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Por M. J. Tabar
Se conocieron en el grupo de música popular Acatife y una tarde de 1998 decidieron formar una batucada “para matar el estrés”. Desde entonces han tocado en carnavales, desfiles, bodas, bautizos y concursos; en Canarias, Murcia, Italia, Hong Kong y Macao. Los Villa Pipol cumplen 18 años de vida dedicada a la percusión y a la catarsis del baile libre.
Se conocieron en el grupo de música popular Acatife y una tarde de 1998 decidieron formar una batucada “para matar el estrés”. Desde entonces han tocado en carnavales, desfiles, bodas, bautizos y concursos; en Canarias, Murcia, Italia, Hong Kong y Macao. Los Villa Pipol cumplen 18 años de vida dedicada a la percusión y a la catarsis del baile libre.
Último miércoles de enero y aún quedan tocados que ultimar en esta nave del polígono industrial de Naos, que desde hace años utilizan como local de reunión. Unos manejan la pistola para soldar con plástico caliente, otros pintan pequeñas máscaras tribales hechas con moldes de resina y el resto se reúne fuera para hablar un rato. Las pelucas de su disfraz (decidido desde marzo del año pasado) están fabricadas con soga naranja comprada en una ferretería. No hay nada mejor para el pelo fosco de un indígena africano.
La batucada Villa Pipol fue una de las primeras en desfilar en un coso de carnaval sin comparsa de baile. “Queríamos tocar a nuestro aire y cambiar al ritmo que queríamos a cada momento, jugar con la música sin estar pendientes del cuerpo de baile”, explica Jose Lora, presidente de la asociación cultural.
En sus inicios se fijaron en Terra Brasil y con esa referencia fueron incorporando otros ritmos. Hoy tienen un repertorio que bebe de la samba, el reggae, el funky, la música negra y el folklore canario (no es raro escucharles toques de tajaraste). El resultado es un sonido contundente y explosivo, que quiere cumplir con el más sagrado de los objetivos carnavaleros: revolver las calles con la locura del baile colectivo.
Iván Carmona es el director de la batucada, el que guía y señala el compás. Lleva 16 años en la formación y mantiene muy vivo el recuerdo del primer día que la escuchó: “Te envolvía, te atraía, tenías que ir a escucharles porque sonaban muy bien”. Por aquel entonces, hace casi dos décadas, era un chiquillo que no se perdía ni un ensayo de la comparsa Mojo con morena, explica. Cada vez que sonaban sus tambores en el teleclub de Argana, ahí estaba él, con su bocadillo de aceite y azúcar. Quiso tocar con ellos, pero era demasiado pequeño para incorporarse. Tuvo que esperar un tiempo a que llegase su oportunidad en Villa Pipol.
En varios estantes se guardan los tamborines, las cajas, los surdines (redoblantes), los surdos medios y grandes (14 kilos a la espalda), las campanas, los cencerros, las chapas, los zambines, las güiras y el resto de los instrumentos de la formación. En un rato comenzará el ensayo y el sonido se extenderá por el puerto con un mensaje inequívocamente sandunguero.
“Uno toca, otro contesta, otro se acopla…”, explican. Hablan con toques de tambor, interactúan, bailan, suben y disminuyen la intensidad según exija el ambiente. La clave es sencilla pero se sigue a rajatabla: “Hay que pasarlo bien”.
Hoy tienen un repertorio que bebe de la samba, el reggae, el funky, la música negra y el folklore canario (no es raro escucharles toques de tajaraste)
La gran mayoría de los 30 tocadores no tienen conocimientos musicales profesionales. Trabajan como fontaneros, enfermeros, electricistas o profesionales autónomos de varios sectores. Son, en general, parranderos con algunas nociones de música. La función del director es “estar arriba d´ellos”, resume Carmona entre risas. “Estamos como en casa, aquí no se viene a cara de perro”, insiste. No buscan solistas, ni músicos excepcionales que quieran lucirse. Si no hay armonía en el grupo, es difícil conseguirla en la batucada.
En estos 18 años, han compartido espectáculo con Javier Gurruchaga (en los antiguos Screenings de Cine Español), han representado a España en el XII Festival Internacional de Bandas de Giulianova (Italia) y se han sentido como el mismísimo Carlinhos Brown en el ‘latin parade’ de Hong Kong. Hoy trabajan con representante y tienen actuaciones todo el año. El próximo 11 de febrero viajarán a la Costa Azul para actuar en la Fiesta del Limón de Menton, en un desfile liderado por esculturas hechas con limones y naranjas.
Con el paso de los años, los Villa Pipol han conseguido formar una “gran familia” de graves, bajos, altos, metales, rubios y morenos que se reúnen siempre que tienen ocasión. Dieron la nota festiva en el pregón del Carnaval de Arrecife y protagonizarán sus habituales espectáculos callejeros en la mañana, tarde, noche y madrugada de este fin de semana. Su mensaje de despedida es una advertencia, de esas que se susurran al oído o se gritan a pleno pulmón: “Prepárate para gozar”.
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