Antonio Lorenzo

Don Leandro

Con relación a nuestro nunca bastante homenajeado escritor, tengo dos sentimientos contradictorios. El de frustración porque, aparte de los saludos propios de su cordialidad, nunca tuve ocasión de una conversación con él, y el de satisfacción por haber leído y releído casi todo, o quizá todo lo que se ha publicado de su entrañable producción literaria, desde El Puerto de la Luz y diez cuentos, Nosotros los emigrantes, Lanzarote y yo, Desde mi cráter hasta la Antología de crónicas editada por la Fundación César Manrique, con ilustraciones y portadas de Manolo Millares, Julio Viera, el pintor del Cristo con tinta de calamar, que todos teníamos como un poco tocado, Enrique Spínola o César, incluida dedicatoria personal en junio de 1981 y que tienen un lugar predilecto en mi biblioteca de temas canarios.

También tengo dos imágenes muy claras de los difíciles años 40 del pasado siglo. En un pequeño despacho, en la calle Fajardo de Arrecife, donde mi primo Polo Díaz daba clases particulares y yo, en mi primer año de bachillerato estudiaba latines y ecuaciones, escuchaba a mi primo y a don Leandro, íntimos amigos, hablar de libros y proyectos literarios. La otra es mi sorpresa cuando, en La Plazuela, oí vocear por primera vez un periódico. Un muchacho, con un paquete bajo el brazo y un ejemplar en la mano gritaba: “¡Pronósticos!, ¡Pronósticos!, semanario de Lanzarote”. Si mi memoria no me es infiel, aquel ejemplar traía en la portada la fotografía de Cristóbal, un portero famoso de Gran Canaria, con la clásica indumentaria de aquellos tiempos: Jersey negro destacando el cuello blanco de la camisa.

Hace unos años, concretamente para el 19 de septiembre de 2008, fui invitado por la Academia de la Ciencia de Lanzarote a una charla dentro de sus frecuentes actos culturales. Empecé diciendo que parecería extraño que dentro de la actividad de una entidad científica, yo pretendiera hablar de Humor que casi siempre y equivocadamente, se asocia a chiste y vulgaridad. Llevamos el humor como parte integrante de una ciencia incipiente, la Risoterapia que creemos servirá para el saneamiento psicológico de nuestra sociedad. Lo desarrollamos a través del característico humor canario y en las citas tuvo lugar preferente la obra de don Leandro, desde el relato del gato muerto en el volcán de Tahíche y los Tres cuentos de pelos, Los bigotes de mi abuelo, Las barbas de mi tío y Las melenas de mi primo que termina casi todo como una parte de ejecución sumarísima cuando los mandos del regimiento donde ejercía su deber de soldado comunican a sus padres: “Hoy, al amanecer, ha sido pelado al cero vuestro hijo Paquito. Jefes, oficiales y suboficiales del Batallón lo sienten mucho”.

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