REPORTAJE

El alucinante universo del Túnel de la Atlántida

Entrada al Túnel de la Atlántida. Foto: Enrique Domínguez.
M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 08/01/2017 - 08:49

Diez científicos de las universidades de La Laguna, Copenhague, Texas y Hamburgo han recopilado en una guía 125 años de investigaciones sobre una de las cuevas anquialinas más importantes del mundo: el tubo volcánico de La Corona. La ingeniosa adaptación de los seres que habitan este túnel nos permite entender mejor la evolución de la vida.

Es una guía de 300 páginas que explica el origen geológico del cinturón anquialino de Lanzarote: agua marina que penetra hasta 600 metros isla adentro y queda incomunicada, formando una isla dentro de otra isla. Esta matrioska insular es “un referente mundial” en el estudio de la evolución. “El túnel es un libro abierto sobre biología evolutiva”, dice Alejandro Martínez, biólogo marino, descubridor de varias especies en este lugar y coordinador del trabajo Guía interpretativa de los ecosistemas anquialinos de Jameos del Agua y el Túnel de la Atlántida.

La publicación, financiada con fondos Feder (50.000 euros) gracias al apoyo del Cabildo de Lanzarote, la Unión Europea, el Ministerio de Medio Ambiente y el Gobierno de Canarias, describe la biología, fauna y ecología del tubo volcánico, con fotografías de Juan Valenciano y Enrique Domínguez, e impresionantes imágenes de microscopía electrónica realizadas en el Museo de Historia Natural de Dinamarca. Este trabajo colaborativo, que empezó en 2014 y “ha generado mucho entusiasmo” en la comunidad científica, estará disponible online, en inglés y español, en la web de Geoparque Lanzarote. La Graciosa, Lanzarote, Fuerteventura y el Archipiélago Chinijo forman parte del mismo edificio volcánico.

El territorio majorero es el más antiguo (21 millones de años), pero ganan en longevidad los montes submarinos de la región. Al suroeste de El Hierro, Las Bisabuelas existen desde hace 142 millones de años y, al noreste de Lanzarote, se encuentra el Banco de la Concepción, la montaña submarina más grande de los alrededores y hasta hace ‘nada’, la novena isla canaria.

Érase una vez, hace 15 millones de años

“Lanzarote emergió hace 15 millones de años”, explica la guía. Primero se formaron los macizos de los Ajaches y Famara, el primero en una fase eruptiva y el segundo en tres, en un proceso mucho más lento. Hoy tienen 560 y 671 metros de altitud respectivamente, pero en su origen alcanzaban los 4.000 metros y sus cumbres estaban cubiertas de bosques de laurisilva, perfectamente nutridos con la humedad del mar de nubes. Toda aquella agua se filtró a través de la lava y creó acuíferos de los que hoy seguimos beneficiándonos.

Los macizos antiguos se fueron erosionando y el clima se volvió árido. Luego vinieron las erupciones fisurales en Montana Roja, Caldera Riscada (junto a los Ajaches), Teguise y La Corona, que emitieron basaltos muy porosos. Después comenzó la etapa erosiva, en la que todavía nos encontramos inmersos, y que sólo se ha interrumpido en dos ocasiones: con las erupciones históricas de 1730 y 1824.

El Malpaís de la Corona surgió de aquel segundo episodio de erupciones que cubrió el macizo de Famara y generó tres conos volcánicos alineados: La Quemada, La Corona y Los Helechos. En la base del volcán de la Corona se originó un tubo volcánico de 7,8 km que hoy atraviesa el malpaís en dirección sureste, hacia el mar. Se creó a partir de las lavas pahoehoe que lanzó un hornito lateral, muy próximo a la base del volcán.

Esto ocurrió hace 21.000 años, cuando Europa entera estaba cubierta por los casquetes polares. Conforme se fue derritiendo el hielo, el nivel del mar ascendió e invadió el tubo. Su diámetro varía entre los 2 y los 30 metros, y está jalonado por 17 jameos que se formaron por un colapso del techo y por explosiones de gas.

