EL PASEO
Por Saúl García
Hay cosas que a mucha gente le gustaría saber hacer. O al menos, que le dieran la oportunidad de poder hacerlo, de tener la suerte de poder hacerlo. Por ejemplo, en los negocios. Imaginen que hace unos años ustedes se dedicaban a los negocios, que es la expresión correcta que usan aquellos (desde la gama baja a la alta) que se dedican a comprar barato y vender caro, sea lo que sea, sin importar nada más que el precio y el beneficio. Vamos, que se dedicaban ustedes al negocio urbanístico, o a especular, que al fin y al cabo viene a ser lo mismo.
Y frente a otros hombres (porque no suelen ser mujeres) de negocios que no tuvieron tal fortuna, tienen ustedes la suerte de caer en Yaiza, de hacer negocios en Playa Blanca, con un Ayuntamiento que hacía todo por el bien del municipio, por el crecimiento y el progreso. El resultado lo tienen ustedes ahí: algunos han ganado mucho dinero y el Ayuntamiento está en la ruina: moral y económica.
A pesar de velar tanto por el interés del ciudadano, se les escaparon 130.000 metros cuadrados de zonas verdes públicas ocupadas por hoteles, que no han pagado ni un euro por su uso, y que incluso han comerciado con ellas. Ahora se regularán y con un poco de mala suerte tendrán que pagar algo (cosas más difíciles se han visto) pero poco más. Quizá caiga algún homenaje, algún reconocimiento por los servicios prestados o alguna placa por crear empleo (con la inestimable ayuda de los fondos europeos y la RIC).
¿Y cómo se ha podido llegar a esta situación? Con suerte, amigos, con suerte. Porque sólo puede ser suerte que seas ex alcalde, hagas un hotel (Casa del embajador), pidas permiso para hacer una pista de tenis en zona verde pública y la oficina técnica te diga, en 1991, literalmente: “No hay inconveniente en la instalación de las canchas de tenis en la zona verde publica”. Y no fue el único.
O que hagas un minigolf en tu complejo hotelero (Playa Limones), sin concesión y sin licencia, con permiso (en teoría) de la empresa propietaria del plan parcial pero sin que las ordenanzas de ese plan parcial permitan esa construcción, y quince años después solicites la ocupación de la zona, y en lugar de multarte te pongan en el nuevo Plan General que en lugar de espacio libre, el suelo pasa a ser espacio recreativo. No me digan que no es suerte.
Pero la suerte hay que buscarla. Compra usted un plan parcial pero no hace el proyecto de compensación. Después aparecen dos sociedades, una que compra el suelo a la Seguridad Social por un embargo y otra a La Caixa, y ambas deben ceder los espacios libres y viales al Ayuntamiento. Pero tampoco lo hacen. La primera, porque dice que lo que ha comprado es todo dotación pública y pide que se anulen todas las licencias y que en lugar de proyecto de compensación, se le firme un convenio para usar las zonas verdes públicas y no pagar nada por ello. Y tiene la suerte de que el Ayuntamiento le hace caso. Y claro, dos años después, en 2006, la otra sociedad pide el mismo trato, y también le firman el convenio, así que se queda con las zonas públicas e incluso las traspasa a otros para hacer, entre otras cosas, un campo de pitch and put. Resulta que al final las dos sociedades acaban en manos del mismo empresario. Sí, ese en el que están pensando.
Ya lo ven, la suerte llega al que se la trabaja.
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