La experiencia de Vanessa en el campo viene de los orígenes gallegos de sus padres y sus abuelos, aunque su experiencia laboral está en el sector de la hostelería. Se acercó al proyecto Reflota porque era una iniciativa de servicios sociales y el restaurante en el que trabaja está arrancando ahora, después de un año y medio.

“No sabía bien cómo funcionaba”, dice, pero ya tiene claro que se queda. La han llamado de una gasolinera para trabajar. “Me han dicho que me lo piense, pero hoy era el día para contestar y aquí estoy, a por todas”, señala mientras sostiene una pala. “Creo que aquí hay trabajo para más gente”.

María Elena leyó la iniciativa en prensa y le gustan las cooperativas. Fue fundadora de la asociación Acciones Unidas, de personas de Colombia. Viene de la ciudad, de Cali, y tiene “cero experiencia” en el campo, pero aquí está con un rastrillo y mucha ilusión. “Me gusta cooperar, vine a ver de qué se trataba y me encontré con que puede ser un trabajo, un negocio”.

“Hasta ahora nos han apoyado, pero es importante empezar a producir y solo depender de nosotros mismos”, dice María Elena.

Isidro formó parte del proyecto desde el principio, por su experiencia en la formación de cooperativas y, de hecho, una de ellas, La Paletería, ya había ido profundizando en otros usos de la tunera como producto alimenticio, que es el eje en el que se mueve esta nueva cooperativa nacida bajo el paraguas del proyecto Reflota y que tendrá este mismo nombre como marca de sus productos.

Los tres son los primeros socios de la primera cooperativa nacida de esta iniciativa, que surgió desde el departamento de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Tías. Ante la situación dejada por la pandemia, de desempleo o empleo en suspenso, optaron por apostar por un cambio de mentalidad, la formación de cooperativas y la economía circular, social y colaborativa.

Reflota es “un espacio de emprendimiento social” y el proyecto puede albergar más iniciativas de cooperación, pero, de momento, esta es la primera que ya se ha hecho efectiva, con el apoyo no solo del Ayuntamiento, sino también de la Fundación La Caixa.

En un futuro próximo, esperan seguir contando con ese tutelaje municipal y acudir a fondos europeos a través de Aderlan, pero la idea es ser autosuficientes lo más pronto posible.

El trabajo de campo se lleva a cabo en una antigua finca de tomates en Mácher donada por Julia Cabrera. Esta primera fase coincide con el trabajo más duro, el de acondicionar la finca, quemar aulagas, plantar las pencas y abonar.

Ya han comenzado con la plantación y no utilizan la variedad más común en la Isla, la que se encuentra en Guatiza, sino la Opuntia ficus, indica, la de flor amarilla, que popularmente se conoce como catalana.

El sistema que van a usar es el que se usa en México, que consiste en mantener la planta brotando durante todo el año en base a cuatro pilares: abonado, que la temperatura no baje de 15 grados, riego puntual y poda frecuente.

Finca visitable

Lo que necesitan de la tunera es la hoja. Después tienen que quitarle las púas y transformarla en alimento. Empezarán por las mermeladas, los encurtidos o las hamburguesas de nopal, pero también sopesan hacer un producto deshidratado, como una especie de gofio o en su uso como un potente fertilizante.

Esa parte del trabajo se llevará a cabo en las antiguas escuelitas de Mácher que les han cedido como espacio para poder cocinar, etiquetar y envasar los productos. “Es un proyecto muy noble”, señalan, y aseguran que la tunera está casi olvidada y tiene muchas más utilidades que la que aporta la cochinilla.

Creen que puede ser una buena fuente de trabajo y que es “más rentable por metro cuadrado que el vino”.

Por otro lado, la finca también será visitable. Se podrán hacer excursiones de grupos desde Puerto del Carmen y demostrar in situ cómo es el proceso de plantación y elaboración, además de degustar los productos que se vayan elaborando. La aspiración final es que se multiplique el cultivo de la tunera para uso alimentario y que haya muchas más personas que se dediquen a esto.

También quieren demostrar que el cooperativismo sigue siendo posible en una sociedad “en la que nos hemos acostumbrado a no trabajar en equipo”. Pero el reto más importante es el mismo que el que tiene cualquier otra empresa: que sea viable económicamente y que genere empleo.