2 COMENTARIOS 17/06/2024 - 07:54

La cosa debería estar más o menos así: en nombre del progreso o bienestar, cualquier actividad económica predominante, incluido el turismo, debe servir para mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en esa sociedad. Si no, no tiene sentido.

Hasta ahora, con sus matices, había pasado algo así. Hace dos meses hubo manifestaciones multitudinarias en Canarias para protestar por la situación: el modelo económico y el modelo turístico no están respondiendo a las necesidades de la mayoría. De momento no ha ocurrido gran cosa. Lo único que ha pasado ha sido el tiempo.

Este fin de semana, un grupo de personas, protestó en una pequeña cala de Mallorca, Es Caló des Moro, “para visibilizar las consecuencias de la masificación turística que sufren los residentes”. La portavoz parlamentaria de Vox en esas islas había dicho que los mallorquines no pueden pretender “querer ir a las playas en julio y agosto tranquilamente como hace años”.

Algunos de los participantes en la protesta apuntaban lo contrario: “el residente mallorquín está al servicio del turista cuando es el turismo el que tendría que mejorar las condiciones de vida de los mallorquines”.

Hace quince años, la Fundación César Manrique, organizó un curso que se llamó Economía, poder y megaproyectos, en el que se ponía en cuestión el axioma de que los grandes proyectos eran buenos para todos porque crean riqueza y puestos de trabajo que repercuten en el progreso de la sociedad donde se construyen. Se habló de campos de golf, parques temáticos, grandes infraestructuras de transporte y hasta de centrales nucleares.

Entre la consecuencias que se apuntaron: generan desigualdad, no todo crecimiento es positivo, se ocultan los costes y sus daños ecológicos y sociales, “el que pide que se cumplan las normas es el enemigo del pueblo” o desplazan el poder hacia el mundo económico y empresarial”. “Los beneficios empresariales no sólo no producen mejoras en la calidad de vida de las personas sino que son los contribuyentes quienes hacen posible, con dinero público, que se generen esos beneficios para unos pocos”, se dijo.

Ahora, para que siga ocurriendo todo esto, ni siquiera hacen falta megaproyectos. Lo excepcional se ha convertido en lo ordinario.

Comentarios

Lo ordinario es "desdoblar" carreteras.
El problema Saúl es que el desarrollo turístico ha llevado a nuestra isla a una dependencia absoluta del turismo masivo y a nadie , hasta ahora , le había preocupado . Ahora no hace falta justificar nada , más bien al contrario , los políticos aplauden todo proyecto turístico sea aplaudido y publicitado . Baleares es el ejemplo del que nunca debimos aprender ya que a ellos como a nosotros la luz les ha llegado tarde. Ahora toca buscar opciones alternativas al turismo masivo que nos sostiene algo casi imposible dados nuestros escasos recursos .

Añadir nuevo comentario