vuelve a poner en la picota a la mujer pues es su aspecto femenino el que se evalúa y se juzga. Puede que no le estén dando muchas vueltas a este asunto, ni los organizadores, ni los participantes, ni los colectivos preocupados por la mujer, ni los partidos políticos... Ni las periodistas que dan cancha con tanta  condescendencia como ligereza.

En el fondo, lo que me parece es que la naturaleza humana es diversa, rica y llena de matices, tantos, como seres la componen, como para que, por oportunismo o falta de una luz, quede en la población ese regusto tan sesgado. 

Comentarios

La homosexualidad siempre se asoció a afeminados y travestidos y algunos homosexuales fomentan esa visión tan reduccionista y dañina. . El título del certamen Gay Diosa Canaria es realmente desafortunado.

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