Antonio Lorenzo

Contraste

Hace unas semanas leía que posiblemente el informe de impacto medioambiental de la ampliación del muelle de Playa Blanca estaría finalizado dentro de un par de años. Tengo a la vista un recorte del diario ‘La Provincia’ del pasado 20 de diciembre en que un grupo de vecinos de Tuineje, con ‘faz risueña’ que cantara Sara Montiel, contemplaban el atraque del crucero ‘Braemar’ y el consiguiente desparrame de sus 950 turistas por las calles de Gran Tarajal. Esta imagen me recuerda el tiempo en que el pasado siglo iniciaba su segunda mitad. La de los sufridos viajeros que, después de una noche de vaivenes y mareos, mientras los lanchones del correíllo llevaban y traían mercancías, aprovechábamos la picardía de un ‘gondolero’ que, en su barquillo, también a remos, nos desembarcaba y aliviar los sufrimientos con el recorrido por tierra hasta Puerto de Cabras, no sé si después o ya, rebautizado como Puerto del Rosario.

En el café de las populares ‘Hermanas Rubias’, creo que eran tres, nuestros estómagos se calentaban con un buen café con leche para afrontar la larga travesía terrera y terrestre. En unos camiones mixtos de carga y pasaje, hermanos de los que usábamos en Lanzarote, entre baches, piedras y polvo, iniciábamos la marcha, que nos deparaba las primeras sorpresas. Los pueblos, con casas no encaladas y del mismo color del terreno, aparecían misteriosamente y cuando menos lo esperábamos.

En Puerto de Cabras, o del Rosario, un pequeño bar junto al muelle, después de subir unos escalones y traspasar la única puerta, el plato también único, lo tomas o lo dejas, de papas y huevos fritos, la segunda sorpresa cuando después de mucho tiempo de haberse retirado de circulación, nos devolvían el cambio en ‘perras grandes’, gordas decían los peninsulares, y ‘perras chicas’ de cobre ennegrecido por el manoseo, y el posterior deambular por los alrededores para hacer más corta la espera, volvíamos a embarcar para las otras cuatro horas de travesía hasta llegar a nuestras casas y descansar de la noche y parte del día tormentosos.

Estimado ex-compañero y buen amigo Gerardo Mesa: Como hacen los equipos de fútbol en apuros, ¿no podría tu isla cedernos, aunque sea temporalmente, algunos de esos apiñados y eficaces majoreros que han sido capaces de conseguir que aquellos pedregosos y enterregados caminos hoy sean magníficas carreteras, que a los lanzaroteños nos sea rentable cruzar la Bocaina los fines de semana y que un puerto en el que no podían atacar los ‘La Palma’, ‘León y Castillo’ o ‘Viera y Clavijo’, hoy pueda acoger un gran trasatlántico?

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