Las alborotadoras
"Hacemos que los agricultores se pongan en el lugar de los consumidores y también al revés". Loli Rodríguez nos descubre las raíces y ramificaciones del proyecto mientras remueve con una cucharilla el agua caliente de dos tazas en las que previamente había dispuesto sendos montoncitos de cebada tostada. En su taza se lee: "Se me fue el baifo", aunque escuchando su historia en realidad parece justo lo contrario.
Así que el relato se abre camino entre los hilos -no hilillos- de humo que se fugan de la infusión. Loli nació en tierra de vientos y volcanes, en Tinajo, pero ha hecho vida en Gran Canaria. Aquí puso la primera semilla de Alborinco, un local abierto en Las Huesas (Telde) que sirve de enlace entre los agricultores y un centenar de familias que acuden aquí en busca de frutas y hortalizas que desconocen lo que es un químico. "Un amigo", se sonríe, "nos llama enlazadores de sueños".
Para desentrañar el origen del nombre de esta pequeña utopía hay que hacer un viaje en el tiempo y desplazarse también a tierras de Tinajo. Esteban, su abuelo, utilizaba la palabra como sinónimo de alboroto o jaleo. "Fuerte alborinco que tienen los chinijos..." Y una de aquellas chinijas, Loli, decidiría un día alborotar un poco el modelo de consumo y de alimentación a escala local.
Todo comenzó en realidad hace doce años, cuando germinó en su interior una especie de tormenta perfecta de ideas y preocupaciones. "En aquellos momentos la presión sobre el suelo era muy fuerte por el aspecto urbanístico y yo participaba en movimientos ecologistas. A mí me gustaba la agricultura y también quería darles alimentos sanos a mis hijos y enseñarles otro modelo de vida. Pero tampoco entendía por qué había que exiliarse a la cumbre o a las medianías de Gran Canaria para hacerlo, que además no es donde vive la mayoría de la gente", recuerda. Así que comenzó a cultivar una finca en El Calero, también en el municipio de Telde.
"Se fue vislumbrando la idea y entonces apareció Belinda", que es la mujer que ahora mismo está atendiendo a una cliente, explicándole para empezar las ideas sobre las que se sustenta Alborinco. Entre ellas destacan la defensa del suelo agrícola, el establecimiento de precios justos, la promoción de la soberanía alimentaria y la creación de un tejido agrícola y, en definitiva, de comunidad. "Creemos que tenemos que reinventarnos de nuevo y que las gentes que se dedican al campo deben ser respetadas, visibilizadas y no deben vivir en precario", subraya Loli.
El proyecto se sustenta además en el principio de confianza. El agricultor se compromete a no utilizar química sintética en ninguna parte del proceso. "También pedimos que se tenga una actitud constructiva, sin planteamientos de mercado y que se respete el orden de llegada. Es muy importante que se sientan equipo y no competidores. Y lo hemos conseguido", se enorgullece.
Loli Rodríguez, natural de Tinajo, alumbró Alborinco, un punto de encuentro entre consumidores que buscan alimentos frescos y sanos y los agricultores
"Los precios", prosigue, "se establecen en asambleas que tenemos dos veces al año. Nosotros no especulamos con los agricultores. Planificamos los cultivos y contamos con sus papas hasta al final. Por ejemplo, si alguien viene y las ofrece más baratas, le decimos que no. Respetamos el pacto y partimos siempre de bases honestas". En la actualidad, Alborinco trabaja con cerca de treinta campesinos y su clientela fija se eleva a las cien familias, aunque hay más de mil simpatizantes inscritos en su base de datos. "Estamos trabajando también con el principio de transparencia, es decir, que ambas partes se conozcan y se pongan cara". Además, hacen una labor de concienciación ciudadana.
"El local", que así le llaman, es una fiesta para los sentidos. Además de frutas y verduras, saltan a la vista los productos de cosmética natural que elabora la propia Belinda o los quesos procedentes de la leche de "animales felices". De cuando en cuando, además, llega grano de Lanzarote, caso de los chícharos, las lentejas o los garbanzos.
Pero la verdadera estrella conejera se esconde en una esquina, como si fuera una proyección de esa discreción casi huidiza y atávica de la gente de la isla. Parece ámbar embotellado, aunque se trata realmente de vino de Tinajo. Gilberto Martel, otro 'alborotador', ingeniero técnico industrial y ecologista de notable trayectoria, llega justo a tiempo para brindar por este oasis que se esconde a escasos doscientos metros del aullido constante de la autovía que lleva al Aeropuerto y al sur de Gran Canaria, donde los turistas se tuestan al sol como la cebada.
Comentarios
1 Alternativa Vie, 27/05/2016 - 09:00
2 Giberto Vie, 27/05/2016 - 23:33
3 ADRIÁN MORENO Sáb, 28/05/2016 - 08:19
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