REPORTAJE

El campo lanzaroteño se renueva, pero con dificultad: se han abandonado 900 hectáreas

Juan Cruz, agricultor / Fotos: De la Cruz.
Saúl García 1 COMENTARIOS 09/03/2015 - 06:43

El campo es un eterno interrogante. Una equis que debe despejar cada día el agricultor mirando al cielo y al suelo. En Lanzarote, a ese interrogante diario se suma la incógnita de su futuro, de su viabilidad. Un futuro, por otra parte, necesario por muchas razones: ecológicas, económicas, turísticas, paisajísticas... Las preguntas siempre son las mismas: ¿Tiene futuro el campo en la isla? ¿Se puede reflotar el sector primario? ¿Es viable? ¿Puede generar empleo? ¿Se pueden exportar los productos?

La Isla, abonada permanentemente al monocultivo variable, de la barrilla a la cochinilla, a la cebolla, el ladrillo o el turismo, ha dejado paso a que la supervivencia del campo sólo sea posible si se aborda la especialización, la calidad y la multiplicación de productos y cultivos. La gente que trabaja en el sector reconoce que se están haciendo esfuerzos, privados y públicos, para que dedicarse al sector primario no sea una heroicidad. “Hay sensibilidad”, dicen muchos agricultores hablando de la labor del Cabildo o de algunos ayuntamientos.

Otros no son tan optimistas y dicen que no basta con hacer campañas de promoción de los productos, como Saborea Lanzarote, sino que hace falta mucho más. Desde la institución insular sí se han tomado en serio el sector de las queserías, que se han multiplicado en los últimos anos, y algunas ayudas para microindustrias, pero falta mucho por hacer. Y después está el caso del vino, cuya comercialización ha cambiado radicalmente en pocos años pero que sigue adoleciendo de los mismos problemas para los viticultores en un espacio como La Geria, frágil y codiciado a partes iguales.

Asegurar que con la crisis económica está habiendo una vuelta al campo es una tentación pero es falso. Los datos dicen que no. Al contrario. Desde 2008, cuando comenzó la crisis, hasta 2013, se han abandonado en la Isla mil hectáreas de superficie cultivada. Se ha pasado de 4.500 a 3.400. Los empleos en el sector primario apenas superan el uno por ciento. De los casi 50.000 en la Isla, sólo son de este sector poco más de 500 trabajadores, y el año pasado se hicieron 378 nuevos contratos, contando la agricultura, la ganadería y la pesca). Los datos que maneja el Cabildo dicen que sólo hay 157 personas afiliadas al régimen agrario y que sólo hay una docena de empresas agrarias, un número que se mantiene casi inamovible desde hace una década. Mejor le va al censo ganadero, porque han aumentado la cabaña ovina y la caprina, la más significativa. E igualmente le va bien, aparentemente, a la acuicultura, más que a la pesca tradicional, que sobrevive a duras penas y de forma casi testimonial.

Las debilidades están claras: costes de producción altos, poca profesionalización, bajos precios, falta de innovación y valor añadido, desunión del sector, falta de infraestructuras, malísima calidad del agua... Y estos problemas llevan a otros como la dificultad para la comercialización, la erosión del suelo o la dificultad de acceder a ayudas europeas. Las fortalezas tampoco están mal: productos de calidad, apoyo para su fomento, incorporación de una nueva generación más preparada o la apuesta por la agricultura ecológica.

Las debilidades están claras: costes de producción altos, poca profesionalización, bajos precios, falta de innovación y valor añadido, desunión del sector…

Isidro Pérez es un convencido de las ventajas del cooperativismo y trabaja para ello. Es socio de La Paletería, que promueve proyectos de economía social. Ha estado en la formación de varias cooperativas y de grupos de consumo y cree que muchos problemas se podrían corregir si hubiera una cooperativa fuerte que defendiera los intereses de los agricultores. Además cita otros problemas: “Falta profesionalidad, porque hay gente que no se lo toma en serio, que no vive de ello, y tiran el precio del mercado al piso”, y habla de que hace falta innovar: “En Japón, por ejemplo, elaboran un licor de batata”, asegura, y pone ejemplos de nuevas posibilidades, como un matadero de aves, secaderos de tomates, cultivos de lombrices, o el de champiñones, que ya es una realidad de éxito. El siguiente paso - dice - sería el de la comercialización”.


José María Guerra.

Lo que sí parece claro es que esa apuesta por la calidad pasa por la producción ecológica. “La base es la conciencia del consumidor, que pague más por la calidad, porque tienen que comprender que producir un kilo ecológico es más caro”. Esto lo dice José Martínez, de Ecolan, una cooperativa que ha abierto tienda en Arrecife, en la calle México, y pone un ejemplo: “Hay naranjas ecológicas de fuera a cincuenta céntimos, y aquí como poco tienen que costar cuatro veces más”. Martínez destaca que se están haciendo iniciativas interesantes como la asociación de las papas de Los Valles, y que el Cabildo también hace un esfuerzo y está abierto al diálogo aunque sigue habiendo dificultades. “Si respetas el campo y lo haces todo bien, es mucho trabajo y poco dinero”, dice.

