“La inviabilidad del sistema está servida; hay escasez de recursos y exceso de residuos”
José Manuel Naredo es Premio Nacional de Economía y Medio ambiente y Premio internacional Geocrítica 2008. Es uno de los economistas más lúcidos del país. Aporta una visión crítica del sistema y bucea en las raíces del pensamiento económico actual. Es asesor del Gabinete científico de la Reserva de la Biosfera.
- Plantea usted la falsedad de la idea del crecimiento económico infinito en un mundo limitado. Siendo algo tan evidente, ¿cómo se abierto paso esta idea con tanto éxito?
- Nació en un contexto en el que existía una visión organicista del mundo arcaica. Se pensaba que crecían los minerales y los continentes. Se trataba de gestionar ese crecimiento y así se estableció esa noción de producción. Se pensaba que crecer era bueno para todo el mundo, y ahí vino la mitología del crecimiento. A finales del Siglo XVIII, esa cosmología se vino abajo, con la química moderna, pero ese aparato conceptual siguió en el campo de los valores monetarios. Hoy se habla incluso de producción de oro o de petróleo, cuando es pura extracción. La inviabilidad está servida de antemano porque hay escasez de recursos y exceso de residuos. Ahora solo se valora el coste de extracción pero no el de reposición. Es una regla del juego sesgada.
- Pero han pasado dos siglos y no cambia el enfoque...
- Ese enfoque cierra los ojos al deterioro físico y social que conlleva esta economía. Y a esto se añade el proceso de financiarización, que es un mero reparto de poder. No hay producción, es compraventa de activos patrimoniales, y ese juego lleva a burbujas especulativas de las que unos sacan tajada.
- ¿Puede haber un capitalismo ético o que no se base sólo en la plusvalía o en el crecimiento?
- Las propias nociones del sistema no están bien definidas. El mercado, o es una panacea o se demoniza, pero intercambio siempre habrá. Aparte del mercado, hay otras cosas como redistribución o reciprocidad. Otras dimensiones de intercambios. Depende del marco institucional que se establezca, saldrán unas cosas u otras. Pasa lo mismo con la propiedad. Es muy variopinta aunque todas las formas que existían se han unificado hacia esa propiedad exclusiva, de uso y abuso, burguesa, al reduccionismo monetario.
- También plantea usted una revisión de los principios de la Revolución francesa, algo que no cuestiona nadie...
- Sacraliza la propiedad presuponiendo que estaba ligada al esfuerzo de las personas (“La tierra, para quien la trabaja”). Pero hoy se ha ido desvinculando. Las empresas transnacionales no son los propietarios que trabajan, son directivos que cumplen esa función sin más. Nos encontramos con conceptos que se dan por sentados que van unidos a ese reduccionismo de la idea de riqueza. La propiedad se sacraliza y parece que son conceptos universales, cuando no lo son. Estamos en una sociedad servil que saluda a todo aquel que tenga medios económicos o poder y no importa de dónde se ha sacado el dinero. Lo que importa es que lo tenga. Se presupone que el afán de poder y dinero es intrínseco a la naturaleza humana. En otras sociedades, cualquiera que se comportara así quedaría excluido.
“Parece que la política se ocupa del poder y la economía de la riqueza, y la realidad no tiene costuras y están relacionadas. Los políticos tienen la llave de los negocios”
- Afirma usted que la corrupción es una consecuencia lógica de ese sistema de poder y económico.
- Claro. Parece que la política se ocupa del poder y la economía de la riqueza, y la realidad no tiene costuras y están relacionadas. Los políticos tienen la llave de los negocios. Se arrastra esa conexión de políticos conseguidores con empresarios que se reparten la riqueza. Se da por buena esa moral de que cada uno va a lo suyo. Antes la norma era la contraria y lo que eran vicios ahora son virtudes.
- Con respecto a la especulación urbanística no aprendemos nunca. Ahora se impulsa una nueva Ley del suelo en Canarias que parece que va por ese camino.
- Lo de este país tampoco es usual. Alemania y Suiza no han tenido burbuja inmobiliaria porque tienen mayor porcentaje de alquiler y en estos países hay otra mentalidad. En Francia, para recalificar unos terrenos hace falta la decisión de la mancomunidad. Aquí el lobby de las constructoras ha seguido cortando el bacalao. La cultura del pelotazo excluye otras actividades que arrojan menos rentabilidad. Ese juego, además, ha devorado el ahorro del país. Desde el año 2000 se veía que todo ese exceso no tenía sentido. El funcionamiento de las burbujas es así: compras porque piensas que va a subir y sube porque la gente lo compra. Era una situación suicida: caía el ahorro de los hogares y aumentaba la inversión en ladrillo de los hogares. Era insostenible. Si a algún economista le sorprendió la crisis sería a los que trabajan en los gabinetes de estudios de los bancos, que son apologetas del poder y el statu quo. Cualquiera con mínima experiencia en análisis lo sabía.
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