Confabulación atmosférica para crear la temperatura perfecta la noche del Jameos Festival, una experiencia musical sustentada en dos pilares -calidad y respeto al entorno- y protagonizada por Henry Sáiz, Damabiah, Integral Bread y Dj Sinkro. La fiesta se desarrolló en Jameos del Agua, un monumento natural declarado sitio de interés científico y bien de interés cultural, que cobija programación musical ligera y tiene una afluencia anual superior a los 612.000 visitantes.

El aforo máximo calculado para el evento fue de 440 personas, que acudieron tanto en vehículo privado como abordo de un servicio especial de transporte público que conectó Arrecife con Jameos. El noviembre lanzaroteño se despidió con una sesión de música electrónica, que resultó especial por varios motivos.

Se agotaron las entradas en veinte minutos, antes de que los flyers llegaran a distribuirse y a ejercer su función. Fue el estreno de la productora Picon Group, organizadora de sesiones de electrónica y calidad, en un escenario único y espectacular: un tubo volcánico con más de seis kilómetros de longitud, formado por la erupción del Volcán de la Corona (Haría), y el primer espacio insular convertido por César Manrique en centro de arte, cultura y turismo.

Después de un año de organización y conversaciones entre la productora y la Administración, gestora de este espacio, se confirmó la primera edición del Jameos Festival, el evento musical más importante de la séptima edición de la Bienal ArteLanzarote.

El DJ y productor español, Henry Saiz, fue el primero en poner la banda sonora a la noche. Y él, que es un orfebre de la electrónica, un innovador de la música de club, reconocido desde Berlín hasta Bogotá, sintió en Jameos un placentero horror vacui inicial. Conocía el lugar con luz diurna, pero desconocía la revolución estética que propicia por la noche, y con el trabajo visual de Pablo Fiuza  y Pepe Dluxe.

“Esto es una catedral natural. ¡Aquí no puedo poner música electrónica! Me siento abrumado por tanta belleza”. Fueron las primeras palabras de Henry Saiz, que a última hora cambio el enfoque de su sesión. “Necesito poner lo que siento, algo épico”. Y así sonaron los primeros momentos de la noche en Jameos Festival. Mandaron las vibraciones del compositor contemporáneo y el sonido derivado de un equipo de 7.000 vatios. “Ni se necesita mucho volumen, ni mucho equipo. La acústica natural de la cueva lo hace todo”, dijo Daniel Bartolomé, DJ Sinkro, organizador de evento.

En la entrada se repartieron ceniceros de plástico plegables y se recordaron las normas de comportamiento en ese frágil espacio. En las barras se despacharon sólo vasos de cartón. Muchos vehículos en el exterior, pero también servicio de transporte público de guagua. La personalidad de Manrique se invocó en varios momentos de la noche, también la comunión entre la música y la naturaleza,  los recuerdos de Jameos en 1968. Aquella pista de baile.

Las conclusiones del Festival tienden a la euforia. El público lo describe como una fiesta “inolvidable”, un “sueño”, una noche energética y positiva.  Incluso entre los trabajadores que no bailaron: “Aquí podrían hacerse muchas más cosas: conciertos de jazz, por ejemplo”. También hay voces reacias, temerosas de que una programación habitual gaste y degrade el espacio. Todos concuerdan en que la gestión debe definir una programación exquisita, estricta, diferente, respetuosa, con identidad insular.

En el previo, antes de que suenen los primeros compases, se habla de los Centros de Arte Cultura y Turismo (CACTS). Con una materia prima de primera categoría para conservacionistas, músicos contemporáneos y viajeros, el interrogante más natural es el siguiente: “¿Cómo es posible que un sitio así haya generado pérdidas?”.