En el último año, la Isla ha transitado por un desierto cultural que va finalizando. La iniciativa privada sigue necesitando de la pública para programar eventos
La cultura se va abriendo paso de nuevo en Lanzarote
En el último año, la Isla ha transitado por un desierto cultural que va finalizando. La iniciativa privada sigue necesitando de la pública para programar eventos
El 15 de marzo de 2020, el pianista Chucho Valdés tenía previsto embarcar desde Miami rumbo a Canarias para presentar su álbum Jazz Batá 2. Iba a actuar el día 20 en el Teatro Víctor Fernández Gopar “El Salinero”, dentro de una gira con todas las entradas vendidas.
No es necesario abundar en las causas por las que Chucho no se subió a ese avión. Incós Domínguez era el promotor de ese concierto y tuvieron que pasar 14 meses para que pudiera subir de nuevo a ese escenario a otro pianista, en este caso Chano Domínguez, que actuó en el teatro junto a Hamilton de Holanda el pasado 21 de mayo.
La pandemia y la decisión de las instituciones locales han dejado a la cultura en Lanzarote dentro de un largo paréntesis que solo se abrió tímidamente el verano pasado. Como el concierto de Valdés, han sido decenas de conciertos, obras o exposiciones las que se quedaron congeladas.
Como en otros sectores, la pandemia ha dejado a trabajadores de la cultura sin poder hacer su trabajo y en una situación precaria: músicos que actuaban en hoteles, técnicos de sonido e iluminación, etcétera. La falta de espacios privados, el escaso número de profesionales e incluso de espectadores y otra serie de factores, hacen que la participación de las instituciones sea casi imprescindible para complementar la iniciativa privada.
“Por muchos motivos, hace falta ayuda pública, entre otras cosas por los espacios”, señala Tomás Pérez-Esaú. “El Cabildo marca la pauta”, destaca. Esaú señala que el año ha sido “horroroso para el sector” y que, sobre todo, los técnicos lo están pasando muy mal, ante la falta de eventos y actuaciones.
Para los músicos profesionales, sobre todo para aquellos que complementaban o basaban sus ingresos en las actuaciones en hoteles, tampoco es un buen momento. “Lo del parón total fue una medida muy extrema, si paras la maquinaria entera, después cuesta mucho arrancar”, dice Esaú, que cree que ahora incluso algunas instituciones tienen prisa por hacer todo lo que no se pudo hacer hasta ahora.
El aforo en los teatros ya puede ser del cincuenta por ciento y tanto el Cabildo como varios ayuntamientos, con la excepción del de Arrecife, comenzaron de nuevo a programar cultura hace varias semanas.
En otros lugares de Canarias, el parón cultural no ha sido tan extremo
En otros lugares, el parón no ha sido tan extremo. El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha mantenido una extensa programación durante casi todo el año, el Cabildo de Fuerteventura, donde el impacto de la pandemia fue menor, también siguió con una mínima programación, e incluso en otros lugares, con climas no tan amables, se han llevado a cabo actos al aire libre.
“Si algo se ha demostrado en este tiempo es que, con todos los protocolos de seguridad que se implantan, la cultura es segura”, señala Domínguez. No ha trascendido que haya habido ni un solo brote en un teatro en toda España, “y se hubiera sabido porque nos miraban con lupa”, asegura.
Para Domínguez, en Lanzarote sigue siendo importante contar con apoyo público ahora porque la reducción de aforo hace que el margen de beneficio sea muy reducido, además de que ha descendido mucho el poder adquisitivo de la gente.
Pero la cultura se va abriendo paso de nuevo, con iniciativa privada y pública. La programación cultural del Cabildo ya refleja de nuevo conciertos, cine, teatro y exposiciones. De hecho, en las exposiciones hay tal demanda para la sala de El Almacén que se está empezando a pensar en programar con vistas a dentro de un año y medio.
Todo lo que no se ha hecho antes se va acumulando, como el concierto de Revólver, por ejemplo, que se pospuso en enero y se volvió a posponer en mayo. Tomás Pérez-Esaú, de Gestionar-t, señala que los ayuntamientos se están animando a hacer cosas aunque alegan que apenas tienen presupuesto porque se ha desviado la mayor parte a servicios sociales.
En septiembre pasado pudo programar un festival de danza y ahora prepara otro de bio danza y espera que después de verano haya mucha más programación “porque hay un atasco de cosas previstas que se fueron posponiendo”. El 8 de mayo, después de varios intentos, pudo estrenar el musical infantil Pam, en busca del agua.
Yamandú Costa
Domínguez comenzó en Lanzarote impulsando Isla y Ritmo, una asociación que programaba conciertos de jazz en el Arrecife Gran Hotel, por donde pasaron artistas de la talla de Paquito d’Rivera, que junto a otros muchos sumaban una buena colección de premios Grammy. Era una iniciativa cien por cien privada. Vino la pandemia y el hotel, en reformas, aún no ha vuelto a abrir.
“Si algo se ha demostrado en este tiempo es que la cultura es segura”
Ahora, transformada en agencia, Isla y Ritmo lleva la representación de varios grupos de jazz nacionales, como Patax, y de músicos internacionales como el brasileño Yamandú Costa, un virtuoso de los instrumentos de cuerda. Costa actuó en Las Palmas de Gran Canaria en abril y ha venido a Lanzarote a grabar uno de los capítulos de su serie Historias do violao, donde busca las raíces de los instrumentos tradicionales y ya ha pasado por países como Argentina, Brasil, Colombia, Japón o Uruguay. Costa ha grabado en el Museo del timple, junto a reconocidos timplistas locales, de Lanzarote y Fuerteventura.
Esta promotora tiene su base de operaciones en Lanzarote, pero programa también fuera. En lo que va de año ya han organizado unos 40 conciertos, el último de ellos en Oviedo con Chano Domínguez y Hamilton de Holanda.
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