Los apartamentos Senator, en Costa Teguise, servían, hace años, para alojar a los trabajadores del Hotel Beatriz. Ya no. La propiedad se dividió, los apartamentos se abandonaron y hace un año y medio se comenzaron a ocupar. Hoy viven unas cuarenta familias con 33 niños, entre los dos meses y los trece años de edad. Casi todos los apartamentos tienen una sola habitación. Aún quedan algunos libres aunque en muy mal estado. Las zonas comunes, como la piscina, tampoco están bien, hay escombros y tachas por doquier, aunque los ocupantes dicen que antes estaban mucho peor.

La luz y el agua va y viene. Se engancha y se desengancha. Unos la enganchan y las compañías la cortan. El lunes les cortaron el agua. Este martes, a primera hora de la mañana se han reunido para hacer pública su situación, con la ayuda de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Sin agua no pueden vivir, se quejan.

La composición de la comunidad es variopinta. Una gran parte de ella son gitanos que han venido desde Talavera de la Reina (Toledo), de forma escalonada, en los últimos ocho o nueve meses. También hay parados de larga duración, parejas jóvenes, personas que viven solas o dos rumanos que vienen de Sevilla y se dedican a pedir limosna.

Y después está Adama, que vive junto a su marido, que trabaja en un hotel de la zona y que compró su apartamento en el año 2007 y se gastó 13.000 euros en arreglarlo. Es una de las dos propietarias que vive en la comunidad, y ahora no tiene ni agua ni luz. “Pago Internet y no lo puedo usar porque no tengo luz”, dice. En septiembre quiere empezar a estudiar inglés online. Ha pedido que le den de alta de forma individual y no lo hacen, y mientras tanto cocina con un camping gas. Ni siquiera sabe bien quién es ahora el propietario, aunque debe ser un banco porque el complejo fue embargado.

“Queremos pagar aunque sea un alquiler social”, dicen algunos

Entre todos han solicitado una reunión con los servicios sociales para que les den una solución. “Queremos pagar aunque sea un alquiler social”, dicen algunos. El caso es que a estos problemas se suma una denuncia ante la Guardia Civil contra muchos de ellos por dos delitos: defraudación de fluido eléctrico o análogos y usurpación de bien inmueble. Muchos están denunciados pero el único que tiene copia es Dani, un joven nacido en Tías hace 20 años, parado, que vive junto a su novia, que sí trabaja, en uno de los apartamentos. Su padre, José, vive en otro al lado desde el mes de noviembre. Dani se queja de que la Guardia Civil “ha venido ya más de quince veces” y su padre dice que cuando él llegó, ya estaba enganchada la luz de la calle.

José Javier vino desde Talavera hace un mes y medio. En un apartamento de una habitación viven nueve personas: sus padres, que duermen en la habitación, él, su mujer y sus cinco hijos que duermen en el salón en colchones en el suelo. “Lo hemos ido arreglando- asegura- comprando cosas de segunda mano y poniendo puertas y ventanas y sobre todo los grifos y las tuberías que estaban arrancadas”. Como casi todos se dedica, o eso dice, a la venta ambulante. “Un amigo de un amigo nos dijo que aquí había trabajo”, dice.

“Parece mentira que seamos ciudadanos de un país desarrollado”, dice María

María vivía en Los Valles con su hija y su nieto. Lleva parada diez años. En Los Valles había mucha humedad y su hija, que trabaja en un programa de Adislan, tiene fibromialgia “y una empanada de enfermedades”, así que se cambiaron hace cuatro meses. Cada una ocupa un apartamento. “Nos han denunciado pero no sabemos quién -dice María- porque en el papel no lo ponía”. “Parece mentira que seamos ciudadanos de un país desarrollado”, afirma. Miguel vivía en Cataluña. Lleva seis meses en la Isla, primero en casa de un amigo, y ahora dos en los Senator. “No nos negamos a pagar un alquiler social y el agua y la luz - dice- pero así no se puede vivir”.

Jéssica ya estaba de ocupa en Puerto del Carmen y se cambió a Costa Teguise porque cree que hay más trabajo. Los servicios sociales le dan, cada semana, cien copias de su currículo para que los reparta. Tiene el título de socorrista y ha trabajado de camarera y en el Rancho Texas aunque hace más de un año que no trabaja. Está en el Centro de apoyo al drogodependiente y se medica contra la depresión. “Vivo sola, con mis perros, mejor que con un novio”. Dice que fue víctima de maltrato y que viviendo sola “por lo menos no me levanto llorando”, aunque se levanta con la incertidumbre y la inseguridad de no saber si le pueden echar de la casa. “Al menos ahora sé que tengo que aprender a bailar bajo la lluvia y no a esperar a que pase la tormenta”.

En un apartamento de una habitación viven hasta nueve personas

Jesús, también de Talavera, y de 28 años, nos enseña su casa. En la entrada, uno de sus tres hijos (de 11, 7 y 6 años) juega a la consola. El junes se hizo un corte en el pie y le han puesto puntos. Está descalzo. En el dormitorio han juntado dos colchones y allí duermen su mujer y sus hijos. Él duerme en el sofá. “Compré una nevera de segunda mano y a los pocos días me cortaron la luz”, se lamenta.

Ha llegado la televisión. Todos ellos salen a la calle, junto con otros como Samuel, que viste un polo fucsia impecable, o José, con camisa y corbata negras, y un llavero de un coche de alquiler en la mano. También llega la Policía Local que pregunta “por el cabecilla de la manifestación” y dos agentes de la Guardia Civil a los que ya conocen de sobra. Una de las agentes, que es paisana de los de Talavera, les dice que de alguna forma tienen que pagar la luz y el agua y la PAH les insta a que vayan al Ayuntamiento para que medie entre ellos y las compañías para intentar regularizar la situación. Todos parecen estar de acuerdo.