“Hay que apostar por mantener a Lanzarote como un destino de calidad para el surf”
A los 10 años sus padres le compraron su primera tabla y a los 15 ya ocupaba el noveno lugar de la clasificación general del campeonato del mundo. Asiduo durante años al circuito europeo absoluto en el que llegó a alcanzar algunas finales y dos veces campeón de Canarias, Franito Sáenz sigue siendo el surfista con mayor proyección internacional que ha dado Lanzarote. Una isla que puede acabar perdiendo el prestigio del que goza en todo el mundo para la práctica del surf -advierte- si sus aguas siguen “masificándose” de tablas.
¿Qué se puede hacer para evitar esa masificación?
Lo primero sería frenar la concesión de licencias de apertura de nuevas escuelas porque su crecimiento en los últimos diez años ha sido brutal. Famara es una playa privilegiada para la práctica del surf y así la promocionan muchas agencias de viaje en la Península. Pero lo que no puede ser es que en verano o Semana Santa nos choquemos unos con otros al no haber espacio por la cantidad de tablas que hay. El Ayuntamiento de Teguise ha tomado medidas para regular su uso, lo que está muy bien. Pero todavía falta corregir detalles como organizar un número determinado de escuelas para que la playa no se masifique y el servicio a turistas y a la cantera local sea seguro y de calidad. Esto favorecerá la afluencia de turistas que se marcharán con un buen sabor de boca y volverán a repetir.
¿Por qué reúne Lanzarote unas condiciones tan buenas para el surf?
Lanzarote tiene muy buenos fondos volcánicos donde rompen olas muy buenas, de mucha variedad y mucha potencia. Estamos hablando del Hawai europeo. Es un sitio donde hasta la fecha viene mucho turista de calidad. Y eso es por lo que hay que apostar, porque lo otro no es sino pan para hoy y hambre para mañana. Un ejemplo es lo que ha pasado en Bali [Indonesia], otro referente mundial del surf donde el turismo de calidad ya no quiere ir porque resulta agobiante.
¿Ha servido al menos ese boom para incrementar la cantera de surfistas lanzaroteños?
Desde Mingo Padrón, el pionero en los años 80, hasta ahora, Lanzarote siempre ha contado con surfistas muy buenos. A mí siempre me ha gustado dedicarme a la cantera, porque enseñar a hacer surf implica también enseñar valores a los más pequeños. Lo que ocurre es que vivimos en una isla y los costes para competir fuera son muy elevados. Además, con la crisis, ahora hay muy pocas ayudas por parte de los patrocinadores
¿Resulta complicado entonces vivir del surf?
Sí. De hecho, cuando ya llegué a cierto nivel tuve que dejarlo porque era imposible costeármelo. Aquí tengo que agradecerles a mis padres, especialmente, por todo lo que me ayudaron y a la marca Quicksilver porque gracias a su confianza pude salir fuera a competir. Ahora las marcas, que son las que mueven el mundo del surf, ya no te piden tanto competir sino que hagas tus videos y estés en las redes sociales. Hay muchos surfistas libres que viven así. Yo ya, con una familia propia que tengo, no me puedo dedicar a eso sino a dar clases de surf.
¿Es el surf un deporte menos peligroso de lo que aparenta?
El surf es un deporte que exige sensatez y precaución, en el que uno mismo se marca sus límites y en el que la tabla siempre te ayuda porque en momentos de apuro hace de salvavidas. A los 6 años es una buena edad para empezar a practicarlo porque el niño te escucha y puede empezar a coger alguna ola sin depender totalmente del monitor. Van con tablas de goma, llevan petos de colores y no se separan de la orilla por lo que no corren ningún peligro.
“Los niños descargan un montón de energía haciendo surf”
Ya sea a través del club deportivo que fundó en 2001, o mediante la recién creada ‘Franito Surf School’, son miles las personas, entre ellos cientos de niños y niñas, a las que Franito Sáenz ha enseñando a deslizarse por las olas en una tabla de surf: “Mira que son años los que llevo surfeando, pero todavía se me hace difícil explicar la sensación que se siente sobre una tabla”, asegura a la hora de buscar una explicación sobre por qué “es un deporte que engancha”.
Él mismo ha sido testigo de cómo jóvenes “que andaban un poco perdidos cambiaban las fiestas de los fines de semana por coger una guagua los domingos por la mañana para ir a buscar por la Isla olas con sus tablas”.
Y es que “el surf es un deporte que relaja y que ayuda a canalizar la energía; los niños sobre todo descargan un montón”, explica, a la vez que recuerda sus comienzos: “Me aficioné porque mis hermanos mayores hacían windsurf. A mí me parecía demasiado aparatoso y prefería coger olas únicamente con la tabla. Mi primer bugui [tabla de iniciación] fue un trozo de corcho de una pared de mi casa de Puerto del Carmen, que mis padres habían puesto para aislarnos del ruido de un tablao flamenco”.
Al poco tiempo llegó su primera tabla, “de segunda mano, de esas que dejaban los surfistas experimentados que venían desde Australia o EE.UU. porque sabían que Lanzarote era un lugar privilegiado para practicarlo y en una época en la que sólo surfeábamos unos cuantos”.
Sus habilidades para leer y coger las olas y su capacidad para “fijarme en cómo lo hacían los que ya sabían de esto” hicieron que desde muy joven su nombre sonase en los distintos circuitos de competición. Su experiencia en lugares como Francia, Madagascar, Indonesia, Australia, Francia o Islas Reunión le llevan a afirmar que aguas como las de La Santa, Famara, Órzola, La Garita o El Golfo “no tienen nada que envidiar” para la práctica del surf a ningún lugar del mundo.
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