A finales de los años 50, como mucha gente sabrá, el Casino de Arrecife no estaba donde está ahora el Casino, y tampoco se llamaba Club Náutico. El Casino estaba en lo que hoy se llama Casa de la Cultura Agustín de la Hoz, cerrada desde el año 2005. El edificio lo había donado Luis Ramírez a los salesianos con el objetivo de que lo vendieran y, con los fondos recaudados, crearan becas para estudiantes sin recursos. Mientas se decidía la venta, el Casino ocupó el inmueble, hasta que los salesianos decidieron tomar posesión del edificio. El Casino optó entonces por crear un Fondo para comprar el edificio pero, finalmente, bajo la presidencia de Marcelino de Páiz, se negoció con el Ayuntamiento y se decidió utilizar el dinero en la construcción de un nuevo inmueble, en un terreno cedido de palabra (eran otros tiempos) por el Ayuntamiento, presidido por Pepín Ramírez, que había sido el anterior presidente del Casino. La ubicación del edificio facilitó que se convirtiera en Club Náutico, y hasta hoy.

Con el paso del tiempo y la entrada en vigor de la Ley de Costas, la concesión municipal se convertiría en concesión de Costas, ya que las instalaciones están en dominio público marítimo terrestre. De hecho, es la única edificación existente que impide el paso por la costa entre Puerto del Carmen y Costa Teguise. El Casino tiene un aparcamiento de carácter público pero de uso privado a su entrada. Actualmente, junto con los aparcamientos reservados en la puerta del Ayuntamiento, también es el único aparcamiento en superficie en toda la Avenida.

El Casino Club Náutico ha iniciado una campaña para que la Avenida de Arrecife siga abierta al tráfico y solicita, sin rodeos, “egoístamente, que al menos pueda llegarse hasta nuestro parking”. Añade el argumento de que el aparcamiento está ahí desde hace sesenta años y que hay personas de edad avanzada que, si quitan el parking, no podrían acceder hasta el Casino.

Esta solicitud provoca varias reflexiones, algunas de carácter general y otras más particulares, que voy a intentar reflejar de la forma más educada posible:

Es saludable que cada uno de los colectivos que integra la ciudad haga públicas sus reivindicaciones de la forma más clara posible, como en este caso. 

Una concesión pública es una cesión de una pertenencia de dominio público para un uso privativo para un plazo determinado y bajo ciertas condiciones. De igual modo, si el derecho es la norma, a la excepción se le llama privilegio.

Para ir construyendo una sociedad que sea (y lo parezca) más igualitaria (si es que se quiere construir), los privilegios, aunque tengan su razones históricas y en ocasiones, de justicia, deben ir desapareciendo paulatinamente, no reforzándose. 

Junto al Casino, con salidas a la superficie muy cercanas a la puerta, hay un gran parking con espacio disponible suficiente para aparcar cientos de vehículos. Solamente hay que pagar por hacerlo pero eso no debe suponer un problema para los socios de una institución en la que hay que pagar varios miles de euros para darse de alta como nuevo socio. Otra alternativa es que el Casino, como deferencia a  sus socios más ancianos o con problemas de movilidad, ponga en macha un servicio de recogida a domicilio y transporte, gratuito o no. Y otra que los socios se organicen entre ellos para ocuparse de las necesidades de sus socios con mayores necesidades.

No estaría mal que desde las instituciones con más capacidad de la capital, tanto económicamente como de capital humano, se optara por aportar, tanto soluciones como ideas, con el objetivo de mejorar el conjunto de la sociedad. Por ejemplo, tanto si se abre como si cierra la Avenida, el espacio que ocupa el aparcamiento sería muy aprovechable para uso de todos.