Mariem Díaz Fadel

"Putos viejos". Ser viejo en Arrecife

Alguien ha decidido que todo debe acabar antes de que realmente termine, y me refiero a la vida de los viejos. Han establecido que se rompan los vínculos sociales y las relaciones familiares, y que el espacio en que hacemos nuestra vida deje de ser testigo de los paseos por nuestras calles, por el club social, por el bar de la esquina o por el puesto de loterías. No habrán de vernos más en el supermercado, en misa, ni en el estanco. Y todo eso antes de que muramos, porque morir de viejo en Arrecife es hacerlo antes de que toque -será de tristeza- y lejos de la ciudad.

Quienes creen que nunca serán viejos -pobres de ellos- han decidido que una residencia en el campo, en medio de ningún lugar, es el mejor destino para los viejos; que estar en el campo es una buena forma de acabar la vida; que romper con nuestra calle y con nuestros amigos, y olvidar nuestras rutinas, es una buena fórmula para ir acabando la existencia, así sea dedicados a la jardinería o a la nada más absoluta, mirando hacia la entrada con el anhelo de que una cara amiga nos venga a sacar de ahí, porque, seguro, que ese internamiento lejos de todo lo conocido ha sido un error. Que es poco castigo que dejes tu casa y que, no conformes con ello,  hay que mandarte bien lejos.

Estar en una residencia distante, sin visitas, sin familia, que ya no tiene tiempo para estar con nosotros, es la solución para librar de viejos la ciudad.

A todas estas, Cáritas va a crear algunas plazas en Arrecife para viejos sin protección. Al menos, la entidad social otorgará una pequeña atención a algunos mayores, porque en nuestras administraciones no parece existir nadie con una respuesta a tal asunto. Algunas de ellas compran casas viejas que parecen  valer más que las vidas viejas. Las adquieren sin fines concretos, porque parece un deber,  pero ninguna compra un suelo en el centro de la capital para crear un hogar en el que dar una vida en comunidad a  nuestros viejos, para que permanezcan en su medio, para que se sigan reconociendo en el que ha sido el espacio de su vida. Un solar que se pague con los beneficios de los centros turísticos o con los impuestos municipales, que para el solar de Ginory sí que hubo, pongo por caso.

Puede que los alcaldes y alcaldesas que aún viven, que han regido los destinos del municipio, o los presidentes y  presidentas del Cabildo que han pasado por el cargo, no hayan pensado que algún día podrán ser viejos, si no lo son ya,  y que una decisión, que no será suya, los destinaría a una residencia lejos de donde han vivido, porque cerca no hay, porque no fue de su interés cuando gobernaron. En ese momento, se percatarían de que la vida, efectivamente, habría acabado para todos ellos. Sin estímulos sociales ni culturales; sin las caras conocidas de siempre; sin tinte ni manicura o barbería, ni un buen corte de pelo, ni ropa para recibir o que lucir en un paseo por las calles de la ciudad, sin los aduladores mariposeando a su alrededor.

No sé si les vale esa cruda visión de sí mismos/as, que no les deseo,  para tomar algunas decisiones -los que ahora pueden y deben- en el ámbito de la atención a nuestros mayores en el municipio con más población de la isla, o,  por el contrario, se imaginan como reyes y reinas en sus castillos, lejos de una residencia situada donde Cristo perdió los clavos, un lejano aparcamiento de viejos y viejas donde otros esperan, apartados de eso que, más allá de los límites de cualquier  "idílica" residencia  en ninguna parte, llaman vida. Porque da igual lo bien dotadas que estén si son un exilio antes de la muerte. Putos, torpes, y desagradecidos representantes públicos, diría yo, en lenguaje burdo y soez.

 

Comentarios

Toda la razón tiene el autor de este artículo. La ignorancia y la falta de la más mínima sensibilidad humana están detrás de esa visión de la vejez que aparta a nuestros mayores de la vida diaria y los abandona en una residencia hasta que les llegue el final. Las residenciad de ancianos en otros países son otra cosa. Perdemos mucho aquí separando y alejando a las personas mayores, pero además es un acto de barbarie y cobardía.
Lo vivirán en sus carnes, como la gran mayoría
El islote del francés sería un lugar ideal para una residencia de ancianos, con árboles, mesas de juego, petanca, un bar, tranvía desde el hospital insular hasta el Cabildo, charcones donde bañarse, piscina de agua de mar para hacer deporte, etc. Para cuando lo hagan los viejos seremos nosotros.
Hacia tiempo que leía un artículo de una realidad tan sangrante como esta, es verdad a los viejos no se nos quiere pero.....aún tenemos algo de poder, son nuestro voto y somos muchos, gracias Mariem
Muy acertado el artículo.
Muy buen articulo. Gracias por la sensibilidad compartida.
Menos mal que alguien escribe algo con sensatez
Cuánta razón, Marien. Te agradezco mucho tu artículo. La vida corre deprisa, y no se repite. Deben hacer algo al respecto, pero ya.
Muy bueno tu artículo. Coincido con Lagunero, cada día somos más y nuestro voto cuenta y mucho. El truco está en la unión y con la unión... La fuerza que ahora ni nos creemos. Gracias. Salud

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