El tubo comienza con un tramo terrestre que llega a la entrada de la Cueva de los Lagos; parcialmente inundada al principio y con un sifón totalmente sumergido al final; pasa por la laguna de los Jameos del Agua (en cuya parte oeste los visitantes del centro turístico miran de refilón los Munidopsis polymorpha sobre un tapete de diatomeas bentónicas perjudicado por la corrosión de las monedas), continúa en la sección inundada del Túnel de la Atlántida y acaba a 64 metros de profundidad.

Al final, una grieta en el techo ha permitido la entrada de sedimentos marinos grano a grano, creando una montaña de arena de 20 metros de altura. Recorrer el tubo y bucear este túnel supone sumergirse en un universo de oscuridad, corrientes marinas, dobles techos, bancales, bombas que parecen caparazones de tortuga y churretes de lava que recuerdan a los dientes de un tiburón.


Alejandro Martínez en el MIAC. Foto: Felipe de la Cruz.

Criaturas cavernícolas

En los últimos 20 años, biólogos y espeleobuceadores han descubierto cientos de nuevas especies de animales especializados en sobrevivir en la oscuridad y una extrema pobreza de recursos. Unos animales son “cavernícolas especialistas” (han perdido casi totalmente la visión y la pigmentación), algunos son sólo “amantes de la cuevas” como la Arana Meta bourneti que puede sobrevivir fuera, y otros son “huéspedes” temporales, que se refugian aquí pero salen a la superficie para buscar alimento.

En la última expedición al Túnel de la Atlántida, se descubrieron 200 nuevas especies para Lanzarote. Los resultados de aquella campana científica internacional se publicarán en febrero de 2017. De momento sabemos que existen 38 especies que sólo viven en este túnel. Es un tesoro biológico, “un universo alucinante”, dice Alejandro Martínez.

¿Cómo se vive sin luz, con apenas oxígeno y sin casi nutrientes? Adaptándose. Así lo han hecho los organismos anquialinos del tubo volcánico conejero: han cambiado su comportamiento, su anatomía o su metabolismo. La evolución ha hecho que algunos hayan alargado sus apéndices corporales para ser mejores nadadores y que otros se hayan librado de los ojos, superfluos en un sitio tan oscuro como este.

El tubo de La Corona es perfecto para estudiar al árbol de la vida animal. Aquí hay tres especies de cnidarios marinos (sin cabeza, ni cerebro, ni órganos, con un cuerpo con simetría radical): la diminuta Halammohydra que vive en la montaña de arena, pequeñas poblaciones del coral Caryophyllia inornata y de anémonas Telmactactis cricoides.

También hay nematodos (con cuerpo cilíndrico, sin apéndices) y los menos comunes gusanos pene. Hay hasta 29 especies de anélidos como la abundante Gesiella jameensis, que no tiene pigmentos ni ojos, o la preciosa Bonellia viridis, de color verde brillante, y con grandes diferencias de género: los microscópicos individuos macho (2 mm) viven dentro de las cámaras de las hembras (20 mm), reducidos a diminutos paquetes de esperma.

A diferencia de sus parientes del resto del mundo, el Megadrilus ha experimentado un cambio para poder nadar y comer en el Túnel de la Atlántida. Flota cabeza abajo y se alimenta con la ayuda de unos enormes palpos, “una especie de antenas que tiene en la cabeza”. Cuando se estresa por la presencia de buceadores, también sabe alejarse nadando con movimientos ondulatorios.

“Los seres que viven en la oscuridad de las grutas inundadas son el resultado de miles de años de adaptación al ambiente subterráneo de Lanzarote. Estudiar sus mecanismos y respuestas adaptativas nos permite entender procesos evolutivos generales”, concluye el epílogo del libro. Cómo y por qué somos como somos.

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