Uno partió de Canarias en 1950 y los otros de Marruecos y Senegal en 2001 y 2020, pero los tres describen las mismas motivaciones y los mismos miedos en el documental ‘Yo también crucé’

Pepe también cruzó: tres migrantes, tres épocas y una historia común
Uno partió de Canarias en 1950 y los otros de Marruecos y Senegal en 2001 y 2020, pero los tres describen las mismas motivaciones y los mismos miedos en el documental ‘Yo también crucé’
“Sientes la emoción y la tristeza de dejar la familia atrás y de llegar a un país donde no conoces a nadie y donde no tienes qué comer ni dónde dormir”. Las palabras son de un migrante que sabe lo que es echarse al mar en una embarcación precaria y clandestina en busca de una vida mejor, pero él no salió de las costas africanas. Su nombre es Pepe y su balandra zarpó de Gran Canaria hace 75 años, rumbo a Venezuela.
Hoy tiene 90 años y es uno de los tres protagonistas del documental Yo también crucé, presentado por la asociación juvenil Global Shapers Las Palmas, en un intento de combatir la “deshumanización” con la que hoy se habla de la inmigración. Junto a la de Pepe, el cortometraje intercala las historias de Lamhir y Elhadji, que llegaron a Canarias en patera desde Marruecos y Senegal en los años 2001 y 2020. Los tres pertenecen a generaciones distintas y no comparten origen ni color de piel, pero sus relatos como migrantes son casi idénticos. Las mismas motivaciones, los mismos miedos y la misma angustia en la travesía.
En el caso de Pepe, tenía solo 15 años cuando tuvo que emigrar de una España en plena posguerra. Llevaba trabajando desde los siete años y no veía un futuro: “Decidí marcharme porque se me hacía imposible, porque no ganaba lo suficiente”, explica. Por eso en 1950 se subió a una embarcación junto a otras 56 personas que también huían del archipiélago y de la pobreza.
Del viaje, recuerda que en la balandra “no tenía lugar, no tenía comida y dormía a la intemperie”; pero lo peor llegó cuando un temporal rompió el palo mayor y las velas. Llevaban varios días desorientados hasta que un barco francés los socorrió: “Nos dio un poco de comida, agua y el rumbo”, relata en el documental.
“No emigras por placer”
Lamhir tenía casi la misma edad que Pepe, en su caso 16 años, cuando se subió a una patera en la costa de Marruecos. De eso hace ya 24 años, pero lo recuerda “como si fuera ayer, porque es una experiencia que te marca para toda la vida”. Cuenta que pasó “todo el viaje mareado y vomitando” y al llegar a tierra, su cuerpo no respondía: “Intentaba correr y por mucho que quería, daba dos o tres pasos y me caía, porque no sentía ni los pies”.
“Hablan de la gente que viene como si fueras una enfermedad que entra al país”
Su viaje le llevó unas 20 horas y dice que fue “muy duro”, pero es consciente de que era “corto comparado con los trayectos que están haciendo hoy en día”, que parten de puntos más alejados de las costas de África. Muchos no lo consiguen: solo en 2024, se calcula que más de 9.700 personas perdieron la vida en esa travesía, que es la más mortífera de las rutas migratorias.
“La gente piensa que cuando uno emigra lo hace por placer o algo así, pero no saben que emigra para ayudar a su familia, o por necesidad, o porque huye de una guerra o de mafias o de lo que sea”, subraya Lamhir, que asistió a la presentación del documental en el Centro Cívico Conecta Tías de Puerto del Carmen.
Elhadji, el más joven de los protagonistas del documental, nació en Senegal y se dedicaba a la pesca, pero “perdía dinero”: “Íbamos día y noche a trabajar y todo salía a cero. No veía futuro ahí, no veía nada”. En 2020, con 19 años, decidió “cruzar”. El viaje duró varios días y lo pasó “mal”, pero subraya que para su familia fue aún peor, porque no sabían si llegaría con vida: “Ellos no comían, no dormían, porque no sabían cómo estaba”.
“El hogar no es solamente un sitio y yo ya tengo dos: aquí y en mi país”, dice Lamhir
Si hay una palabra que se repite a lo largo de todo el documental, es esa: familia. Para los tres protagonistas, ayudar a los suyos fue su principal motivación para emigrar, y también su principal angustia. De hecho, Pepe abre el cortometraje con unos versos dedicados a su madre, pidiéndole perdón por haberla “abandonado” cuando dejó Canarias. Pero precisamente por ellos viajó a Venezuela y después siguió pasando por Ecuador, Perú, Chile y Bolivia, hasta terminar en Argentina: “Yo trabajaba, reunía 50 bolívares y los mandaba a mi familia”.
