PERFILES

Tomás Fuentes, el viaje de la mar al asfalto

Foto: Felipe de la Cruz.
Saúl García 1 COMENTARIOS 23/05/2017 - 09:06

Hace casi medio siglo que Tomás Fuentes Feo (Arrecife, 1937) empezó a trabajar en tierra, en una grúa, la primera que hubo en la Isla. Fue cuando ya se había cansado de tanto mar: de la pesca chica, de la de arrastre y hasta del Juan Sebastián Elcano. “Si me regalan un barco no lo quiero”, dice.

Tomás nació junto al Muelle de la pescadería en una familia de once hermanos. Su padre, Ginés Fuentes Perdomo, y su tío, tenían dos barcos, ‘El Candelaria’ y ‘El Africano’, dos balandros, a vela, con unos depósitos en el fondo que los convertían en viveros flotantes. Con ellos se navegaba hasta ‘Pocofondo’ y si no había pescado hasta la costa africana.

El pescado se traía vivo, se metía en una cachucha y se dejaba en el fondo de la bahía de Arrecife. Cada día, junto a sus hermanos, remaba hasta donde estaba el pescado para venderlo en la Pescadería. Sobre todo chopa, que acabó apodando la familia. Tenía nueve años y se levantaba a las seis de mañana para trabajar. Después iba a la escuela de ‘Pedro Fierro’, al lado, la de Orientación Marítima, y por la tarde había que remendar el chinchorro o jarear el pescado que había sobrado, salarlo y tenderlo en la azotea. Y como ellos, había otra docena de barcos como el Sara o la Niña, que tenía dos depósitos.

Aquel tipo de pesca, de todas formas, no acababa de funcionar... “Los depósitos se rompían mucho, se iba el pescado y todo el mundo iba a la orilla a por él”, recuerda. Los barcos tardaban tres días en ir y venir “y no rendían”. Después llegó el hielo y los motores y esa pesca desapareció. Tomás entró a trabajar donde Lamberti, en La Rocar, en la herrería y en el taller, aprendiendo la mecánica.

Se sacó el título de engrasador, después de segundo mecánico naval y luego el de primera en Las Palmas, y se enroló en un barco de arrastre de Lloret y Llinares que iba a África. También estuvo en la pesca chica, la pesca “más perreá”. Todo el día de pie, con la liña, sacando el pescado uno a uno, después por la noche había que desescamar y salar hasta la una o las dos de la madrugada, “y así cuarenta días seguidos”. “Me salían llagas en las llagas”, dice mirándose a los dedos.

Así que se puso a trabajar en algo nuevo, en la potabilizadora de los Díaz Rijo, donde entró de primer oficial en las turbinas, pero no le gustó el trabajo. Las máquinas se estropeaban mucho porque se les exigía mucho, y otra vez se fue a la mar. Esta vez se enroló en un barco cubano que iba a Sudáfrica a por merluza, donde le pagaban 36.000 pesetas al mes, más lo que no se gastaba porque se pasó seis meses sin pisar tierra.

Y al final llegó a tierra y empezó a trabajar en el asfalto, el poco que había por entonces en las carreteras de la Isla. Touring Club España llevaba la única grúa de Lanzarote y necesitaba un chófer. Pagaban 12.000 pesetas y había que estar disponible todos los días a todas horas, pero no era mucho trabajo. Se hacía un viaje al día, si se hacía. Al poco tiempo, la empresa se marchó y, en lugar de la liquidación, negoció quedarse con la grúa. Y así empezó, en el Lomo, en el 46 de la calle Pérez Galdós, cobrando 250 pesetas por servicio con una grúa a manivela y sin aire acondicionado. “Si la cosa no era muy grave me esperaba hasta las seis para ir por los coches”, dice.

Tomás nació junto al Muelle de la pescadería en una familia de once hermanos. Su padre, Ginés Fuentes Perdomo, y su tío, tenían dos barcos, ‘El Candelaria’ y ‘El Africano’

Después compró una grúa más grande y luego otra, primero con el nombre de Grúa lanzaroteña y después con su propio nombre, teniendo “las cosas cuidadas: farito que se rompe, farito que se pone”, y pasando de la manivela al control remoto. La empresa, hoy, la llevan sus hijos, tiene ocho vehículos, y Tomás se dedica “a dormir, comer y pasear”. Y a viajar. Hace poco estuvo en Mallorca y ahora se va a Noruega.

Lo peor que recuerda del trabajo son los muertos en los accidentes. Había que sacarlos. Una vez, en Los Dolores, sacó a una chica de un coche y unos segundos después el coche empezó a arder. “Una escapada muy grande”, dice. Y con la grúa trabajó en el cine, en los rodajes que se hacían en la Isla, en la casa de César Manrique, en el Gran Hotel y en el Mirador del Río, remolcando a dos monjas y “pasando hasta miedo” por si se soltaba el coche.

En el Juan Sebastián Elcano

Le tocó hacer la ‘mili’ en Cádiz, en la Marina, y se enroló, por influencia de un cabo furriel, en el buque escuela de la armada, el Juan Sebastián Elcano, con el que dio la vuelta al mundo dos veces: Cádiz, Las Palmas, Santo Domnigo, Panamá... En una de ellas, en 1958, coincidió en la travesía con el entonces Príncipe Juan Carlos. “Un día se había acabado el agua fría y él sabía que yo tenía agua fría abajo, y se la cambié por tiques para 25 bocadillos”, cuenta Tomás.

Comentarios

Yo estoy muy orgullosa de tener un tio como el

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