Antonio Lorenzo

El Marqués de Lanzarote

No es un marquesado irónico e irrisorio, como en algún otro caso, sino verdadero y real. “Hubiera sido digno protagonista de El Quijote, si ya se hubiera sido escrito” dice casi textualmente de don Agustín de Herrera y Rojas, el historiador don José de Viera y Clavijo, de cuya ‘Historia de Canarias’ extraemos todos estos datos. Tuvo Dulcineas legales e ilegales y batallas, no contra molinos, sino con armas, barcos, soldados y caballos frente a los enemigos de su Isla y no siempre venturosas.

Tuvo dos Dulcineas legítimas, la estéril tinerfeña doña Inés de Ponte, que falleció en el cortijo de Iguanadén, de Tinajo, el 8 de mayo de 1588 y otra con la que se casó en Madrid, doña Mariana Enríquez y Manrique de La Vega, con la que tuvo un hijo que aunque se tituló Segundo Marqués, fue un personaje irrelevante al que su madre quiso meter de fraile sin que lo consiguiera; y al menos otra Dulcinea ilegítima, doña Bernardina Cabrera y León, esposa del genovés don Teodoro Espelta, que vivía en Testeina, de cuyo domicilio escapa el Marqués por un hueco en la pared, huyendo del padre de doña Bernardina, don Luís de León, que estaba dispuesto a matarlo por la honra familiar.

Cuando don Teodoro regresa a su casa sin el azúcar y golosinas, que eran un capricho de ella, alegando no haberlas traído el barco llegado de la Isla de la Madera, la señora pretexta un antojo y lo obliga ir a Teguise en su caballo, para traérselas. Al día siguiente don Teodoro aparece muerto junto a su casa “con su vestido azul, su cuello y botas blancas, pero sin heridas visibles”. Doña Bernardina se traslada al castillo de Guanapay, Guanapaya dice el historiador, donde ejerce de verdadera marquesa, en compañía de sus dos hijas, Juana y Constanza a quienes el Marqués acoge como hijas. Se decía que su preferida era la más pequeña, Constanza, que nació dos años después de muerto Espelta, lo que casi aseguraba su paternidad. Finalmente el Marqués acompañó a doña Bernardina a Madeira donde ingresó en el convento de las Clarisas de Funchal.

Herrera fue azote de Berbería, donde hizo hasta catorce incursiones, cautivando a más de mil africanos, sin que nunca perdiera uno de los suyos. A últimos de julio de 1586 desembarca en Lanzarote el argelino Morato o Amourat, con siete galeras, ochocientos soldados y cuatrocientos turcos, desmantela el castillo de Guanapay, incendia los archivos de Teguise y quema más de diez mil fanegas de trigo y cebada. Cautivó a la esposa del Marqués doña Inés y a la hija natural doña Constanza. A doña Juana la había sacado llevándola en su caballo y entregándola a un tal Juan Gopar para que la custodiase y defendiese. Se iza la bandera de la paz y, después de conversaciones, Morato pide quince mil ducados por el rescate. El Marqués solo dispone de cinco mil y en garantía del pago de los diez mil restantes le entregó a su hermano bastardo Diego Sarmiento y a Marcos de San Juan Peraza, que estuvieron en Marruecos hasta 1590.

Finalmente Morato se retira el 26 de agosto, conduciendo a doscientas personas cautivas, aunque el historiador Luís de Mármol dice que realmente fueron cuatrocientas sesenta y ocho. Que fue el golpe más sensible que recibió el Marqués. Nos imaginamos lo que supuso esa sangría para la escasa población de Lanzarote. Viera dice que quizá el único borrón en la historia del Marqués pudiera ser su posible participación, no probada, en la muerte del esposo de doña Bernardina. Las hazañas bélicas de don Agustín de Herrera pienso que merecen un capítulo aparte.

Comentarios

Está bien conocer la historia de las gentes que poblaron Lanzarote. Lo que a mí me parece, si es cierto lo que se cuenta, es que el mencionado Marqués se entretenía saqueando las costas africanas hasta que se hartaron, reunieron un pequeño ejército y le pagaron con la misma moneda. Vamos, lo habitual con la aristocracia, que obliga al pueblo a pagar las conscuencias de sus descerebrados actos.
Poco ha cambiado la humanidad en la Historia.

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