Sentir que no eres igual
Actualmente el fenómeno migratorio se ha invertido y Canarias no es el punto de partida, sino el de destino, pero el motor es el mismo. “Decidí venir a España para poder ayudar a mi familia y sacarla para adelante”, explica Elhadji, que hoy tiene 24 años. Cuando llegó a tierra, solo pensaba en hablar con sus padres para poder decirles que estaba vivo, pero lo que encontró fueron cámaras. “Estamos recién llegados, ni siquiera hemos hablado con la familia y te empiezan a sacar fotos, te graban...” Fue el primer momento en el que le hicieron sentir que ellos no eran “iguales”.
El fenómeno migratorio se ha invertido, Canarias es el punto de destino
“A lo mejor sale en las noticias una foto de tu patera o de tu cara hablando de que está viniendo gente, y hablan de una manera que sientes como si fueras una enfermedad que está entrando en un país”, lamenta. Y lanza un mensaje: “Para entender a una persona tienes que tener contacto y después decides si te parece bien, si te parece mal... Pero no puedes juzgar y decir que todas las personas de un continente son iguales”.
Precisamente ese es el objetivo de este documental, y en ello se insistió en el debate posterior a su proyección en Lanzarote. “La ideología xenófoba ha cogido a un grupo de personas, que podía haber sido otro, pero se coge siempre a los más débiles, y se les ataca para dividir a la sociedad. Hace 100 años en Europa fueron los judíos y actualmente es la inmigración. Si conocemos un poco la historia, vemos que están repitiendo los mismos patrones, señalando a un grupo y diciendo que ellos son los causantes de nuestros problemas”, señaló el portavoz de la Asociación Pro Derechos Humanos en Canarias, Miguel López.
Por eso, Yo también crucé quiere recordar que los fenómenos migratorios han existido siempre, y que lo único que cambia es la dirección de esas rutas. Y lo hace poniendo rostro y dando voz a personas que un día, más o menos lejano, se jugaron la vida en busca de un futuro.
Pepe consiguió regresar a Canarias y Elhadji sueña con volver algún día a Senegal, pero Lamhir, tras 24 años en el archipiélago, tiene el corazón dividido. Cuando llegó tuvo que “empezar desde cero”, incluyendo aprender un nuevo idioma, pero hoy ha encontrado su lugar: “El hogar no es solamente un sitio y yo ya tengo dos: aquí y en mi país. Es difícil elegir entre uno y otro”.
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El público abarrotó la sala del Centro Cívico Conecta Tías de Puerto de Carmen para asistir a la presentación del documental ‘Yo también crucé’, pero hubo una voz inesperada que destacó por encima de todas. Cuando terminó la proyección y se abrió el debate con el público, un niño de solo ocho años salió al escenario para compartir su historia. Para decir “yo también crucé”.
Entre aplausos emocionados de los asistentes, el pequeño contó unas pinceladas del viaje que él mismo hizo en patera desde Marruecos hasta Canarias, y de cómo pasó todo el viaje vomitando. “Era muy fuerte porque hay algunas personas que se quedan”, dijo ante el público. “Algunos nos insultan. Dicen que somos marroquís, que somos africanos, que somos negros, que somos morenos, pero todos somos iguales”, defendió este niño, que sorprendió a los propios organizadores con su intervención. Él se encargó de resumir el mensaje que se abordó en el debate posterior al estreno del documental, que fue moderado por el fundador y presidente de Global Shapers Las Palmas, Carlos Shanka. Un debate que sirvió para responder a algunos mantras que alimentan el racismo, como que “los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo y a quedarse con las subvenciones”. “Yo si no trabajo, no tengo nada”, sentenció un profesor y sindicalista senegalés, que tuvo que dejar su país en 2001. Y también hizo hincapié en que muchos migrantes están haciendo los trabajos que los españoles no quieren: “¿Cuántos españoles hay en Almería trabajando de peón agrícola en un invernadero, que ahora hace 50 grados bajo el plástico?”.
La otra gran pregunta lanzada al aire fue: “¿Por qué entonces no se hacen rutas seguras de inmigración?” “¿Por qué se deniegan los visados?” Y coincidieron en que la respuesta está en el propio sistema: “Cuando tienes mayores problemas y estás más desesperado, estás dispuesto a trabajar por menos. Si esa gente no estuviera trabajando el campo en esas condiciones, ¿cuánto costaría el tomate, el pimiento, la lechuga? Tres o cuatro veces lo que cuesta actualmente. Y los gobiernos no están dispuestos a que suban los precios, porque si no, tenemos una revolución en nuestro propio país. Son políticas y actuaciones deliberadas”.
Por su parte, otra de las asistentes retomó desde el público la referencia al holocausto planteada por Miguel López, recordando los miles de personas que mueren cada año en el mar, y lamentando que son “unas muertes que parece que pesan menos”. “Tenemos una responsabilidad histórica como sociedad, somos responsables de lo que pasa en nuestras fronteras”, señaló, advirtiendo que la historia “nos juzgará” por esas muertes, como hoy juzgamos el holocausto y la Alemania nazi.
















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