El ciclón Ten se convirtió en la tormenta tropical Hermine que después se degradó a depresión tropical o tormenta postropical, depende la versión, pero sin cambiar de nombre y acabó siendo, en definitiva, al menos en Lanzarote, un fuerte domingo de lluvia.

Eso sí, el fenómeno extraordinario acabó resultando muy ordinario en sus consecuencias: la mayoría de las 200 incidencias producidas fueron en Arrecife, que ya se rindió a la lluvia antes de que el ataque fuera diluviante.

Parece que alarmar (dar alarma) es más fácil que prevenir. Para lo primero, basta con no hacer algo durante unos días y para lo segundo hay que hacer muchas cosas durante gran parte del año: limpieza, mantenimiento, obras de alcantarillado, etc...

En otras cuestiones se piden políticas adaptadas a la realidad de cada isla. En emergencias abrazamos el trazo grueso en nombre de la precaución. Y la política del por si acaso, que nunca falla, se está extendiendo a otras áreas. En una sociedad donde la crítica es una losa, están cogiendo el truco: es difícil responsabilizar de algo concreto a alguien que no hace nada.

Gracias al principio de precaución, por ejemplo, este fin de semana, no hubo mercadillo del sábado en Arrecife, pero el concejal responsable de ese área, con toda lógica y sin riesgo, esa misma mañana sí pudo organizar el acto de su candidatura a la alcaldía.

Activar también parece más difícil que desactivar. Las clases del lunes se suspendieron el viernes, pero el domingo dejó de llover. Y en el capítulo de paradojas del primer mundo, en una preciosa mañana nublada de lunes, mientras los niños y niñas se quedan en la cama (más por post que por pre caución), otras 147 personas se jugaban la vida en tres pateras rumbo a la Isla.