Lo sabe bien Juan Cruz, que es el único o de los pocos peones agrícolas de la Isla: “Yo tengo trabajo pero es muy sacrificado; cobro a siete euros la hora, que es muy poco, pero reconozco que no se puede pagar mucho más porque el campo no da”. Cruz también destaca la escasa profesionalidad, e incluso dice que los cursos que ofrece el Cabildo, que hace muchos, no sirven. “Están mal planteados, yo he visto gente que acababa de terminar un curso de poda y no sabía ni lo básico”. No es su única crítica a la labor institucional. Considera que el Saborea Lanzarote no tiene, de momento, un efecto directo sobre el agricultor, dice que habrá beneficiado a “un uno por ciento” y señala que el Cabildo “va a su bola” porque no hace un tanteo en el sector para saber lo que vale. Se refiere a la industria de transformación que se quiere sacar a concurso en el Complejo agroindustrial, que según él es muy sofisticada y sobredimensionada para las necesidades de la Isla. Este trabajador agrícola apuesta por la calidad pero entiende que el precio no es asequible para mucha gente. “Ni siquiera yo puedo comer la mitad de ecológico porque me sale muy caro”, asegura. Un manojo de cebolletas se vende a un euro en el supermercado y sólo hacerlo, no cultivarlo, cuesta 15 minutos, “así que a mí me saldría, sólo sumando la mano de obra, a 1,75”, y así no se puede competir más que en calidad.

“Yo también trabajo para que cambien las políticas y para que haya un mejor futuro, que se pueda comer calidad”, dice, y tiene dos críticas más: sobre el auge de las queserías asegura que se está trayendo toda la comida que comen las cabras de fuera: alfalfa de la Península o piensos transgénicos, y se pregunta si lo que comen los animales es de fuera, se puede decir que el queso es de Lanzarote. La última observación es sobre el abuso de fitosanitarios. En Teseguite, sin ir más lejos, tuvo que cerrar un invernadero porque el suelo acabó quemado por tantos productos.


Sergio Caraballo.

El sector, en todo caso, pasa por un momento de renovación. Se ha incorporado gente que ronda los cuarenta años, que está formada y que ve clara la importancia de unirse. Hay dos casos claros: las asociaciones de las 'papas de Los Valles' y 'pura batata', la de secano del jable. Son productos de calidad que se quieren distinguir. La batata se va a incorporar al sello Saborea Lanzarote, donde ya están la lenteja y la cebolla.

Las fortalezas tampoco están mal: productos de calidad, apoyo para su fomento, incorporación de una nueva generación más preparada…

Gustavo Crespo es el presidente de las papas de Los Valles, que agrupa a 33 productores. Repite lo que parece un mantra, que “es posible vivir pero es difícil” y reconoce que les ha marcado la desunión y que desde que nació la asociación ya se ven los resultados: de 0,80 euros el kilo se ha pasado a 0,95 o un euro. Cree que no se puede competir en producción porque “siempre es pequeña, artesanal”. “Exportar es difícil por el nivel de producción y la competencia”, con papas de Chipre o Israel a 0,16 el kilo. Lo mismo le pasa a la batata. Unos alemanes, cuenta Isidro Pérez, vinieron a buscar batata ecológica pero necesitaban más producción.

Sergio Caraballo es el presidente de 'Pura batata', que agrupa a 15 productores. Asegura que por el agua depurada se ha perdido calidad en la de regadío y se ha desprestigiado fuera la batata de la Isla, aunque la de secano se ha revalorizado desde que han creado la asociación. Con la unión, considera que se podría acceder a subvenciones del Posei. Dice, por otra parte, que el Cabildo puede hacer aún miles de cosas, como hace el de Tenerife, que tiene una empresa que purifica las plantas, las semillas, y erradica las enfermedades. Termina con lo mismo que todos: “El campo en Lanzarote es muy sacrificado, todo es manual, y la gente sigue por tres razones: porque le gusta, porque no tiene donde ir y por intentarlo”.


Gustavo Crespo.

En lo de las subvenciones coincide Santiago Tabares, abogado que promueve una sociedad agraria de transformación, una figura cercana a la cooperativa y que puede ayudar mucho en la comercialización de los productos: “La unión es lo que puede hacer que el sector avance, para defender intereses comunes, y se podría acceder al reparto del Posei por un volumen de producción que ahora no se llega”. “Hay buenas perspectivas - dice -, el campo puede tirar de la economía, es algo que puede durar, porque hay calidad de sobra en algunos productos”. Para Tabares, ahora hay gente con ganas y dispuesta a unirse, y además el Cabildo tiene sensibilidad con el sector primario.

No todos son tan optimistas. José María Guerra es un ejemplo de un productor que ha optado por buscar nuevos cultivos y vender fuera y por transformar el producto, pero aún así piensa que “el sector primario da sus últimos coletazos”. “Esto no tiene futuro ni con el Saborea Lanzarote, yo tengo 56 años y si no lo dejo es porque no sé hacer otra cosa”, dice.

Guerra hace mermeladas con maracuyá, batatas o calabazas que planta él mismo, pero asegura que por la escasa cantidad es difícil encontrar mercado. Las grandes superficies apenas compran porque les sale muy caro, y se lamenta de que si tuviera más salida tendría trabajo para dos personas, pero ahora loo hace todo él. “No libro desde Nochevieja, ayer terminé de empaquetar huevos a las diez y media de la noche”, señala. Guerra tiene todo tipo de productos y de animales, ha sacado la marca de huevos 'La Sarantontona' y cultiva unas guindillas que envía a Alemania, donde las secan y las venden. Reconoce, eso sí, que el Cabildo sí ha puesto empeño en apoyar para crear pequeñas industrias agropecuarias.

Comentarios

A quien le interesa el campo..?? A los politicos nunca.El q tiene experiencia como yo en pedir el tractor a la granja lo sabe..

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