Cuando vivíamos en los pantanos: miles de canarios llegaron a Luisiana
En el verano de 1783, la ‘Margarita’ arribó a las costas de Luisiana. A bordo de este barco viajaba el lanzaroteño Francisco Campo. Lo que encontró su vista no podía diferir más de su quemado paisaje natal. A sus pies se extendía una tierra pantanosa que le gana batallas a la tierra firme año tras año.
Aquel pedazo de húmedo sueño americano estaba y está dominado por los ‘bayous’, ríos cenagosos que serpentean por un territorio acostumbrado a inundaciones y huracanes y donde una de las formas más habituales de ganarse la vida era la caza de ratas almizcleras. Un trabajo que, de hecho, permitió salir adelante a muchos de los canarios llegados a esta parte del mundo.
Los canarios y canarias de Luisiana no lo han tenido fácil. Han sufrido inundaciones, guerras, terribles huracanes como el Betsy (1965) o el brutal Katrina en 2005. Pero ahí permanecen, descollando entre las marismas, como una más de esas islas más allá de las islas.
Aquel Francisco Campo formó parte de la última oleada de la inmigración canaria entre los años 1778 y 1883, cuando unos 2.500 canarios se asentaron en la entonces Luisiana española para repoblar y defender este territorio de las tropas británicas. Uno de sus descendientes, Joseph ‘Chilito’ Campo sería cofundador en 1976 de la Sociedad de Patrimonio y Cultura Los Isleños de San Bernardo, una de las parroquias fundadas por aquellos aventureros y aventureras.
Su historia es mucho menos conocida que la de las dieciséis familias que llegaron a San Antonio de Tejas medio siglo antes. Dos grancanarios residentes en Estados Unidos, Thenesoya Martín de la Nuez, doctoranda en el Departamento de Lenguas y Literaturas Romances y Profesora ayudante en la Universidad de Harvard y asociada graduada en el David Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard, y el fotógrafo Aníbal Martel, han rescatado el legado isleño de Luisiana.
La Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria acoge hasta el próximo 31 de agosto una muestra de los resultados de este trabajo en la exposición ‘Cislanderus. Los descendientes canarios de Estados Unidos’. La exhibición supone una auténtica inmersión en el pasado más pantanoso del archipiélago a través de una serie de retratos que muestran un rostro novedoso de la inmigración isleña.
Cuatro fueron los asentamientos de los canarios alrededor de la ciudad de Nueva Orleans: Galveztown y Valenzuela, al norte de la ciudad de Nueva Orleans, y Barataria y La Concepción, más tarde renombrada como Parroquia de San Bernardo, al sur de la ciudad. De los cuatro, solo sobrevive el último. Si bien Luisiana dejó de ser territorio español en 1803, el español de Canarias se ha mantenido hasta nuestros días en algunos descendientes, aunque de forma cada vez más escasa y en peligro de extinción.
Una descendiente canaria en Luisiana ante la tumba de un familiar.
Thenesoya destaca que los descendientes de aquellos pioneros y pioneras guardan un fuerte sentimiento de pertenencia a la comunidad canaria y una especie de identidad atlántica, aunque la práctica totalidad no ha pisado ni pisará jamás el archipiélago. Esta investigadora apunta que “acercarse a una comunidad como ésta, sobre la que no existen censos ni listas, es una tarea ardua. Cislanderus se ha construido a partir de muchos viajes a Luisiana, de mucha carretera, entrevistas y horas de trabajo de campo. Ya desde nuestro primer viaje a las marismas supimos que nuestra organizada agenda no iba a funcionar en las tierras húmedas de Delacroix Island o la Parroquia de San Bernardo”.
“La única manera de entender la comunidad y acceder a los más mayores, sería aprendiendo el ritmo de los ‘bayous’. Las fotos de la muestra de Casa de Colón son el resultado de este trabajo, muchas veces de encuentros fortuitos y, en ocasiones, de esas casualidades que nos hacen descubrir lo inesperado”, recalca.
Casi 2.500 canarios, entre ellos lanzaroteños, llegaron entre 1778 y 1783 a la cenagosa costa de la por entonces Luisiana española
“Nuestra exhibición muestra por primera vez las caras de esa hospitalaria comunidad, de los que ya se han ido y de los que aún les queda mucho por decir. Hasta ahora no existía un archivo gráfico consistente sobre estos descendientes, así que estamos muy satisfechos con el resultado un trabajo emocionante para nosotros”, agrega.
Cartel del Museo de los Isleños, en San Bernardo, Luisiana.
En cierto modo, la exposición cierra un ciclo iniciado en 1981 con la grabación realizada cámara en mano por el cineasta Pedro Siemens y que dio lugar al documental ‘Los isleños de Luisiana’. Esta cinta aportó las primeras imágenes grabadas de los descendientes canarios en la costa este de los Estados Unidos. “Por una nota en un periódico”, explica Siemens, “me enteré de que había unas familias que vivían en Luisiana y que eran descendientes de canarios. Cogí a mi familia y me fui para allá para ver cómo era aquello y resultó mucho más interesante de lo que pensaba. Por aquel entonces solo se hablaba de los canarios de San Antonio de Texas, pero esto era otra cosa y se desconocía”, recuerda el autor del documental.
Gracias a Thenesoya, a Aníbal y a Pedro podemos navegar por los pantanos y ‘bayous’ de nuestra historia.
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