Las máscaras de Lorenzo Morín
El único artesano dedicado en exclusiva a realizar máscaras de cuero en la Isla recuerda los orígenes de su trabajo cuando “sí se podía vivir de la artesanía”
Lorenzo Morín lleva 25 años dedicado a la artesanía del cuero aunque, como otros muchos artesanos, en estos tiempos que corren, sólo como afición. Recuerda que sí hubo un momento en su vida que, junto a su mujer María Jesús De Páiz, se dedicaba de lleno a la elaboración de sus conocidas máscaras, convirtiéndose en el único que, actualmente, las realiza en la Isla. “Incluso en Canarias, creo que solo estoy yo”, puntualiza.
En esa época, el matrimonio trabajaba de lunes a sábado confeccionando sus obras artesanales que el domingo presentaban a los visitantes del mercadillo de La Villa. Por aquel entonces, la artesanía lanzaroteña tenía mucha salida y “se vendía”, comenta. También contaban con la posibilidad de exponer sus trabajos en una tienda específica en el Monumento al Campesino y el mercado aún no estaba plagado de imitaciones ni de artículos made in China que han venido plagiando el trabajo de los artesanos lanzaroteños.
Recuerda con nostalgia que los diseños de su propio hermano, artesano de la arena, “fueron copiados de manera literal” por los nuevos negocios que han crecido al amparo de la producción industrializada. Ahora sólo participa en las tres grandes ferias, la insular de Mancha Blanca, la de la vecina Fuerteventura y la regional, siempre y cuando consiga la puntuación requerida. Sus máscaras de cuero han dado nombre incluso a alguna de las tiendas a las que surte, como La Fuentita de Corralejo y que se la conoce como la ‘tienda de las máscaras’.
El oficio lo aprendió de unos artesanos franceses en la época en la que trabajaba en Puerto Calero como operario y que el mar trajo a su vida. “Estuvimos muchos años dedicándonos únicamente a esto, pero el mercado empezó a bajar. Ahora lo tenemos como un extra”. En su primera época, el cuero lo compraban a Félix el zapatero en Arrecife. Ahora se surte del mercado de la Península. Usa piel de oveja tratada que, tras humedecer, posa sobre los rostros moldeados para darle forma. Después de secar la pieza le confiere el color deseado, adorna y abrillanta.
Sus máscaras decoran paredes o visten bustos al estilo del carnaval veneciano. Dispone de varios tamaños e incluso dobles. Hay clientes que le solicitan sus propias decoraciones y tonos e, incluso, ha pensado en personalizarlas, confiriéndoles personalidad a los rostros, pero el laborioso trabajo de obtener un molde de rostro humano le mantiene reticente aunque no lo descarta para una obra familiar.
En cuanto a las de diseño más carnavalero, recuerda que no están pensadas “para darles mucho trote” aunque sí las ha prestado en desfiles de moda, como la pasarela que se organiza en la Feria de Los Dolores de Mancha Blanca. Ahora, ha comenzado a trabajar también con cepas de viña que convierte en base de sus máscaras o en lámparas muy naturales. “Hay que tratarlas para que no se piquen y ponerles un barniz”.
En su taller muestra además orgulloso una máscara doble que elaboró hace 25 años. “El cuero es para toda la vida”, señala. También cuenta en su eventual taller de San Bartolomé con un cuadro en relieve del paisaje lanzaroteño silueteado en cuero e inspirado en una obra de madera. A lo largo de su carrera como artesano, ha realizado otras obras de marroquinería y calzado en piel.
Lorenzo proviene de una familia de artesanos. “Tengo hermanos que trabajan la artesanía con arena. A mi madre también le gustan mucho las manualidades”, explica. Sobre las nuevas generaciones, señala orgulloso que uno de sus hijos de 15 años ha mostrado interés por este oficio. Lorenzo es hijo de Marcial Morín, un ejemplo de emprendedor lanzaroteño. “Hasta el final siguió empeñado en volver a montar una churrería”, recuerda con cariño el artesano sobre su progenitor en relación a la famosa máquina de churros que permanece en su poder y que dio origen al negocio en La Recova y, más tarde, en Playa Honda de la familia Morín.
En estos 25 años, la evolución de su trabajo ha sido considerable. Al comparar las piezas elaboradas en su primera época con las actuales, asegura que están “mejor elaboradas”. El precio de sus piezas puede ir desde los 9 euros de las más pequeñas a los 35 las máscaras simples. Ahora espera recuperar la página de venta on line donde los clientes pueden solicitar máscaras a su gusto. También aprovecha los retales de cuero para realizar llaveros o fundas para tijeras, como las que realiza su madre costurera.
Comentarios
1 Israel. Mié, 03/07/2019 - 11:12
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