Cine doméstico: imágenes que generan recuerdos
Salvi Vivancos participa en el proyecto Destiladera de recuperación y de preservación del cine doméstico de la Isla, para poner en valor este recurso cultural
Salvi Vivancos se instaló durante varios días de principios del mes de julio en el kiosco de la música de Arrecife. Allí pasó horas y horas, como si fuera una especie de alquimista moderno, traspasando el contenido de unas bobinas de película a un disco duro. Dicho de otro modo: digitalizando imágenes de películas antiguas. Esa acción forma pare del proyecto Destiladera. Lanzarote Revelado, que lleva a cabo la asociación Tenique Cultural. Es un proyecto de recuperación de películas antiguas en ocho milímetros y Súper 8. Consiste en que aquellas personas que tengan películas de ese tipo las lleven allí para que se puedan pasar a otros formato y, posteriormente se exhiban en público.
Pero no es tan sencillo. O no se trata solo de eso. El proyecto es algo más amplio y la labor que suele hacer Vivancos también lo es. Salvi Vivancos es un artista que lleva años trabajando en ese campo, que se extiende a “la recuperación de cine doméstico en todos sus niveles” y a la “preservación”, que como dice él mismo “va más allá de la conservación”. No se trata solo de cuidar del formato o del objeto, sino también de concienciar, visibilizar y dar valor a todo el contenido de estas imágenes. La digitalización es tan solo un paso, necesario, pero un paso.
Vivancos habla de “cine doméstico”. Como otros tipos de cine, también es cine. No necesita grandes medios y puede que ni siquiera necesite espectadores, como tampoco necesita el mismo tipo de tratamiento o los mismos criterios de preservación que una película de un gran autor. “Al final, cine es esta película”, dice Vivancos señalando a la bobina.
“Lo doméstico es lo que prevalece, la importancia que tiene es que da fe de un momento. Sin una mediación, como suele tener el cine, ya sea política, comercial o artística, tienes esta herramienta, te encuentras con una situación y la capturas”, señala. Si el cineasta ocasional hubiera tenido una cámara de fotos, habría tomado fotos, si hubiese tenido un lápiz y un papel, a lo mejor lo habría escrito, pero tenía una cámara.
Esas películas se grabaron con la intención de mostrarlas, como mucho, en privado. Ahora, gracias a Destiladera, varias decenas de estas grabaciones, que conforman una película, se ha mostrado en todos los municipios de la Isla. “El fin no es simplemente digitalizar o hacer una película con trozos de otras películas, no es ese fin, son posibilidades que hay, se puede hacer, a lo mejor es necesario para mostrarlo, pero la intención no es que sea una película que sea arrancada de su contexto para meterla en otro, sino que su objetivo es mucho más cercano a cuando fueron filmadas”, explica Vivancos.
La época dorada del cine doméstico se puede situar a finales de los años sesenta y principios de los setenta, aunque en los años veinte ya había cámaras que poseía la alta burguesía, pero es en los setenta cuando se populariza el acceso para la clase media. Lo más habitual era comprar una cámara por un motivo familiar: un nacimiento, una boda, una comunión, un viaje... Por ejemplo, en el caso de la Península, un viaje a Canarias, donde los tomavistas eran mucho más baratos.
El cineasta doméstico “graba lo cotidiano y si se le cruza lo excepcional, pues puede que lo grabe y puede que no lo grabe”, dice Vivancos. Se graba lo familiar: cumpleaños y otras celebraciones diversas, viajes familiares o excursiones, “y luego hay quien dentro de esa normalidad o cotidianeidad, saca la cámara a lugares públicos como puede ser un carnaval, una procesión o cualquier evento social”. Los más aventurados, incluso, se animan a intentar algo fuera de lo normal, “a veces simplemente es un juego con la cámara o una secuencia, o a lo mejor se te ocurre filmar un pájaro, una luz, una puesta de sol y se empieza a tomar esas referencias que también son del cine o de la televisión”.
