EDICIÓN IMPRESA

Prohibirse a uno mismo

Modelo: Raquel Díaz. Foto: De la Cruz.
M.J. Tabar 1 COMENTARIOS 08/06/2014 - 08:08

V. se quitó la vida poco tiempo después de graduarse en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Los correos electrónicos que encontraron en su ordenador sirvieron para comprender las causas de su suicidio y reconstruir la verdad de sus últimos cinco años de vida, marcados por la bulimia, un grave trastorno de la conducta alimentaria.

“Nos dedicamos a trabajar y a trabajar y a trabajar porque pensamos que así vamos a dar lo mejor a nuestros hijos. Pero terminamos por no conocerles; se nos escapan muchos detalles”, reflexiona la madre de V.  Todo empezó como un juego, con una amiga de su edad. Eran dos adolescentes en plena construcción de su identidad, que comenzaban a tener sus primeras rupturas sentimentales.

V. tenía 16 años, era inteligente y sensible. Se sentía acomplejada por su físico y comenzó a seguir una página de Facebook que invita a practicar ayunos y hacer carreras de adelgazamiento. Este tipo de foros dicen propugnar un estilo de vida basado en la “perfección”. Unos usan un lenguaje premeditadamente ambiguo para no incurrir en delito. Otros anuncian sin rodeos “consejos para vomitar sin que tus padres se enteren”. En Google hay alrededor de 500.000 páginas pro-Ana (“simpatizantes de la anorexia”) y pro-Mia (de la bulimia). Entre los años 2006 y 2010 se multiplicaron en un 470 por cien.

“Su irritabilidad iba en aumento y nunca se dejaba ver desnuda”, señala una madre

V. empezó a manifestar cambios bruscos de humor: mentía con asiduidad y provocaba pequeños conflictos domésticos casi siempre a la hora de comer o durante la cena. Su irritabilidad iba en aumento, nunca se dejaba ver desnuda y se aseguraba de tener testigos cuando comía grandes bocadillos, que luego vomitaba a escondidas. En su intercambio de mensajes con una amiga, le aconsejaba y se confesaba: “Déjalo, que estás a tiempo. Yo ya no puedo”.

Padecía gastroenteritis severas con frecuencia. “Por los laxantes que se tomaba”. V. siempre fue delgada y su pérdida de peso fue complicada de ver. Después de su fallecimiento, descubrieron que tenía marcas en los dedos por los vómitos. Hoy su madre está en tratamiento psicológico por depresión y una manera de superarla es evitar que otros sigan el camino de su hija. “Hay muchísimas adolescentes que hacen caso de esas páginas en internet”, advierte.

“Ellos no pueden controlarlo; si los dejas solos, mueren. Necesitan ayuda externa”

M. es madre de una adolescente con anorexia. Ha invertido muchas horas en documentarse y entender el funcionamiento de la enfermedad: “Hay que tener claro que la anorexia provoca un trastorno cognitivo. La familia tiene que ser consciente de que el cerebro de una persona anoréxica no funciona con normalidad”, explica por teléfono. Hasta que el cuerpo no reciba alimento y el cerebro no se restaure con los aportes necesarios de glucosa y oxígeno, “es inútil cualquier tratamiento psicológico”.

Proceso duro

Su hija jugaba distraídamente con la comida y empezó a practicar deporte de forma compulsiva. En una etapa de su enfermedad llegó a pesar 40 kilos, con 1,74 metros de altura. Se arrojaba al suelo negándose a comer y temblaba cuando le ponían alimento delante. Su proceso de recuperación no ha sido progresivo y nunca suele serlo: es duro y está marcado por los altibajos. Después de un plan nutricional de 2.500 kilocalorías diarias, hoy pesa 56 kilos, pero se ve gorda. Su cerebro aún distorsiona su imagen. Sólo puede comer mientras ve la televisión. Ha desarrollado obsesiones que le impiden ir a un restaurante a cenar o modificar su rutina alimentaria.

En el Archipiélago canario no existe hospitalización especializada para estos casos

“Su objetivo es perder peso y todo vale. Al principio intentas razonar con ellos, pero no funciona. Están deprimidos, su carácter se ha visto modificado. ¿Cómo afrontas esto? Pues intentas entenderles, saber qué pasa por su mente. Ellos no pueden controlarlo, si los dejas solos, mueren. Necesitan ayuda externa”, explica M. Ni funcionan los argumentos ni reaccionan ante los  enfrentamientos.

Es muy frecuente que el entorno más íntimo del enfermo (padres, madres, parejas) requiera el apoyo de un psicólogo para aprender a convivir y luchar contra la enfermedad. Todo aquel que quiera ayudarles a recuperarse se convierte en su enemigo. “Eres odiado, te ves sometido al engaño. A veces parece que tu hija tiene un álter ego, una personalidad diferente; pero en realidad es la enfermedad la que habla”. Las causas de estos graves trastornos mentales son múltiples (biológicas, psicológicas y socioculturales). Favorecer el juicio crítico, la autoestima y la comunicación son herramientas educativas claves para prevenirlos. 

Más información: Asociación Gull-Lasègue para el estudio y el tratamiento de la anorexia y la bulimia en Canarias. Contacto: 928 24 23 45 / info@gullong.org

Menos casos en Lanzarote

Lanzarote está por debajo de la media canaria en casos de anorexia o bulimia. “No sé si el dato es bueno o malo”, dice Francisco Sande, psiquiatra de la Unidad de Psiquiatría Infanto Juvenil de Lanzarote. Los médicos de Atención Primaria siguen el protocolo establecido y  realizan controles analíticos y de peso. “Pero debemos recordar que la media de atención con cada paciente es de cinco a diez minutos”, apunta Sande.

Todos los posibles casos de anorexia y bulimia “se derivan con carácter preferente”. Hasta que acuden al especialista “transcurren entre siete y quince días como máximo”. Cuanto más tarde se diagnostique la enfermedad, más graves serán sus secuelas: osteoporosis, pérdida de fecundidad, hipotensión o problemas cardíacos. Teresa Pérez, psicóloga de la Unidad, recuerda que en ningún centro sanitario de Canarias existe hospitalización especializada para estos casos, que son remitidos a Barcelona, Madrid y Salamanca.

Comentarios

Sigamos haciendo publicidad de la forma física, la tabla, las cinturas, el compararse y cada vez tendremos más casos. Y como los medios juegan a esto, pues nada. Por mucho que se diga en los centros educativos (que se dice hasta hartarse) mientras que el entorno social no cambie, no hay nada que hacer. Las empresas de marketing lo saben y los medios de comunicación se aprovechan.

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