1 COMENTARIOS 08/12/2014 - 09:23

La sociedad de cultura, recreo y deportes Torrelavega (calle Triana, 8) nació en 1944 por razones futbolísticas, pero luego creció como un “hogar plural” donde cualquiera podía dedicarse a pensar, a expresarse y, sobre todo, a solazarse.

El 8 de noviembre esta casa cumplió setenta años de vida, habitada por gente vinculada a la capital, porteños unos, profesores de música otros, maestros, entrenadores, funcionarios, trabajadores y ex trabajadores; todos fieles practicantes del ejercicio de la reunión.

La idiosincrasia del Arrecife que otros demuelen o ignoran, la alientan ellos en un salón que huele a años setenta del pasado siglo XX. César Manrique diseñó el logotipo y se encargó del interiorismo de esta sala, hoy vestida con cuadros de Santiago Alemán y Pepe Dámaso, fotos de Gabriel y cartelería variopinta. El bar sirve algunas de las mejores y más económicas raciones de productos locales, pero no se anuncia. Sólo sus más próximos sabrán cuándo tocan carabineros u otra delicia de contadas raciones.

Fue un pequeño equipo de fútbol, el Culantrillo, el que inició la historia de esta sociedad que tiene nombre de destilería y barrio bajo. El edificio alcoholero que una vez estuvo en la calle García Escámez era conocido como ‘la torre de La Vega’ y Torrelavega quedó nombrada la sociedad.

Aquí se dieron clases de alfabetización, fundamentales “para que no engañasen a la gente por ahí”, dice Edmundo de la Hoz, decimocuarto y actual presidente. Aquí también “han hablado prácticamente todos los personajes históricos de la política de los últimos años”, asegura; desde Pío Cabanillas hasta Tierno Galván o Enrique Múgica. Nombran con cariño a Mateo García Delgado, “padre de la sociedad” durante sus veinte primeros años de recorrido pero que “nunca pudo ser presidente porque era socialista” y eso no lo consentía la delegación del Gobierno del régimen franquista.

Se recuerdan con alegría los bailes de asalto que se libraban de siete a diez y que sólo eran el prolegómeno del verdadero baile, que empezaba a partir de las once de la noche y duraba hasta que el cuerpo aguantase o el otro cuerpo, el armado, tocase a la puerta. Para no competir entre sí, acordaban los horarios de los intermedios con el Mercantil -actual Sociedad Democracia- y la noche era un constante ir y venir de “ganado” por las calles próximas. De la posterior y “famosa discoteca” de la sociedad queda la bola de espejo del techo y una cabina para pinchadiscos con muchísimos elepés sin clasificar.

Teatro moderno, conciertos (de Serrat a Los Panchos pasando por la Metropolitan Jazz Band Art de Praga), jornadas sobre pesca, cine de arte y ensayo con los hermanos Millares, exposiciones, clases de pintura y economía, conferencias de historia y sexualidad, presentaciones de libros, comidas de empresa, cafés de músicos y discusiones sobre ingeniería política. La programación fue puntera y aunque ha menguado bastante, en el Torre se sigue analizando la vida en la ciudad y el devenir de las cosas.

Dicen que aquí se ha dicho casi de todo y que siempre han procurado hacer las cosas “sin maldad ninguna”. Aquí también se presentó el Partido Comunista y el Partido Socialista, y su directiva subraya que en esta casa manda la “diversidad ideológica”. El Torrelavega es un bastión para muchos de los que han crecido mirando al mar, en el ámbito de influencia del Puerto. Cuando no existían áreas de Cultura en los ayuntamientos, aquí los socios diseñaban su propia oferta de esparcimiento.

A Ángel Díaz Delgado le conocen aquí como Angelito el Fino, porque este es un territorio reservado al nombrete y a un humor que puede llegar a adquirir todo tipo de colores. Ángel es uno de los imprescindibles en la logística del Torrelavega y uno de los encargados del archivo, que guarda una buen surtido de publicaciones relacionadas con la historia arrecifeña.

Su sala de trofeos recuerda que el club alcanzó la primera división de la liga de balonmano. Su exitosa carrera deportiva declinó por inviabilidad financiera, pero hoy mantienen con orgullo sus equipos de fútbol de las divisiones más chiquitas: prebenjamín, benjamín, alevín, infantil y cadete. Planean la modernización del antiguo gimnasio, que aún conserva los anclajes en el techo para izar sacos de peso.

Son menos de la mitad de los que un día fueron (doscientos socios) pero tienen ganas de crecer. Hay hambre de asegurarse el relevo generacional y sus puertas están abiertas a partir de las cinco de la tarde y hasta la medianoche. Sábados y domingos desde la mañana (11h) y hasta que se tercie la socialización de carne y hueso.

Comentarios

Las tapas, como apunta la cronista, muy ricas. Y la atención , familiar, cálida y atenta.

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