El Sáhara Occidental: 50 años después de la Marcha Verde
En 2020 se dio por roto el alto el fuego, hay más de 160 víctimas por ataques de drones y son reiteradas las denuncias por la represión marroquí
El pueblo saharaui recuerda con amargura las semanas en las que hace 50 años vivió la traición española, la ocupación de su territorio por parte de Marruecos y Mauritania, y el posterior exilio forzado por el desierto, bañado de sangre. El color verde de las tapas del Corán que portaban los marroquíes en las columnas que marcharon hacia el Sáhara dio nombre a la Marcha Verde. Este término, consolidado en la historiografía y en el imaginario colectivo, también nombra a la fiesta nacional de marcado carácter patriótico instaurada por Hassán II y celebrada cada 6 de noviembre en Marruecos.
Se estima que alrededor de 350.000 civiles y militares marroquíes descendieron en distintas columnas, portando banderas y pancartas para reclamar su soberanía sobre el territorio. La operación logística lanzada a finales de septiembre y octubre de 1975 fue de gran envergadura y ocupó el foco mediático a nivel internacional. En términos jurídicos, marcó el inicio de la invasión ilegal del Sáhara Occidental, un territorio que a día de hoy sigue pendiente de descolonizar, según Naciones Unidas. Por ello, la población saharaui prefiere hablar de “Marcha Negra” para referirse a su propia nakba, “catástrofe” en árabe.
El Gobierno de España prometió a los saharauis estar de su lado, al mismo tiempo que negociaba con Marruecos y Mauritania los Acuerdos Tripartitos, firmados en Madrid en noviembre de 1975. La deslealtad y el abandono de España a la que fue su provincia número 53 se materializaron en la definitiva retirada de las tropas en febrero de 1976, fecha en la que el enfrentamiento entre Marruecos y el Frente Polisario era ya una guerra abierta. La proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática se produjo a comienzos de 1976, tras la retirada de las tropas españolas.
Miles de saharauis terminarían por instalarse en Tinduf (Argelia), tras verse forzados a atravesar el desierto huyendo de los ataques de Marruecos. Llegaron a una zona considerada segura, ya en territorio argelino, y a las afueras de dicha ciudad se instalaron en campamentos temporales, que recibieron los nombres de las ciudades de las que huían: Esmara, El Aaiún, Auserd, Bojador o Dajla. Cincuenta años después los campamentos han visto morir y nacer a distintas generaciones, y se estima que 170.000 personas residen allí actualmente, según cifras de Cruz Roja, en una situación de total dependencia de la ayuda humanitaria. Los vaivenes presupuestarios y las disputas políticas que condicionan el mundo de la cooperación y de la acción humanitaria ponen en riesgo la supervivencia y la salud de miles de personas atrapadas en los campamentos de Tinduf.
Los dos muros
Marruecos finalizó en 1987 la construcción de los 2.700 kilómetros del muro de separación más largo del mundo, cuyas obras comenzaron en 1980. En pleno desierto, el muro dibuja la frontera entre la zona liberada, controlada por el Frente Polisario, al interior, y la zona ocupada por Marruecos, que supone la mayor parte del territorio, incluyendo las ciudades de El Aaiún y Dajla (antigua Villa Cisneros). La barrera física está compuesta por un foso y un vallado monitorizado por avanzada tecnología, además de zonas minadas que se han cobrado numerosas vidas humanas en las últimas décadas. Además del claro objetivo militar, el muro separa a muchas familias, divididas y sin posibilidad de viajar desde la zona ocupada a la zona controlada por el Frente Polisario o a Tinduf.
Ahmed: “La vigilancia es total, lo arriesgamos todo, incluida la familia”
Al muro físico hay que sumarle el muro informativo sobre el conflicto impuesto por Marruecos, tanto a nivel interno como a la hora de evitar que periodistas extranjeros accedan al Sáhara. El periodista Ahmed Ettanji forma parte de Équipe Média, una agencia de noticias independiente que trabaja en cuatro idiomas -árabe, español, francés e inglés- y que tiene como objetivo “romper el silencio informativo impuesto por Marruecos y desmontar la propaganda”, afirma Ahmed. “Trabajamos en la clandestinidad porque estamos siendo criminalizados por las autoridades de ocupación marroquí”, explica. “Arriesgamos todo, incluido nuestro entorno familiar, pues la vigilancia es constante”, añade. Sobre la situación de Équipe Média en los últimos años, Ahmed señala que sus redes sociales sufren numerosos ataques y restricciones. “Nuestra web fue atacada y ya no existe porque nos pedían mucho dinero para recuperarla”.
