“Lo primero que quiero aclarar es que me han tratado fenomenal todos los profesionales, se han portado muy bien”, dice Antonio Díaz, sentado en su casa de El Islote. Le duele mucho la espalda y le cuesta levantarse. Hace dos meses se encontraba mejor. “Podía conducir, ahora no puedo ni darme la vuelta en la cama”, asegura.

Antonio tiene 49 años y tiene prisa. Lucha desde hace cuatro años contra un cáncer de vejiga que se le ha extendido a los huesos. En estos años ha sufrido tres intervenciones quirúrgicas y varios tratamientos de quimioterapia, radioterapia..., pero la enfermedad avanza. En abril le realizaron una prueba que confirma la metástasis en seis dorsales que se le extiende rápidamente pero también le dicen que puede tratarse con vinflunina, un tratamiento que cada inyección cuesta varios miles de euros.

Eso es lo que le dice desde el Hospital Negrín por teléfono a su oncóloga hace más de un mes y medio. El tratamiento está aprobado y sólo falta que se dé la orden a Farmacia para que se disponga de él, pero la realidad es que aún no le han avisado para que se lo administren.

“Se retrasan sólo por un problema burocrático”, dice Antonio. No entiende el retraso y más cuando no le sobra el tiempo y cree que se trata de “problemas burocráticos”. De hecho, el pasado miércoles le llega un fax del Negrín en el que le confirman que el tratamiento indicado sería la vinflunina. “Lo mismo que me dijeron por teléfono hace un mes y medio”, señala.

El informe dice que según los estudios de la Sociedad Española de Oncología Médica se considera oportuno este tratamiento en base a un estudio hecho con 369 pacientes tratados con vinflunina que dio como resultado “que la supervivencia global se consiguió de forma estadísticamente significativa”.

“Están dilatando el asunto y cada día es muy importante para nosotros”, dice

Antonio era taxista. Después de casi treinta años trabajando le ha quedado una pensión ridícula. En los últimos años ha pasado momentos muy duros por los tratamientos con radiación o las operaciones en que le cambiaron una vértebra por otra de titanio, pero no se rinde. Dice que como tarde mucho el tratamiento, quizá no tenga fuerzas ya para resistirlo, porque es muy agresivo.

En este último mes y medio ha hecho todo lo posible. Va al Hospital y habla con quien tenga hablar. No ha puesto una reclamación ni una demanda, tal y como le han recomendado. “Tal y como va la Justicia, de qué me vale, si cuando resuelvan a lo mejor ya no estoy aquí. Están dilatando el asunto y cada día es muy importante para nosotros”, dice.

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