Se supone que se debería tratar de si están ajustados al mercado, si son adecuados, suficientes o necesarios o incluso si son justos o injustos, pero parece que se opina en función de si toca pagar o toca cobrar. Estamos a favor de que suban los precios públicos, y con razón, si los pagan los demás. Y no es lo mismo que sea algo básico, como la luz o el agua, a que sea algo de lo que uno se puede librar.

La subida de los precios de los Centros está muy bien. En el peor de los casos, que no va a ocurrir, es mejor para todos que entren la mitad de personas al doble de precio. Lo que no se entiende es lo que dice la patronal sobre los precios. O se entiende pero es obsceno. Por un lado, los touroperadores perderán influencia, y ya veremos si dinero, y por otro están insinuando que el turista se gastará el dinero ahí y no se lo gastará en otro sitio.

Se queja la gente de la escasa formación de los políticos y de algunos funcionarios. Los hay más osados que hasta se atreven a hablar del pueblo, en general. Pero si pidieran luces para alumbrar el sector turístico empresarial, se quedaba la isla a oscuras. Qué daño le hace a una sociedad que el único valor sea el dinero: los que tienen más, creen que valen más. Algunos no se plantean ni callarse la boca por vergüenza.

En fin: el precio se acaba pagando de una manera u otra. Y si no, vean lo que pasa con el agua. Si Inalsa quebró, además de por esos pequeños detalles de ineptitud y corrupción, fue porque no se subían los precios: clientelismo político básico. Cuando se privatizó el agua se acordó subir los precios cada año, pero llevamos seis años de retraso. Ni el que lo privatizó tuvo el coraje de hacerlo.

Como es Navidad, vamos a hacer una excepción con un pequeño consejo: como ciudadano, no deje que le traten como un cliente. Nunca funciona: o lo paga de forma directa o se lo cobran de otra manera.

Feliz Navidad.