El caso de Bachir Khadda es señalado por Ahmed como uno de los símbolos de la guerra informativa librada por Marruecos. El periodista saharaui fue encarcelado en 2010 junto a otros compañeros periodistas y activistas, durante la represión de la acampada de Gdeim Izik. Esta protesta, liderada por la población saharaui a las afueras de El Aaiún, es considerada como precursora de las Primaveras Árabes. Khadda sigue encarcelado en la actualidad, y desde 2017 está en una celda de aislamiento. Su situación ha sido denunciada por organizaciones internacionales como la Organización Mundial contra la Tortura, Human Rights Watch, Amnistía Internacional o Reporteros Sin Fronteras (RSF).
Esta última organización es autora del informe Sáhara Occidental: un desierto para el periodismo, publicado en 2019. Además del caso de Khadda, el informe denuncia la detención arbitraria de Hassan Dah, Abdellahi Lakhfawni y Mohamed Lamin Haddi, otros tres periodistas saharauis encarcelados tras la represión de Gdeim Izik de 2010. En sus recomendaciones, RSF pide a Marruecos la liberación de los periodistas encarcelados, y que se respeten los Derechos Humanos y la libertad de prensa en todo el territorio. En cuanto a la Unión Europea, RSF se dirige especialmente a los gobiernos de Francia y de España y les insta a “que rompan su habitual silencio cómplice con Marruecos y condenen la represión de los periodistas saharauis”.
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Una mujer camina cerca de una tienda en la localidad saharaui.
Lustro convulso
En los últimos años se han producido importantes acontecimientos que van a marcar el devenir del conflicto en el futuro. A finales de 2020 el Frente Polisario consideró roto el alto el fuego que estaba vigente desde 1991. El origen se encuentra en los incidentes de noviembre de 2020 y el ataque de Marruecos en Guerguerat, el paso fronterizo con Mauritania. Desde entonces, la guerra sigue activa, especialmente en la zona liberada, controlada por el Frente Polisario.
En el plano internacional, Estados Unidos reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara a finales del primer mandato de Donald Trump, en diciembre de 2020. Se trata de una postura contraria a las resoluciones de Naciones Unidas, que consideran que es un territorio pendiente de descolonizar y que abogan por la realización de un referéndum.
Las relaciones entre España y Marruecos se tensaron desde que en abril de 2021, Brahim Gali, líder del Frente Polisario, ingresara en el hospital San Pedro de Logroño (La Rioja), para ser tratado por complicaciones derivadas del Covid. Ante las quejas de Marruecos, el Gobierno español sostuvo que se trataba de un ingreso hospitalario por razones humanitarias. Unas semanas después, miles de personas migrantes entraron a la ciudad autónoma de Ceuta por vía terrestre y marítima, ante la pasividad de las autoridades marroquíes al otro lado del paso fronterizo. El claro mensaje del Gobierno marroquí al español agravó la situación y desencadenó una fuerte crisis diplomática entre ambos países. En 2022, Marruecos hizo pública la carta de Pedro Sánchez dirigida a Mohamed VI en la que, sin consulta previa con el Parlamento, el Gobierno español rompía el consenso histórico en política exterior y pasaba a validar la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara.
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Numerosas banderas marroquíes impuestas por las fuerzas de ocupación.
Civiles atacados
Desde la ruptura del alto el fuego de 2020 la guerra sigue activa, a pesar de que las noticias del frente sean escasas o no tengan mucho alcance mediático. Una de las pocas fuentes que ofrece datos es la Oficina Saharaui de Acción contra las Minas (SMACO, por sus siglas en inglés), que fue creada en 2013 con la misión de documentar, sensibilizar y llevar a cabo operaciones de desminado. También recopilan información sobre los restos del armamento usado en la guerra de 1975-1991 y la contaminación y los riesgos que causan al territorio. La reactivación del conflicto en el plano militar y la evolución de la guerra han propiciado que la SMACO se centre también en el estudio de los ataques con drones marroquíes sobre la población civil en territorio saharaui.
