Las personas tenemos nuestras complejidades pero, en el fondo, somos muy básicas. Si nos dan mensajes sencillos, los entendemos a la primera. Por ejemplo: si Canarias promociona las islas con un programa como Discovering Canary Islands, en el que los concursantes se dedican a correr, saltar, nadar, bucear y pedalear por lugares bien bonitos de las islas, pues el mensaje llega: venga usted a correr y saltar por donde quiera. Si además le organizan todo tipo de pruebas deportivas, pues el mensaje llega más claro.

Hay mensajes directos y mensajes indirectos, como el que entendió la artista francesa que hizo un dibujo en una casa del siglo XVIII. ¿Cómo se iba a imaginar que había tanta inquietud y tanta preocupación en la sociedad lanzaroteña por el patrimonio? Es como pedir a los ciudadanos que no se ensucien los solares en Arrecife: se aprende por el ejemplo.

El Cabildo ahora dice que es prioritario un pacto por el paisaje. El paisaje debe ser una consecuencia, no un fin. Empiezan la casa por el tejado, pero no es la primera vez. En 2015, Oswaldo Betancort, que era alcalde de Teguise, anunció que quería hacer una intervención artística para “integrar en el paisaje los esqueletos de Costa Teguise”. Tampoco lo hizo. El caso es que sigue más preocupado por el escaparate que por la tienda. Es como poner papeleras en un vertedero ilegal.

Sobre el Patrimonio, algunos consejeros del Cabildo piden más agilidad al departamento, como si no fuera su responsabilidad dotarlo de medios y personal. La sanción se la han puesto rápido. Está claro que la artista se equivocó al optar por el arte. Si se le hubiera ocurrido tirar la casa para hacer una bodega o, qué se yo, una tienda de zapatillas en la Calle Real, a lo mejor la proponían para Distinguidos del turismo por generar riqueza.