Ana Carrasco

"El mundo soy yo", o no

Actualmente, guerras en el mundo hay muchas, pero los medios de comunicación se ocupan sobre todo de una, la que tiene lugar en Europa. La guerra en Ucrania empezaba hace un año con muchos titulares en los periódicos, pero a mí me llamó la atención este de la portada del periódico, El País: "La devastadora misión histórica del líder ruso". Y me llamaba la atención por hacer uso de la palabra líder. Cuando me dirigí a la noticia, página 16 del diario, el titular era algo más largo, y no mencionaba la palabra líder, lo que me satisfizo.

Busqué el significado de líder en la RAE porque mi idea preconcebida era la de aquel que influye positivamente sobre los demás, que utiliza su sabiduría y talante en pro de la comunidad. En mi cabeza, Putin no era un líder, pero la RAE define al líder como "aquella persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad". Estaba equivocada, Putin es un líder.

Me quedé desconcertada, molesta, así que, en mi testarudez, me fui a las posibles raíces etimológicas para ver si encontraba un resquicio que diera sentido a mi suposición. Encontré que Hugo Landolfi, filósofo, fundador de La Escuela de Estudios Superiores en Liderazgo Organizacional, ha escrito mucho sobre ello.

Al parecer, la palabra "líder" puede tener su origen en la partícula "lid", que proviene del latín lis-litis. Su significado en la lengua latina es: disputa, querella, combate, pelea. Atendiendo a esta hipótesis, el líder sería aquel que se encuentra inmerso en una querella, pelea o disputa. Putin es un líder, y yo una mujer ofuscada. Aprendo que disputa proviene de dos partículas latinas: La primera, "dis" significa separar o separadamente, la segunda es, "puto"o "putare", verbo latino que significa podar o limpiar.

Según Hugo Landolfi, estos significados resultan interesantes, pues coloca al líder, no como alguien con una postura pasiva frente a la realidad, sino como alguien que tiene una postura activa mediante la cual, se supone, quiere cambiar algo de su entorno inmediato. Y no necesariamente tiene que ser mediante la pelea, porque una disputa, teniendo en cuenta su raíz etimológica, es un proceso en el que se separan, eliminan las partes nocivas de ese algo. Aquí encuentro un intersticio para mi tranquilidad, ya que diferentes estudiosos, interpretando las diferentes etimologías, incluida la anglosajona, se aproximan a la conclusión de que un líder es quien, conociendo en profundidad la realidad y la naturaleza humana, cuida de las personas, de los procesos, podando y limpiando con inteligencia lo malo.

La forma de intervenir, de podar, de cambiar el entorno, depende mucho de cómo sea la personalidad del líder, de cómo perciba éste la realidad. Para Natalia Callero y Pau Luque, autores de "Hipocondría moral", la deriva patológica del narcisismo empieza cuando uno pierde la capacidad de distinguir entre el punto de vista de uno y la realidad. Un narcisista patológico no percibe la frontera entre sí mismo y el entorno, considera que el mundo es él. Se dice así mismo: "El mundo soy yo". Y Putin tiene esa personalidad narcisista, lo dicen los expertos. La deriva patológica que sufre Putin, la sufre el mundo entero cuando el "líder" ruso no percibe la frontera entre Rusia y él, entre Rusia y Ucrania, cuando cambia la Constitución para permanecer en el cargo hasta el 2036, cuando invade territorios aludiendo a una supuesta emergencia nacional, cuando acalla las críticas y mata las voces discrepantes, o cuando se inventa enemigos para sobrevivir.

Estamos en la era de los líderes autoritarios, lo explica bien el periodista Gideon Rachman en un estupendo libro en el que describe cómo el culto a la personalidad amenaza las democracias en el mundo, cómo el estilo político del hombre fuerte, antepone los instintos del líder a la ley y las instituciones. Putin, Erdogan, Orbán, Xi Jinping, Duterte, son algunos de los líderes que, en su estilo fuerte, están criminalizando a la prensa y tribunales en sus respectivos países.

Gideon Rachman nos advierte de los errores catastróficos de un sistema cuando depende de la sabiduría de un solo hombre, y termina su libro con la siguiente frase: "La era de los líderes autoritarios empezó con Vladímir Putin. Si sale vencedor en su guerra en Ucrania, el estilo del hombre fuerte que él personifica podría seguir cosechando prestigio y partidarios en todo el mundo. Pero si sufre una derrota, ese fracaso podría suponer el principio del fin de los líderes autoritarios".

P. D. Las democracias están amenazadas siempre, son vulnerables, el sistema democrático occidental está en crisis por varias razones, entre ellas por dar pábulo a "líderes" que actúan bajo el lema: "El mundo soy yo". En nosotros radica la capacidad de podar delirios y fantasías particulares mediante el voto. Luego, ya es tarde, el falso líder, el autoritario, una vez en el poder, no tiene escrúpulos en socavar las bases constitucionales para permanecer.

Añadir nuevo comentario