Bárbulo: “Hay muchas incógnitas en el aire, como el papel de Argelia en el futuro”
Según su último informe anual, la SMACO contabiliza el dato acumulado de 123 ataques con drones marroquíes en los últimos cuatro años, causando 160 víctimas entre fallecidos y heridos. Un dato revelador sobre las víctimas civiles es el hecho de que no solo hay saharauis, sino también mauritanas y argelinas. En noviembre de 2021, el Gobierno argelino denunció el asesinato de tres ciudadanos argelinos que viajaban por el desierto desde Uargla (Argelia) hasta Nuakchot (Mauritania).
De hecho, más de la mitad de los ataques documentados se han producido en zonas fronterizas o muy próximas a las fronteras con Mauritania y Argelia, a muchos kilómetros de distancia del muro. El informe denuncia que los ataques son deliberados y que la población civil no supone ninguna amenaza militar para Marruecos, pero que a pesar de ello resulta atacada. Además, señala que los ataques se producen en un terreno completamente desértico, donde no existe ningún tipo de vegetación, y donde por tanto la visibilidad es muy clara y resulta sencillo distinguir los objetivos militares de los civiles. El recrudecimiento del conflicto ha provocado que miles de saharauis que vivían en pequeñas comunidades de la zona liberada, como Tifariti, Meharrize, Agüenit o Miyec, hayan tenido que huir hacia Mauritania o Argelia debido no solo a la inseguridad, sino a la destrucción de su ganado y de sus medios de vida.
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Familia de Ali Salem Tamek, en el ritual tradicional saharaui del té.
Mirada actual
El periodista y novelista Tomás Bárbulo (A Coruña, 1958), está muy vinculado al Sáhara desde su infancia. Hijo de militares españoles, vivió en Sidi Ifni hasta 1969 y posteriormente en El Aaiún, hasta 1975. Su libro Historia prohibida del Sáhara español, publicado originalmente en 2002, se ha convertido en una referencia para cualquiera que quiera adentrarse en las raíces del conflicto. “Desde entonces no ha habido nuevos hallazgos sobre la época española del Sáhara porque los archivos españoles siguen cerrados a cal y canto”, se lamenta Bárbulo. “Yo tuve suerte porque conseguí bastante documentación que me interesaba estudiar en el Archivo de Alcalá de Henares”.
Preguntado por la situación geopolítica global respecto al Sáhara, Bárbulo considera que “hay muchas incógnitas que todavía están en el aire, como el papel de Argelia en el futuro”. Sostiene también que “el hecho de que Trump verbalice lo que ya era una realidad, que es la ocupación marroquí, no cambia tanto el panorama, sino que más bien abre oportunidades de negocio a sus empresas”.
Respecto a la carta de Pedro Sánchez dirigida a Mohamed VI, Bárbulo considera que se trata de una “doble traición”. “En primer lugar, en esas fechas Sánchez defendía en Ucrania lo que le negaba al Sáhara Occidental y a la causa de los Derechos Humanos que dice defender. En segundo lugar, es una traición a los españoles porque hasta ahora no ha dado explicaciones sobre los motivos del cambio de criterio, que rompe un consenso histórico en la política exterior española”. El cambio de postura de Sánchez, sin tan siquiera consultar con el Parlamento, culmina una serie histórica de traiciones de los líderes socialistas, que comenzaron en 1976 con la visita de Felipe González a los campamentos de refugiados de Tinduf. El entonces líder del PSOE prometió apoyar la causa saharaui si llegaba a la presidencia, al igual que hizo Pedro Sánchez antes de 2018.
Para Ettanji, “la posición del Gobierno español es vergonzosa. Como potencia colonizadora, su responsabilidad es histórica, jurídica y moral”. Además, recuerda que la Audiencia Nacional ha reiterado que España sigue siendo la potencia administradora del territorio. En cuanto al giro en la política exterior, considera que “el espionaje marroquí al Gobierno español [en el caso Pegasus] puede estar relacionado con ese cambio de postura”. Además, añade que “es incomprensible, porque España ha perdido muchos negocios en materia energética con Argelia”. Preguntado por la esperanza y el futuro de la causa saharaui, Ettanji lo tiene claro: “La clave para la solución llegará cuando los saharauis puedan decidir su futuro”.
















Comentarios
1 UN VECINO DEL CHARCO Vie, 07/11/2025 - 10:26
2 ya Vie, 07/11/2025 - 11:55
3 Vaya basura Vie, 07/11/2025 - 21:40
4 Pal 1 Lun, 10/11/2025 - 09:17
5 miñoca Sáb, 15/11/2025 - 09:27
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