MEMORIA DEL MAR

Pedro y Monso: los últimos del Charco

Pedro y Monso llevan treinta años saliendo juntos a la bahía de Arrecife en el Tauro. Recogen el pescado en las nasas y lo venden ellos mismos cada día

Saúl García 2 COMENTARIOS 29/07/2024 - 06:31

Ya dicen ellos mismos que “la gente está confundida” porque no son los únicos pescadores de bajura que quedan en Arrecife. Ahí sigue Javi en el Muelle de la Pescadería y hay “otros 15 ó 16 barcos en la Cofradía de San Ginés”, señala Monso. “Lo que pasa es que ellos no venden al público”, añade Pedro. 

Son los únicos que salen desde el Charco. Eso sí. Cada mañana, de lunes a viernes, si el tiempo lo permite y el estado de la mar da su permiso, enfilan el Tauro hacia la bahía de Arrecife, recogen el pescado de las nasas y lo venden en la pescadería municipal, junto al Ayuntamiento. Hace años que son los únicos que quedan en ese espacio. El resto vendía pescado pero no eran pescadores, y se acabaron marchando. 

Y llevan así, juntos, treinta años. Pedro es el patrón y Monso el marinero, aunque sea una categoría que solo opera mientras dura la navegación. “En la pesca llevamos más años, unos 40”, dice Monso, que puntualiza que juntos, no como compañeros sino como amigos, llevan más de cincuenta años, desde que empezaron a jugar al fútbol de chinijos en el Club Deportivo Lomo. “No había otra cosa entonces”, recalca Pedro.   

Pedro Cabrera empezó en la pesca con su padre. Monso Cáceres también: con el padre de Pedro. El abuelo de Pedro era velero, tuvo 14 hijos y varios de ellos se dedicaron a la pesca. Pedro empezó en la pesca con 18 años pero tuvo que ir al cuartel y también fue a la Escuela de Pesca a sacarse el título de patrón. Cuando volvió, Monso, que es un par de años mayor y había pasado por el sector de la construcción, ya trabajaba con su padre. Unos años después, el padre tuvo un accidente en el barco y se tuvo que quedar definitivamente en tierra.

Desde entonces, siguen ellos dos con la misma rutina, saliendo por la mañana para ponerse a vender sobre las diez o diez y media, antes en la pescadería vieja y ahora en la nueva, que ya no lo es tanto. “Más o menos la forma de trabajar siempre ha sido la misma”, dicen. Quedan en el garaje sobre las seis o seis y media. Hay veces que hay que arreglar las nasas, y cogen la falúa un rato después. Unos días van hacia Fariones y otros “hacia la Casa del Rey”.

“Los días en que hay calima, como no se ve la montaña, no podemos salir”

Lo de que la forma de trabajar es “más o menos” la misma es literal. No tienen GPS ni sondas Plotter ni nada. Ni ponen boyas a las nasas, aunque es obligatorio. “Si a veces nos las roban sin poner la boya, si la ponemos no cogemos ni una, además de que son un riesgo para otros barcos, por las noches es fácil que te lleves la boya con la hélice”, aseguran. Para localizar las nasas toman cuatro referencias, cuatro marcas: la primera en alguna montaña, el punto más alto, la segunda en una casa o una zona más cercana, “esa es la más segura” y luego una a barlovento y otra sotavento. Y apuntan las referencias a lápiz en una libreta. No discuten sobre la ubicación porque las escriben “sobre la marcha”.

Las nasas se colocan por tendidos. Se pone una y después otra a unos quince o veinte metros de distancia. Se dejan una semana, más o menos, y de vez en cuando se van cambiando de ubicación, “Cuando ya vemos que va a menos, la cambiamos, si no quemas la zona”.  

El esqueleto de la nasa es de hierro forrado con tela metálica. En las de medianía, las que están sobre fondo arenoso, no se coloca carnada pero a las que están sobre marisco, en roca, se les pone pan y sardinas. Pueden llegar a estar a unos sesenta metros de profundidad. Las suben a mano. También en esto son tradicionales. “Es que si le ponemos una maquinilla, entonces qué hacemos nosotros”, dice Monso. “Pero cuando vas cumpliendo años... -dice Pedro-, pues ya tira”. A veces pesa mucho, pero curiosamente “si trae un lance grande de pescado, es más liviana porque el propio pescado te ayuda”. Cuando llega la nasa a la superficie, sacan el pescado con la ayuda de un jamo.

Falúa

El Tauro es una falúa, la misma en la que pescaba su padre. “El barco lo tenemos bien”, asegura Pedro. Ahora quieren decorarla con unos escudos, pero no llegan a un acuerdo con la ubicación. Monso quiere poner el escudo del Real Madrid en el leito de proa, que es más grande y se ve más, y a Pedro no le convence que le deje el escudo del Atleti para la popa.

“Curiosamente, si la nasa trae un lance grande de pescado, es más liviana”

Dice Monso que madrugar “siempre jode” pero que se echa un café y se pone en marcha. Ya han dejado atrás los tiempos en que trasnochaban en la Recova, donde Rafael, y después tocaba madrugar. Según Monso, si Pedro no habla, él no inicia la conversación: “Habla lento y aburre a cualquiera, me vuelve loco”, dice del patrón. “Es justo al revés -contesta Pedro-, cree el ladrón que todos son de su  condición”.  En cualquier caso, después de tanto tiempo no les hace falta hablar para saber el estado de ánimo del otro. Y si hay suerte, hay días que van acompañados por los delfines que regatean junto al barco.

En esto de la pesca “hay días que coges mas y días que coges menos”, hay días tranquilos y días que se complican, e incluso hay días que no se puede salir, por la marea, el viento majorero o la calima. “Si hay calima, como no se ve la montaña, no podemos salir”. Han tenido algún que otro susto. Hay días que entra agua y otros que se para el motor, pero si pasa llaman al otro pescador de la bahía de Arrecife, o él a ellos si le pasa lo mismo. “No hay que confiarse”. Uno calcula que, si descuentan los días que no pueden salir, trabajan unos ocho meses al año y el otro dice que serán seis.

Pero si todo sale bien, como es habitual, de buena mañana ya están de vuelta, con el pescado sobre el mostrador, viejas, bocinegros, jurel, gallo, pulpo, sargo o mero, sin hielo porque se ha estropeado la máquina, pero sin mayor problema porque el pescado es fresco y cuando lo venden todo se van a casa. “Si pones hielo la gente se mosquea y se piensa que no es fresco”.

Bahía

En todos estos años la bahía de Arrecife ha cambiado mucho. Antes, entre la barra y la costa, todo eran praderas submarinas, pero también había mucha suciedad por las conserveras y los vertidos a la marea. Había santorras, anguilas, un tipo de morena más fina que al actual, pollas de burro y aguavivas a montones en el Puente de las Bolas. Pero fuera, donde hay más corriente y donde siguen pescando Pedro y Monso treinta años después, el cambio no ha sido tan grande.

Imágenes

Comentarios

Gracias. Es necesario hacer reportajes sobre la gente y tradición de aquí. No de filipinos, godos y demás.
Los conozco desde que era niño. Y siempre los he visto hacer lo mismo a los dos, juntos. Primero con el padre de Pedrillo y luego solos. De la vieja escuela, cuidando lo que da de comer

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