EL PASEO
Por Saúl García
De los espectáculos lamentables que ha dado en público Pedro San Ginés como presidente del Cabildo (y no han sido pocos), el del martes terminando el Debate sobre el Estado de la Isla supera al resto. Se queja el presidente de que el Debate se ha centrado en su carácter y en su “figura” (elijan entre si es un rey o un peón), pero él mismo se encargó de ponerse, como siempre, en el centro de la diana.
De los espectáculos lamentables que ha dado en público Pedro San Ginés como presidente del Cabildo (y no han sido pocos), el del martes terminando el Debate sobre el Estado de la Isla supera al resto. Se queja el presidente de que el Debate se ha centrado en su carácter y en su “figura” (elijan entre si es un rey o un peón), pero él mismo se encargó de ponerse, como siempre, en el centro de la diana.
Como si fuera el gerente de una empresa, se limitó a exponer en la primera jornada todas las gestiones e inversiones hechas, área por área, desde que es presidente, con tres grupos de gobierno distintos. De esta forma, él mismo convirtió el Debate sobre el estado de la Isla en un juicio a su presidencia, lo que supone, primero, un error de estrategia flagrante, y segundo, un despropósito comunicativo: en lugar de sintetizar, despliega varios cientos de datos, gráficos y acciones imposibles de asimilar que finalmente constituyen su mensaje: abrumar por exceso, como si esa avalancha pudiera hacer frente a la realidad o como si eso fuera suficiente para satisfacer las demandas de los ciudadanos.
El presidente pretende demostrar que hace su trabajo lo mejor que puede. Por supuesto, para eso se le paga. Lo que no quiere decir que lo haga bien. Habla continuamente de competencias, inversiones, transferencias… cuando son cuestiones de consumo interno. El ciudadano no quiere que le expliquen en qué consiste el trabajo del presidente.
Dijo que cuando le ofrecieron la presidencia hace cuatro años se resistió porque creía que su carácter le inhabilitaba para ser presidente, y sin embargo se queja de que después se hable de su carácter, olvidando que las formas no envuelven al fondo, sino que son el fondo. No supo estar a la altura del Debate y lo cerró, siempre a la defensiva, olvidando dónde estaba y para lo que había ido, insultando, “retratando”, lleno de rencor y resentimiento: el discurso de una persona con más pasado que futuro.
San Ginés tiene debilidad por invertir las funciones: ataca a los trabajadores en lugar de defenderlos, juzga la labor de la prensa en lugar de aceptar lo contrario y, para rematar, pide a la oposición, una vez que ha sido incapaz de mantener cohesionado su propio grupo, que expliquen cuál puede ser la salida a la situación, cuando es su obligación buscar una mayoría estable o cientos de acuerdos, empresas que hoy en día parecen imposibles.
Y lo pide cuando él mismo avanza cuál va a ser la solución: “Renunciar a mi derecho tiene un precio: Lanzarote”, dijo. Pues eso. San Ginés parece amortizado. Sólo falta saber cuánto aguantará y a quién quiere arrastrar. Y si no tienen claro que ya se ve a San Ginés como un problema y no como una solución, lean el editorial de Lancelot.
Comentarios
1 Anónimo Vie, 25/10/2013 - 11:08
2 Flaneur Vie, 25/10/2013 - 17:27
3 Apuestas Vie, 25/10/2013 - 22:29
4 Puntada sin hilo Sáb, 26/10/2013 - 22:26
5 F.Maria Dom, 27/10/2013 - 11:14
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