‘Amateur’
Y hay quien de ahí da el salto al cine amateur, pero eso ya es otra cosa. “Es una de las cosas que estamos intentando diferenciar, porque en el cine amateur hay un amor por el cine, un objeto cinematográfico, aunque es cierto que puede ser un límite difuso”. En 2015 se constituyó la Red de Cine Doméstico con diferentes iniciativas en toda España. Después ha habido varios encuentros de reapropiación del cine doméstico, incluso alguno de ellos en Canarias. Esos encuentros sirven para “ponerse de acuerdo en algunas cosas”. “Se empieza a valorar este tipo de cine, que hasta ahora se ha usado como un recurso, porque necesitas esas imágenes”, pero la cuestión es ir un poco más allá. Muchos de los proyectos incluidos en la Red aparecen y desaparecen porque no se cuenta con los apoyos necesarios y se entiende que las filmotecas, de alguna manera, se están haciendo cargo de este tipo de cine. Vivancos puntualiza: “Las filmotecas, si bien se están haciendo cargo de la conservación de estas películas, de recogerlas, guardarlas y conservarlas para que no se deterioren, la preservación va más allá de eso y hay que ponerlas en valor”.
Trabaja en esta orilla del cine doméstico desde hace doce años y sus comienzos tienen que ver con el cine experimental. “En un momento empieza a aparecer este material de archivo y te enganchas. Nos damos cuenta que ese contenido tiene mucha potencia como material de memoria colectiva, lo que hemos sido y que nos hace sentir como somos y de alguna manera lo cuentan esas películas”. Por supuesto, las imágenes tienen un contexto e infinidad de lecturas.
Pérdidas
Gran parte de todo el material que podría haber se ha perdido. Algunas veces habrá acabado en la basura por desconocimiento, otras veces porque se piensa que ya está deteriorado, que es irrecuperable o porque los proyectores ya no funcionan. “Y la gente más joven, pues ni siquiera sabe qué es esto y pueden encontrarse una herencia en una casa con estas películas y decir esto qué es”. Se habrán perdido cientos o miles de películas. Es incalculable. O se habrán deteriorado si no estaban guardadas en un lugar adecuado. No obstante, frente a otros formatos posteriores como el VHS, tenían más resistencia.
“Lo doméstico es lo que prevalece, la importancia que tiene es que da fe de un momento”
El formato es un punto a favor de su rescate. En una película de Súper 8 había espacio para tres minutos y veinte segundos de grabación. En otros formatos posteriores había mucho más espacio y por tanto más tiempo de filmación. El que grababa en Súper 8 iba al grano y la tecnología suele condicionar el contenido. Como pasa ahora con la comparación entre fotografía digital y analógica, las imágenes se multiplican y es más difícil discriminar lo valioso de lo superficial. No es lo mismo analizar tres minutos que una hora. Ante el exceso, las imágenes pueden perder valor.
El interés por las imágenes antiguas, domésticas, es un hecho. Lo revela el éxito de público que ha tenido el proyecto Destiladera en todas sus proyecciones. Siempre lleno. Vivancos lo explica así: “Incluso si no apareces en la película, ese lugar tiene recuerdos, esas imágenes te pertenecen, a partir de ellas se van a empezar a generar recuerdos”.
“La memoria de nuestro aspecto cerebral es selectiva. A mí me gusta hablar de estas imágenes como recordatorios. Para mí esto no es un recuerdo porque un recuerdo se origina en el cerebro y estas imágenes sirven para provocarlo. Y a mí imágenes de aquí, de Lanzarote, me pueden generar recuerdos míos por diferentes circunstancias, aunque las imágenes no tengan nada que ver con mi pasado. Por supuesto, cuanto más cercanas estén las imágenes a tu memoria, aflorarán más fácilmente, pero todas las imágenes sirven para eso, como recordatorio, porque al ver a un niño, quién no recuerda su infancia”, añade.
Pueblos
Destiladera traslada esas imágenes a los pueblos y a veces que hay gente que se recuerda allí o se identifica allí, “pero puede que no sean ellos porque no se ve claro y porque tenías una camisa igual o porque tu coche era parecido... A lo mejor no eres tú, pero te sirve para como soporte de tu memoria”.
La época dorada del cine doméstico se puede situar a finales de los años sesenta
Salvi Vivancos ya estuvo en la Isla digitalizando el año pasado. Llegaron a sus manos varios archivos de imágenes, entre los que destaca a cineastas “con cierta formación que se fueron moviendo hacia al amateurismo”, pero sobre todo las imágenes de quien entonces era un niño de 12 o 13 años al que le regalaron una cámara y que sus tomas se ven con una mirada de alguien de esa edad, más fresca, más inocente o más gamberra. Dice que a veces, “cuanto peor esté filmado algo puede ser mejor, porque hay gente interactuando con la persona que lleva la cámara y la grabación es más viva o aparecen imágenes que nadie quería que aparecieran”.
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